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El GAM y el Museo de Arte Popular Americano Tomás Lago (MAPA), nos invitan a la exposición titulada Tapicería Contemporánea, interesante muestra donde dialoga la tradicional técnica textil con la mirada contemporánea, expresada en 22 trabajos realizados en el Taller Central de Arte Textil de la Universidad de Chile, dirigido por la artista Constanza Urrutia.

Tapicería Contemporánea

Tapicería Contemporánea

En nuestra inagotable provisión de recuerdos, es habitual toparse con algún pariente, en un vano intento por desbaratar los espolonazos de la rutina, acarrear un tejido o un trabajoso bordado. Sin embargo, fuera de la cuota de melancolía, a la inversa de lo que se cree, el arte textil es sinónimo de un oficio ancestral que se manifiesta en las representaciones pictóricas en las tumbas egipcias que datan del 3000 antes de Cristo, donde se aprecian telares verticales y horizontales. Sumado a la influencia venida desde China, que se extendió a Occidente a través de la “Ruta de la seda”, o muy posteriormente en el trabajo de Williams Morris y el Art & Craft, durante la época Victoriana, este quehacer que fue retomado por el Fibert Art de los talleres de la Bauhaus, y años después por el tapiz moderno promovido por Jean Lurçat en la Bienal de Lausana desde 1962. Así, el sinnúmero de referencias podría prolongarse como una gran hebra a través de toda América precolombina hasta llegar a esta página y, aun así, estaría incompleta.

Retomar el hilo conductor implica de por si una responsabilidad, que en esta muestra está marcada por hacer de cada obra una mirada del presente, pero retomando las enseñanzas del pasado, donde el hoy es el recurso abordado con una vehemente intención de comunicar sirviéndose del entorno. Como un espectador interesado en mostrar, no sólo una historia personal en primera persona, sino más próxima a lo colectivo, haciendo de cada obra un espejo que rastrea la cotidianeidad con la frescura de lo reciente, expresado en un aquí y ahora casi fotográfico.

Un azaroso registro que reconoce la influencia de la comunicación de masas, la publicidad y todo cuanto significa ser parte de la urbe pero, por sobre todo, el quehacer habitual que se hace arte y parte de un oficio donde la técnica va de la mano con la tradición, recurriendo al entorno como eje temático fundamental. Tal cual lo señala Paola Moreno en su Esbozo para una historia y definición del arte textil: “Las obras textiles adquieren distintas connotaciones dependiendo del contexto del que provengan, esto determina cuándo una obra realizada con fibras será leída como arte textil y cuándo como arte visual, postulando que el arte textil no es necesariamente arte visual y el arte visual –aunque se realice con textiles– no es arte textil”. En esta suerte de ambivalencia es en la que se enmarca en algún sentido la muestra, dado que comulga con ambos mundos, aportando una relectura de lo que uno cree entender de tapicería contemporánea.

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Todo un desafío cuyos vasos comunicantes permiten ver con nitidez un panorama distinto donde la persistencia, tanto en la observación como en el oficio, supone un meticuloso ejercicio de conocimiento de los materiales, pero lo interesante es que si bien se puede entrever un componente pictórico, no hay una visión estereotipada. Es más, esta muestra de Tapiceía Contemporánea, deja espacio suficiente para que cada artista proponga lúdicamente sus formas, sus colores y texturas, logrando un conjunto de relatos visuales que se decantan en una mirada donde la experiencia sensorial termina siendo una sutil caminata entre lo ancestral y lo presente, entre el entorno y la propia referencia, entendida casi como una ensoñación de lo que se ve y vive cotidianamente, y quien mejor que Magdalena Abakanowicz para que lo demuestre: “El arte continuará como la actividad humana más sorprendente, nacida de la lucha entre el conocimiento y la locura, entre el sueño y la realidad en nuestra mente”.

Aun así se percibe un sentido iconográfico que dialoga entre lo real y simbólico que incluso se ve reflejado en Autorretrato con navetas de Daniela Contreras; en el Autorretrato, de Dhara Linsambarth; en Sin título, de Cristián Altamirano; y, en Velocidad y lentitud, de Alexis Jara, quienes a través del algodón mercerizado nos entregan un conjunto de visiones y formas que hablan de sí mismos, pero con un bagaje que le da otro carácter a la obra textil y que se prolonga en Herencia simbólica del aprendizaje instintivo de Pamela Palma y Transitorio de Francisca Correa, eso sí, ambas con un enfoque más intimista, donde uno se siente socavado por lo introspectivo, pero a su vez reconocido por ese grado de verosimilitud que surge como un verdadero hallazgo al ver la calle, el barrio y el típico grafiti que hace de telón de fondo a una innegable realidad urbana.

Lo que parecen visiones contrapuestas, no necesariamente son caminos que se bifurcan, ya que de una u otra manera refuerza el conjunto de estas miradas heterogéneas como en los Sin título de Tania Allende y Paula Águila; o Mater Septa, de Claudio Navarrete, pero especialmente en Vogue, de Fernanda Vergara, donde el enfoque busca resignificar el sentido iconográfico de la obra, apoyándose en las connotaciones que trae consigo la revista.

En resumen, lo significativo de Tapicería Contemporánea, es que al poseer múltiples lecturas no está supeditada a un orden exclusivo y surgen trabajos como el Díptico de la serie Tizne (hilado en lino, 2005) de Paola Moreno, donde claramente se ve que el soporte y la técnica no son sólo un recurso más para enriquecer el espectro del arte textil, sino un elemento base para validar un oficio que se refuerza con lo expresado por Constanza Urrutia: “Son piezas producidas en todas sus etapas a la más pura y tradicional manera de hacer tapicería, lo que implica lentitud en su oficio y una cierta anacronía. Y, al mismo tiempo, las imágenes reproducidas dan cuenta de una identidad local que renueva el imaginario colectivo”.

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