Nació en Lautaro, IX región, un poco antes de que Chile se viera inmerso en la Dictadura Militar. Creció en distintos países producto de la realidad histórica que acontecía en su tierra natal, situación que afectó a su memoria, sus recuerdos y los dibujos que hacía desde que era un niño. Todo lleno de imágenes bélicas, “porque estaba, evidentemente, traumado con todo lo que había vivido yo y mi familia en Chile. Algo que vivieron muchas personas más. Era una forma de canalizar, de dar otro sentido”, explica Norton Maza.
Detalle de «El Rapto»
Y en esos casos, la memoria afecta más allá de las creaciones de la infancia; afecta también en la adultez, en su caso, en su obra actual. Con temáticas recurrentes, el cuestionamiento de la política, sociedad, economía y el sistema completo en que vivimos; con la reflexión de su audiencia, de los cuestionamientos sobre su técnica y lo complejo de su creación, Norton invita a la toma de consciencia sobre el poder, la Iglesia como Institución, la vida diaria en cuando a qué tan consecuentes podemos ser en la vida, y múltiples interrogantes o críticas que cada uno –como individuo– puede leer en cada uno de sus trabajos.
Norton Maza se formó como artista en la Escuela Elemental “Juan Pablo Duarte”, en La Habana, y dos años más tarde ingresó a la Escuela Nacional de Arte “ENA”, también en Cuba. Finalmente, continuó sus estudios superiores de Arte en Bellas Artes de Bor deaux-Francia. En 1994, volvió a Chile y, pese a lo denso de su paso por aduanas –donde fue interrogado por su objetivo al venir al país–, actualmente cuenta con un taller, diversas obras y una exposición finalizada hace pocas semanas en el Museo Nacional de Bellas Artes.
Tu vida involucra múltiples viajes, vida en diversos países y continentes, con múltiples tendencias políticas, sociales y económicas ¿cómo afecta esta itinerancia a tu obra?
El hecho de haber vivido en diversos países y realidades, influye de modo sustancial en mi trabajo. Sobre todo en el sentido de lo que es la precariedad y la opulencia. Por ejemplo, mi última obra, El Rapto, tiene en la parte de arriba, en la nave que está suspendida, materiales precarios; y a la altura del espectador está la escultura hecha con resina, con elementos mucho más sofisticados. Esto se relaciona estrechamente con mi vida, porque en algunos momentos tuve acceso a recursos materiales y en otros, no, pero igual se debía hacer la obra.
Por otro lado, conceptualmente hay realidades distintas, ideológicas, que también influyen en la forma de mirar, en el tener una mayor observación. Por ejemplo, y si lo piensas, viví en Cuba 10 años y después en Francia. Para mí, Chile es algo que está en los dos espacios: tercer mundo que pretende ser primer mundo y que a su vez no lo es; pero también en el tercer mundo es un país bastante desarrollado en relación a sus vecinos. Todo esto, por supuesto que afecta mi forma de pensar hoy en día, pues hay una conjetura de realidades y formas de pensar los materiales y los aspectos teóricos, que se vinculan a lo anterior.
El consumo, lo bélico, la política, son abordados en tu trabajo ¿en qué momento, o cómo llegas a estas temáticas?
Es consecuencia del trabajo de distintas obras que venía desarrollando desde hace muchos años, que tenían relación con la precariedad y la construcción con elementos mínimos, donde iba asociando y pensando el por qué se produce la precariedad; cómo se trabaja el tema a nivel global, humanitariamente hablando. Evidentemente empecé a hacer vínculos, con temas que están ligados a lo político, a lo bélico, en fin… son todos temas que se ramifican desde la precariedad.
En la reseña del MNBA, sobre El Rapto, se señala que mantienes una actitud crítica, con bastante humor, sobre el poder y el poder ejercido con prepotencia ¿a qué se debe este enfoque? ¿Por qué la prepotencia?
Mi trabajo está vinculado mayoritariamente a los poderes fácticos. Todos los poderes económicos, religiosos, políticos… todos los poderes que tienen relación a muchas realidades. El caso de la inmigración clandestina, por ejemplo, que es un drama humano, un tema de derechos humanos y que abarca a muchos países: gente de África a Europa; el caso de Cuba, donde mucha gente emigraba, y donde por suerte el flujo bajó por las relaciones con los Estados Unidos. Es un problema mundial, que se ve también México, e incluso en Chile. Antiguamente uno miraba el problema de atravesar las fronteras desde fuera, pero ahora hay muchos inmigrantes que están acá, lamentablemente, clandestinos, en condiciones precarias y de abuso.
Todo esto se relaciona estrechamente con la economía, las situaciones dispares, los mercados. Por otro lado, está el tema de la Iglesia como poder estructura, no en cuanto a la fe, yo no juzgo eso, de hecho mi madre es muy católica, creyente por lo menos. Pero es la estructura, el poder; ese poder que no conocen desde adentro, y que ocurre en casos como el aborto, el divorcio, la pobreza. O bien el celibato también, que en el fondo sirve para contener la riqueza dentro del Vaticano.
