Mucha luz, un patio interior y olor a trementina es lo primero que se percibe al entrar en el taller de la artista. Está ubicado en una casa donde se encuentran 14 mujeres más con sus propios espacios, trabajando en sus creaciones. Hay diseño de vestuario, plantas, pinturas y grabados entre otros. Se unieron para crear un lugar común, con tranquilidad y en una atmósfera de amistad, donde han abierto las puertas al barrio varias veces, para hacer ventas y apoyarse entre ellas. Pareciera un lugar ideal para trabajar, y cuando existe el bloqueo mental de la inspiración, la ayuda es mutua.
La obra de Alejandra Delfau es sin márgenes, utiliza acrílico, óleo y tinta, además de técnicas mixtas. Parece muy contenta con el camino que está llevando, en formatos pequeños y grandes, mezcla imágenes de revistas con pinceladas intensas y rezumantes. Cada obra tiene una atmósfera propia, donde pareciera que el aire pasa por ella creando fondos algo difusos y paisajes irreales.

Tiene 34 años y el motor de su vida es el arte. Pero no estuvo dedicada a éste desde el comienzo, Alejandra estudió Administración de Empresas en la Universidad de Los Andes, una decisión no muy premeditada y que finalmente eligió por arbitrajes de la vida. Terminó la carrera y tenía un muy buen trabajo, dedicado a la producción de eventos y hasta a las exportaciones, pero el computador y la oficina le quitaba la energía y se sentía cada vez más perdida. Fue el momento en que dijo «basta», y decidió abandonar lo que estaba preestablecido para ella. Jugó con el destino y las oportunidades y puso una tienda de ropa en Santiago, tras nacer su segunda hija. «Siempre estuve muy ligada el diseño, desde chica, incluso preparé la Prueba de Aptitud Académica para estudiar Diseño en la Universidad Finis Terrae», comentó la artista.
De hecho, Alejandra tuvo la representación de la marca Complot en Chile, y por años hizo la colección formal para la marca Opposit, de la Multitienda Paris, además de venderle 5000 collares a Ripley. Más claro imposible, Delfau iba por el camino contrario de la Administración, pero todavía le faltaba algo. Decidió tomar clases de pintura con Verónica Allamand, y en ese momento supo que nunca más volvería atrás. Estuvo dos años con ella, desde el 2013, redescubriendo su técnica, soltando la mano. «He tenido la suerte que en las tres experiencias que he tenido profesor, me tocó que no me tratan de imponer su estilo», afirmó Delfau.

Cuenta que en un principio, Verónica Allamand le recalcaba que tenía talento, y que podía redescubrirse con la pintura. Con esto Alejandra comenzó su camino de autodescubrimiento, el año pasado se fue tres semanas a Miami a tomar clases con el artista argentino Pablo Contrisciani, quién más que enseñarle una técnica, insistió en que dejara de usar la pintura y el stencil sólo de una forma. «Estaba atrapada, no sabía qué hacer, incluso me quería devolver, pero Pablo me dijo: Aquí tienes dos brochas y seis colores, vuélate». Y así la artista salió de sus acostumbrados colores, beige y celeste, y comenzó a utilizar carbón, tizas, una paleta de colores más amplia y le perdió miedo al error. En diciembre del 2015 la invitaron a exponer en Spectrum, una exitosa feria en Miami, Estados Unidos, para prepararse tomó clases con Isabel Brinck, donde aprendió técnicas al óleo, creando libremente pero que también le iba corrigiendo y orientando en el tipo de pintura y calidad.
“Hoy es gratificante vender un cuadro, pero más me interesa crear y descubrir técnicas nuevas”

Es tanto lo que esta artista ha madurado creativamente, que en sólo tres años ya ha hecho trabajos como La Banca, para la Galería La Sala, ha exhibido en Galería Arte Mundo, participado en la venta nocturna de Ayuda el Arte que se realiza en el Hotel W, y en diciembre Spectrum. No puede dejar de pintar, el taller se ha transformado en su templo, y tiene un horario que se autoexige todos los días, para ella su trabajo es un privilegio ya que está consciente que en esta sociedad aún lo es trabajar en lo que apasiona.
«Me gusta que la gente disfrute mi trabajo y que sea accesible para ellos, que las personas lo tengan. Pinto todos los días o al menos estoy en el taller, es verdad cuando Van Gogh decía que la inspiración debe llegar cuando uno está con el pincel en la mano, no sacas nada con estar en tu casa y que ahí te pille».