Un tejido engorroso lo cubre todo. La idea de desenredarlo duele la cabeza, se torna imposible y casi frustrante. Los hilos se cruzan, mezclan, anudan, relacionan, cortan como en ocurre en las relaciones humanas. El entramado completo parece asemejar la complejidad de un enjambre que se da espontáneamente y, por lo mismo, sin orden, ni estructura. Entonces se mezclan los elementos que sujetan los hilos, aparecen o se esconden en medio del todo interminable que no acaba en la vista, ni se resuelve en la realidad ni la imaginación.
Son los puentes y encuentros de un espacio doméstico. Las uniones de elementos rutinarios que parecen iguales y, al tiempo, son tan distintos. Las instalaciones de esta artista de Osaka relatan una entorpecida red de comunicación: sorprendente al ojo, inabarcable a la interpretación.