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Mostraron sus obras durante 2015 y como corolario de la envergadura de sus propuestas artísticas, fueron escogidos por 12 críticos como los nuevos talentos en las artes visuales en el marco de las actividades de la Asociación de Críticos de Arte, AICA. Curada por Ernesto Muñoz, la exposición titulada “Doce por doce” estará abierta al público hasta el 23 de enero en la Sala de Arte Las Condes.
Imágenes ©PPVG y cortesía de los artistas.
Al igual que los doce apóstoles, doce críticos de arte de Santiago, Valparaíso, Talca y Concepción fueron convocados para elegir a los doce artistas del año. El resultado: Doce por doce, una muestra colectiva de arte contemporáneo que se postula como “un panorama válido del estado del arte nacional”, según explica el texto que introduce a la muestra. Se trata de artistas que, en palabras del propio curador y crítico Ernesto Muñoz: “se han destacado por sus propuestas de envergadura” y en donde “el talento se impone y nos permite apreciar instalaciones llenas de códigos y contenidos (…) que empatizan con el momento que vivimos”.
Tal es el caso, por ejemplo, de artistas como Víctor Espinoza y Pilar Quinteros, elegidos por Pedro Zamorano y Pedro Labowitz, respectivamente. El primero presenta tres obras que ya son canónicas de su estilo, un bordado sobre tela vigoroso que semeja el frenetismo de un desquiciado pero que está firmemente controlado por las puntadas de quien sabe dibujar y pintar con hilo y con destreza. Pilar Quinteros, en tanto, exhibe sus réplicas a escala de 504-508, Casas de Irarrázaval –de madera tallada a mano y acrílico– y Ovni I, de cartón corrugado con base de madera terciada. En ambos casos, en el de Espinoza y Quinteros, se puede apreciar un estilo propio como consecuencia de reflexiones consolidadas dentro de su corpus de investigaciones artísticas.
Del material al espacio
La muestra integra no sólo diversidad de lenguajes –escultura, pintura, fotografía, video– sino también a destacados artistas de otras regiones del país, como ocurre con Dolores Weber, elegida por Sandra Santander, ambas de la región del Biobío. Las obras seleccionadas de Weber consisten en dos círculos, uno de poliéster negro y el otro de hilo de algodón blanco, que trascienden la bidimensionalidad sin llegar a la obviedad de la esfera. Y todo gracias a la particularidad de los materiales que le dan sustancia a las tres dimensiones, situando su obra dentro de la escultura experimental.
Un paso más allá es el que dan los escultores Pablo Villegas, Cristóbal Guzmán y Catalina Zarzar –elegidos por Jorge Salomó, Carlos Navarrete y Ernesto Muñoz, respectivamente–, quienes no solo se valen del material sino también de las sutilezas conceptuales que entrega el propio idioma. Estos tres artistas utilizan el título como recurso para configurar la lectura de las obras. Así, la cabeza de un hombre sumergida a media altura y escondida dentro del esquema de una casa esculpida es lo que propone Oculto, de madera enchapada en cobre y fundición de aluminio y fierro, mientras que la silueta de un hombre sin rostro es atravesado por peces en la sugerente obra titulada Tres tristes truchas. Ambas obras, de Pablo Villegas, contrastan con el concepto detrás de Eslabón, de Cristóbal Guzmán, una escultura en acero de más de dos metros de altura cuya textura juega con la luz y atraviesa horizontalmente el espacio con sus curvas. Un poco más allá, está la obra de Zarzar, Transeúntes, un vaciado en alquitrán de dos metros cuadrados que sorprenden al espectador desde el suelo. Cabezas y objetos cotidianos emergen como desde la quietud de un lago, pero sabemos que son eso, transeúntes, entes que están de paso, como los muertos descritos por Dante que se lavan en las aguas del Leteo.
En torno a la pintura
Imprescindible para todo artista es su reflexión en torno a la pintura. En las obras de Guadalupe Valdés, Sebastián Yrarrázaval y Ofelia Andrades, por ejemplo, se puede apreciar cómo reinterpretan la técnica y actualizan los géneros.
Hay, para empezar, un barco azotado por la fuerza del viento y del mar, un óleo sobre tela casi romántico titulado La Tormenta, de Guadalupe Valdés, la elegida de Isabel Cruz. Pero también es collage y es juego, pues en la esquina inferior derecha hay una firma y esa firma no corresponde a la de Guadalupe Valdés. Se ven, además, las huellas del bastidor, el vestigio del tiempo y retazos con manchas de cielo y mar.
