Una de las obras más emblemáticas del pintor Caspar David Friedrich es El caminante sobre el mar de nubes, pintada por el maestro del romanticismo alemán en 1817.
En la composición se ve a un hombre de chaqueta verde que, parado sobre un roquerío, observa la ladera de una montaña cubierta de niebla. La construcción y disposición de los elementos alude a un simbolismo que escapa a lo meramente figurativo; como si Friedrich quisiera develar una la trascendencia tácita emergente de la naturaleza.
El atuendo del personaje sugiere que proviene de la ciudad y que en aquel momento decidió dar un paseo por los paisajes rurales cercanos a Dresden, misma urbe en donde vivió Friedrich.
El horizonte impenetrable a la vista y la incertidumbre del destino del caminante contrastan con la equilibrada disposición que el pintor hace de los elementos. Desde los ejes verticales y horizontales que se intersectan justo al medio de la figura humana, hasta las dos líneas simétricas que marcan las montañas y que se conectan con el corazón del personaje, todos los componentes aluden al orden con el que se ordena la Creación. La opacidad entregada por la niebla simboliza a la incapacidad del ojo humano para percibir esta grandeza.
El individuo romanticista se plantea como un caminante en eterno ejercicio de exploración, que se enfrenta directamente con los abismos sublimes de su existencia. Al mismo tiempo, cree firmemente en la trascendencia emanada de la naturaleza que permanece oculta ante los ojos del hombre.
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