Mientras se desempeñaba como diseñadora, Margarita tuvo la motivación de inscribirse en un taller de pintura. El curso, que duraría sólo unos meses, se convirtió en un proceso de intensa producción, que abrió un nuevo campo a experimentar.
Luego de titularse como diseñadora de la Universidad Católica, Margarita trabajaba en su agencia de diseño y estaba próxima a dar a luz a su primera hija. En ese momento, fue motivada por amigas a inscribirse en un curso de pintura. El taller dictado por Bororo duraría tres meses, pero culminó extendiéndose por un período de cuatro años.
Si bien en el colegio era dibujante, y sus trabajos en diseño daban cuenta de un criterio autoral, nunca se imaginó como pintora. Fue el impulso de ese taller el que la llevó a concretar pronto una primera muestra individual, en galería G.M. Arte durante el año 1999. Esa etapa de trabajo se caracterizó por referenciar ciudades, rostros y espacios un tanto más figurativos.
Sus estudios universitarios la ayudaron a componer y manejar el color, y según su percepción, en ocasiones la perjudicaron. La carrera había “corregido” la sensibilidad de su mano, había anulado la línea con carácter y la impronta hoy característica de su pintura. Aun así, la metodología de la disciplina le sirvió para ser rigurosa en el trabajo de taller para hacer que la práctica constante contribuyera en la definición de un lenguaje propio.
Posteriormente, y por varios años, asistió al taller de Concepción Balmes, para luego seguir trabajando bajo la tutoría de Arturo Duclos. De forma paulatina, Margarita logró compatibilizar la labor de oficina con la actividad en el taller. Este año remodeló su espacio de trabajo, convirtiéndolo en un ambiente amplio y luminoso donde pasa extensas jornadas pintando. Utiliza la tela sin bastidor, como si estuviera siempre a prueba con la posibilidad de modificar el boceto en el camino, aunque la mayoría de las veces ese croquis se convierte en obra. Dice no tener problemas en pintar acompañada, evidencia de su personalidad sociable.
Al hablar de artistas referentes, menciona a Mark Bradford, Gerhard Richter, Georg Baselitz y Anselm Kiefer; mientras comenta que le cuesta verbalizar la actividad pictórica, que se identifica con un proceso intuitivo, en donde su cerebro funciona desde el omóplato. Los grandes formatos, el acrílico, la luz, el color, las composiciones diagonales, y hoy, el horizonte, podrían caracterizar su quehacer.
A pesar de la abstracción que algunas veces ha clasificado su obra, para Margarita los cuadros siempre han sido paisajes y cartas. El mar es un elemento fundamental que da cuenta de su cercanía a la costa, la natación y los recorridos junto a su abuelo navegante. La relevancia de la escritura es un recuerdo de la diseñadora, que en sus palabras, hace de la caligrafía una brocha más. Este recurso gráfico tiene sentido en la acción, cuando se hace sin la necesidad de ser descifrado, cuando da como resultado una superposición de capas y gestos que constituyen la composición.
Su última exposición individual, llamada Retina, se realizó durante 2014 en galería Artespacio. Para ésta se propuso pintar el recuerdo de lugares, idea que surge mientras navega por los canales del sur de Chile. Así es como concreta un conjunto de obras cuyas manchas remiten al mar, “pinto el olor del lugar, pinto espacios que evocan situaciones conocidas”, señala. Cada obra fue titulada en idioma yámana ¬–que en sí significa “estar vivo”- como “Amachana” (Mañana) o “Taniri” (Frío). La artista se aproximó a esta lengua por su relación con el agua, el viaje y el tránsito, rescatando el origen y la intensidad del pueblo nómade.
Para Margarita, una muestra individual es una oportunidad de reinventarse. Esto se logra con un trabajo persistente que puede durar dos o tres años, que da espacio a la experimentación y la búsqueda de un nuevo sistema, siempre relacionado a vivencias personales. Sólo en esa labor introspectiva es posible encontrar en cada artista una nueva colección. El espectador de sus pinturas debiera identificarse o sorprenderse, sentirse frente a una ventana, lograr internarse en el paisaje, siempre lleno de lecturas y detalles que se van descubriendo de a poco.
Margarita actualmente está probando nuevos materiales; papel, huincha, tela y velas de bote, etapa que relaciona con un proceso de reconstrucción de la memoria. Para enero, tiene programada una muestra colectiva en la Universidad de Talca; para febrero, una exposición en París junto a otras cinco artistas chilenas. Y para 2017, una nueva muestra individual en galería Artespacio.