En fin, me interesa abordar todos estos elementos porque hablan de nuestra vida, de nuestra realidad. Porque nuestra realidad es cada vez menos local, los problemas no solamente se producen y afectan a un lugar del mundo, afectan a otros lados del planeta, como se ve con la ecología, las penurias y la hambruna, que está llegando a muchas regiones, que nos tocan a todos por igual.
Y bueno, como ciertos temas también son duros, me gusta a veces darles un enfoque de humor para que el mensaje tenga también otro sentido, no ser tan directo y tan crudo. Se tiene que utilizar la poética y ahí se produce el arte. Y ese humor ayuda también a la reflexión.
El Rapto ¿es una especie de crítica hacia el sistema capitalista/consumista y la forma de manejar las luchas, como las protestas?
Es el hecho de que en ciertas movilizaciones suele ocurrir que los encapuchados están destruyendo un semáforo, arrastrándolo, pero en su mochila tienen logos de marcas de empresas bien conocidas. Ahí se genera un problema, una falta de consecuencia en relación a lo que están planteando, por un lado pareciera que son seres que están en contra del sistema, sin embargo, después van y consumen; toman una bebida en un mall, por ejemplo. Son protestas, pero muchas veces, por extremos que sean, no tienen banderas de lucha, simplemente es una rabia contenida que no tiene por qué. Eso es lo que a mí me interesaba plantear, incluso, ocurre con ciertas personas del mundo político, por ejemplo, donde se denominan de “centro-izquerda”, pero son financiados en parte por la derecha-derecha, que sean derecha y estén financiados con capitales de derecha está bien, pero ocurren casos como el de Soquimich, que financió a varios partidos y politicos de la nueva mayoria, quedando de manifiesto su doble estándar.
Retomando el tema de la encapuchada, ella está siendo raptada por una pintura, o este fresco en el techo y esa pintura tiene el caos. Está siendo abducida por el caos, porque es parte de ello y porque además proviene del caos. Así era la reflexión, después se puede generar muchos debates, porque evidentemente hay otros problemas más sublimes, pero eso emerge después en la investigación de cada personaje.
Hay crítica. Está presente la intención de generar reflexiones en el público ¿cómo abordas, desde el arte, todos estos conflictos sociales, culturales o políticos? ¿Qué esperas de ello?
La obra de arte es como un micrófono, un lugar donde puedo alzar la voz. Y la sala de exposiciones es como una tarima. Yo creo que en mi trabajo tengo la increíble posibilidad de hablar de temas que son convergentes, que socialmente involucran a todos los sectores y que es también global. Desde ahí me interesa plantear cosas, no en el sentido panfletario, sino desde ahí exponer mi postura. Empezar a jugar con lo absurdo de la sociedad, porque la sociedad nos permite divagar en cada locura, porque ya en sí es una locura esta sociedad como se maneja y desde ahí empiezo a plantear mis inquietudes.
No espero nada en particular, simplemente que la gente pueda compartir, reflexionar, observar la obra y tener sensibilidad con obras que también sean más cercanas al espectador. Que sean más transversales. Que todo tipo de espectador pueda contemplar o sentir algo con esas obras.
Creo que en mi trabajo tengo la increíble posibilidad de hablar de temas que son convergentes, que socialmente involucran a todos los sectores
¿Qué es el mal o el bien?
Evidentemente no existe ni un mal, ni un bien, porque depende de dónde uno esté parado. Para cierta gente el mal está en ciertas cosas y para otros, allí está el bien. No hay algo tan básico como decir uno más uno, son dos. Hay cosas que son más claras en el sentido social: hay millones de actos abominables de la sociedad, que son el mal; y también hay muchas actitudes preciosas, incluso muy anónimas, que son maravillosas. Pero también hay un submundo del mal y el bien, porque hay conductas que no desarrollamos si no las tenemos adquiridas. Si nosotros viviéramos solamente en torno al mal y al bien, sin tonos medios, tendríamos una vida semi-castrada. Hay cosas de principios pero en lo sublime, ya son cosas de cada uno.
Finalmente, en tu obra también se abordan ciertos tabús, ciertas costumbres y tradiciones. Se aborda la religión ¿por qué?
Me interesó en un período de mi obra, ya no estoy trabajando directamente con ese tema, pero cuando fue el caso del tema de la Iglesia, lo abordé desde el sentido de la Institución, no desde el campo de la fe, como ya lo he panteado en reiteradas ocaciones. Dicha institución ha quebrado muchas formas de pensar. No puede ser que en un país laico, por ejemplo, uno tenga que consultar al mundo eclesiástico para tomar decisiones, o para hablar de cosas a nivel país. Y eso ya es un daño.
La Iglesia ha tenido un comportamiento, como Institución, bastante deficiente y ha causado mucho daño históricamente y en el presente. Evidentemente, hay excepciones que son extraordinarias como en todos los ámbitos y todos los lugares y en todos los mundos y submundos.