En el Christus de Sebastián Yrarrázaval, por otro lado, hay un esbozo de cuerpo con torsiones imposibles y una corona de espinas que se prolonga más allá de lo verosímil. Un dominio del color, de las luces y las sombras como recursos expresivos que revindican la temática de la crucifixión, tantas veces retratada en la historia del arte. Hay, sin embargo, en el artista propuesto por Marilú Ortiz de Rozas, una visión sorprendentemente fresca.
Más explícito es Waldemar Sommer para hablar de su artista escogida, Ofelia Andrade. “Flamante brote realista”, dice de ella, que “sin abandonar la técnica tradicional del óleo sobre tela consigue decirnos algo nuevo a través de su temática”. En Alegorías I, por ejemplo, vemos a un grupo de modelos en bata que esperan a ser retratadas por el artista que nos da la espalda, totalmente concentrado en lo que intuimos es su obra. Un par de gatos completan lo convencional de esta escena, mientras que la expresión de los rostros y la técnica en la que fueron construidos se escapa de los códigos que nos entrega el realismo.
Identidad y globalización
Inversión, un video de nueve minutos, es lo que exhibe la artista Jo Muñoz, propuesta por Juan Manuel Martínez. En él se ven las manos de la artista desdibujando el mapa de las calles de Valparaíso que más adelante se superponen con imágenes calcadas de los cerros, las casas y las zonas portuarias que llevan el signo de la industrialización.
La ciudad Valparaíso, así como la obra de esta artista, reflejan muy bien los desafíos que señala Ernesto Muñoz en su texto introductorio: “Necesitamos arte que se integre a una globalización sin perder nuestra identidad y desarrollo como sociedad”.
Es lo que, a su modo, retrata el artista Andrés Durán, elegido por Gonzalo Leiva, en su obra Chile oriental. Fotografía de un restaurant chino cualquiera, en el que se exacerba la ficción de la escena urbana a través de luces de neón en un juego que roza la parodia. Un restaurant chino como símbolo de la identidad sincrética en un mundo globalizado.
En la serie fotográfica de Juvenal Barría, en cambio, se exploran –a través de pequeños formatos– “las posibilidades del género como ficción política a la vez que escenario de subversión”, explica Daniel Santelices, crítico que eligió a este artista, cuya obra se puede vincular fácilmente a los conflictos de identidad por tratar temas que son controversiales, retratando —por ejemplo— a Evo Morales, mientras él aparece como sirviente travestido.
Escenario de subversión, de códigos, materiales y géneros, de juegos simbólicos y diversidad es lo que propone Doce por doce, jóvenes promesas del arte nacional elegidos por críticos que, según Muñoz, “[confían] en su valentía al integrarse a un camino donde no se detiene la creación con todas su variantes”.
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They showed their work during 2015 and, as an important corollary of their artistic proposals, they were chosen by twelve critics as the new talents in visual arts in relation to the activities of the International Association of Art Critics (IAAC). The exhibition named “Doce por doce”, which was curated by Ernesto Muñoz, will be open to the public until January 23 in Sala de Arte, Las Condes.
Just as the twelve apostles, twelve art critics of Santiago, Valparaíso, Talca, and Concepción were summoned in order to choose the twelve artists of the year. The result: Doce por doce, a collective exhibition of contemporary art that stands as “a valid outlook of the national art status”. This is according to the text that presents the exhibition. According to the curator and critic Ernesto Muñoz, “These artists are outstanding because of their significant proposals”, where “talent prevails and it allows us to appreciate the facilities that are full of codes and contents (…) which empathize with the moment we live.”
Such is the case of artists like Víctor Espinoza and Pilar Quinteros, chosen by Pedro Zamorano and Pedro Labowitz, respectively. Víctor Espinoza presents three canonical works of his style. One of them is embroidery made on a vigorous cloth that resembles the frenzy of a mad person, but is totally controlled by the stitching of someone who knows how to draw and paint with thread and skill. Pilar Quinteros exhibits her scale replicas: 504-508, Casas de Irarrázaval (hand-carved wood and acrylic), and Ovni I, which is made of corrugated cardboard with a plywood base. In both cases, you can appreciate their own style as a consequence of established reflection that is within their corpus of artistic inquiry.
