Javiera Abdalah Urrestarazu tenía 23 años el 13 de Mayo del 2015. Javiera andaba rápido, era chiquita, entusiasta, sonriente y, en su espalda, parecía no pesarle una inmensa mochila llena con sus dibujos, sus cuadernos hechos por ella misma, sus pinturas, los objetos que inventaba, sus lápices, libros, papeles, ideas, sueños. Javiera andaba rápido, mirando, descubriendo y creando, siempre con pasión y sin descanso. Licenciada en Arte de la Universidad Finis Terrae, Ayudante de esa Escuela, becada en España, expositora en varias muestras, premiada como alumna y como artista, Javiera Abdalah Urrestarazu, “la más talentosa de su generación” (según la galerista y curadora, Carola Musalem), anduvo rápido por la vida: sólo tenía 23 años el 13 de Mayo del 2015, cuando su tiempo, breve, se detuvo.
Y, ahora, pensamientos de su “Memoria” la vuelven a acercar y podemos escuchar su presencia en su interés y preocupación por Santiago, su ciudad, que recorrió incesante y apasionada, sola y en sus paseos familiares =.
Se construye según la lógica del edificio como individuo que carece de relación y de compromiso con el sector geográfico donde está emplazado, sin asumir la historia que lo precede, sólo se instala ahí omitiendo cualquier intento de crear una totalidad en la que cada elemento se relacione de forma coherente con el otro cimentado desde antes. … . ¿Por qué no trabajar desde el error, en vez de fantasear inútilmente con lo que se debería haber hecho? Y en función de esto: ¿Cómo concebir la ciudad desde otra perspectiva que no sea la urbana? ¿A través de las ciencias biológicas y el arte, por ejemplo? (2-3)
Detenerse a observar como en Santiago, específicamente, a la altura de la mirada, las construcciones generalmente tienden a mimetizarse con el resto, pero arriba, en los techos comienzan a manifestar su verdadera actitud, relucen los errores, los cabos que quedaron sueltos, hay desniveles, volúmenes que sobresalen. En lo alto es donde está ocurriendo el asunto, la parte inferior o entrada es silenciosa y la superior habla e, incluso, grita, adquiere “personalidad”. Esto se hace evidente, sobre todo, en los sectores más antiguos de la capital, basta con observar Santiago Centro y abundarán los casos descritos: entradas serias y techos ambiguos. (7)
A ambos lados (del Palacio Pereira, en Santiago Centro) se encuentran dos edificios nuevos de viviendas, sin ningún estilo, sólo erigidos para albergar el número máximo de personas en el menor espacio posible. Hago referencia, principalmente, al que se encuentra adosado al palacio, con una entrada que trata de imitar el frontón del primero con sus respectivas columnas, pero es tan anacrónico el intento que no es posible ningún diálogo entre ambos edificios de distintas épocas y, más bien, surge un rechazo entre ambos: no se respeta ni el estilo de lo pasado ni el del presente. Lo interesante es que pueda existir un diálogo entre edificios que fueron ideados y cimentados en diferentes momentos históricos, lo cual no es posible si se intenta imitar ingenuamente al anterior: para que se complementen deben aportar con algo diferente, dando cuenta de una relación de sucesión puesto que el anterior fue necesario para posibilitar el imaginario actual. Surgir para potenciarse y no para imponerse con el objetivo de resaltar sobre el otro: entonces, la ciudad sería coherente. (11-12)
Me pregunto qué hay de interesante en una totalidad tan ordenada como Brasilia. Claro que es magnífica esta posibilidad de organización y coherencia; sin embargo, es mucho más sugestivo trabajar desde lo no resuelto, lo confuso y variable pues hay mayor posibilidad de interpretación y conjugación de sus elementos.
Indiscutiblemente, es interesante trabajar desde un lugar impredecible (como la Chimba), en donde no sólo una mente haya obrado para erigirla sino que muchos individuos, a lo largo del tiempo. Entonces, los errores se convierten en oportunidades para continuar creando porque inspiran nuevas formas que no hubiesen sido posibles de haber estado pensadas previamente y por un intelecto único. A pesar de que sea inevitable aspirar a ese control que el ser humano necesita ejercer ante su medio, no hay que irse al extremo de la destrucción, de borrar todo lo emplazado para comenzar desde cero, pretendiendo que así se podrá entender mejor la realidad en donde se está inserto: es necesario dar espacio a lo incontrolable a lo que es más grande y no se puede abarcar, como la ciudad. … . Sin embargo, en vez de intentar encontrarle una solución al problema, resultaría sensacional aspirar a crear formas que unan y dialoguen con la deformidad dominante, jugar a ser una especie de doctor Frankenstein y relacionar estos elementos, inevitablemente de un modo tosco, pero que, finalmente, funcionen y posibiliten la vida. (21-22)
[C]onsidero que, en primera instancia, es más valido disponerse a arreglar, es decir: poner en regla, regular, re-medir, remediar lo ya existente y … detenerse y pensar o, mejor dicho, re-pensar lo que no fue pensado correctamente, que acudir a la destrucción radical. … [T]ampoco puede haber una construcción estándar e inflexible: debe ser una construcción mutable… Es necesario proveerle, a la construcción, características desplegables, variables, extensibles, “abribles” y “cerrables”, que interactúen con el medio y las personas que lo habiten. (31- 33)
La persistente inquietud sobre los espacios que uno habita y sus diversas subcategorías (público-privado, subterráneo-elevado, interior-exterior, permanente-transitorio, etc.), me llevaron a representar lugares, con el convencimiento de que las personas que los habitaban podían ser mejor retratadas por la carga del lugar que físicamente. Me interesaba dar cuenta de una presencia en sitios ausentes de figura humana, por este motivo los proveía con colores infrecuentes en la realidad física, de modo que pudiesen situarse en una dimensión entre lo concreto y onírico. (53)