The exhibition includes not only a diversity of languages – sculpture, painting, photography, video – but also renowned artists from other regions of Chile, such as Dolores Weber, who was chosen by Sandra Santander. Both of them are from the Biobío region. The selected works from Weber consist of two circles; one made of black polyester and the other made of white cotton thread. They transcend the bidimensionality without the obviousness of the sphere. This is all due to the distinctive feature of the materials that give them substance to the three dimensions, putting this work with the experimental sculpture.
The sculptors Pablo Villegas, Cristóbal Guzmán, and Catalina Zarzar are one step ahead. They were chosen by Jorge Salomó, Carlos Navarrete, and Ernesto Muñoz, respectively. The sculptors use the materials and also the conceptual subtlety that language has. These three artists use the title as a resource to form the reading of the work. Thus, Oculto proposes a man with his head submerged halfway up and hidden inside of a sculpted house sketch. While the thought-provoking work Tres tristes truchas, which is wood plated in copper and aluminum and iron smelting, represents the shape of a faceless man who is being pierced by fish. Cristóbal Guzmán’s sculpture is made of steel and is two meters long. Its texture plays a role with light, which goes horizontally through the space with its curves. Villegas and Guzmán’s work contrast with the concept that is within Eslabón. We can also appreciate Zarzar’s work: Transeúntes. A two square meter tar dump that amazes the observer from the floor. Heads and daily objects emerge like the stillness of a lake, but we know that they are passers-by. These entities, which are passing by, are like the dead people (described by Dante) who have a wash in the waters of Lethe.
About the painting
For every artist, It’s indispensable their reflection towards painting. For instance, in the work of Guadalupe Valdés, Sebastián Yrarrázaval, and Ofelia Andrades you can see how they can reinterpret the technique and update the genres.
Guadalupe Valdés, who was chosen by Isabel Cruz, shows an oil painting made on an almost romantic canvas. It’s called La Tormenta and it represents a ship lashed by the fierce of wind and sea. This work shows a collage and interplay because in the lower right corner there’s a signature, but it doesn’t belong to Guadalupe. Besides, you can also see traces in the stretcher, remnants of time, and pieces with stains of sky and sea.
Christus, from Sebastián Yrarrázaval, shows the sketch of a body with impossible twists and with a crown of thorns, which are extended beyond the realistic. There’s control of color, light, and shadows as expressive resources that retake the issue of crucifixion, topic that has been painted so many times in the history of art. However, the artist proposed by Marilú Ortiz de Rozas demonstrates a surprisingly fresh vision.
Waldemar Sommer is more explicit when referring to the artist that he chose, Ofelia Andrade. “It’s a fabulous and realistic expression that, without abandoning the traditional technique of oil on canvas, tells us something new through its topic,” he says. For instance, in Alegorías I we can see a group of models with dressing gowns that are waiting for the artist to portray them. The artist turns his back on us and is absolutely focused on our feelings in relation to the work. A couple of cats finish the conventional part of this scene, while the expression of the faces and the technique, in which were built, are far from the codes of realism.
Identity and globalization
Juan Manuel Martínez proposed the artist Jo Muñoz, who shows a nine-minute video named Inversión. In the video you can see the hands of the artist blurring a map of Valparaíso streets. Then, the streets are superimposed together with traced images of the hills, the houses, and the dockland that have the symbol of industrialization.
The city of Valparaíso and the artist’s work reflect well the challenges that Ernesto Muñoz pointed out in his opening statement: “We need art that includes globalization without losing our identity and development as a society.”
The artist Andrés Durán, chosen by Gonzalo Leiva, portrayed this idea in his work Chile oriental. It’s the photograph of an ordinary Chinese restaurant, where the fiction of the urban scene is exacerbated by means of neon lights in a game that is close to parody. A Chinese restaurant used as a symbol of an identity in relation to syncretism in a globalized world.
Nevertheless, in the photo series of Juvenal Barría you can explore – through little formats – “the possibilities of genre as political fiction and as the scene of subversion,” explains Daniel Santelices, critic who chose this artist. His Barría’s work can easily link the conflicts of identity when dealing with topics that are controversial in Chile. For example, when Evo Morales was depicted as a transvestite servant.
Doce por doce is the scenario of subversion, codes, materials, genres, symbolic games, and diversity. These are young promises from the national art, that were chosen by critics who “(trust) their bravery when joining a path where creation with all its variants is unstoppable”, says Muñoz.
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