La artista chilena Paulina Beyer se inspira en la diversidad de paisajes que posee nuestro país para crear pinturas que ella llama “sanadoras”.
Imágenes cortesia del artista.
Paulina nació y estudió en Viña del Mar. Desde pequeña era muy creativa e hiperactiva, y necesitaba canalizar sus energías en algo que le interesara, por lo que se dedicó a las dos actividades que más disfrutaba: el arte y practicar deportes. A propósito de esto decidió estudiar Diseño Gráfico, y más adelante realizó estudios de cerámica y policromía, entre otros.
Los paisajes de su ciudad natal y también los del cercano puerto de Valparaíso, sumada a la variada geografía de nuestro país, han inspirado e influenciado sus creaciones: “Esas cajitas, esos cuadraditos con casitas y cerros, representan lo que creo que es Chile. Y lo que yo hago es mostrar ese Chile de extremos, y eso es lo que más me gusta de mi país: su geografía extraña”. Paulina retrata paisajes que se parecen mucho a los que tiene guardados en sus recuerdos y los incorpora a las ideas que surgen de su imaginación. Para ella, mirar a la distancia esos lugares e imaginarse sus historias es parte de lo que se plasma en sus pinturas. “En estos cerros y en estas casitas está todo el mundo, vive ahí, vive su historia. Entonces hay millones de historias dentro de esas casitas. Yo, en parte, soy el observador que está mirando, pero a la vez soy parte de eso”, explica.
La artista cuenta que la pintura es algo que la sorprende constantemente: “Abrir el lienzo y ver la sorpresa me cautiva. Creo que mi plasticidad se muestra más lo que es en grandes extensiones de lienzo. Aunque hay pequeños y grandes formatos. Me gusta crear y lo invento de acá”, dice mientras señala su cabeza.
Sus coloridas pinturas dan cuenta de una forma de ver el arte, pero también la vida y parte de lo que para ella ha sido su maternidad: “El color es parte de mi historia. Había una alegría, una inocencia, una niñez que la proyectaba a través del color. El color es mi reflejo del alma”. Esta idea de maternidad también se ve reflejada en sus esculturas, donde ella es la madre de sus creaciones: “Trabajo escultura y es bien curioso porque en ella trabajo figuras humanas que se van diluyendo. Siento que a través de mis manos voy dando forma. Me nace tocar esas personas que estoy creando, es darles amor. Es el cuerpo humano, muchos cuerpos unidos en ronda”.
Con acrílicos, esmaltes al agua y óleos, además de láminas de oro, plata o cobre, logra las “tonalidades de brillo” y crea imágenes que Paulina llama “sanadoras”. Hay en ellas una emoción que quiere transmitir al espectador: “Trato de expresar gratitud y amor siempre a la obra para que a la persona que la tenga en su hogar o la pueda mirar le entregue algo”, una energía positiva que se pueda sentir al observar la armonía con la que se mueven las imágenes de sus cuadros.
Sobre el arte y los artistas en nuestra sociedad actual comenta: “Hay muy buenos artistas, pero el arte se debiera mostrar más en el extranjero, porque es ahí donde los artistas le dan más importancia al arte. Falta gente joven que le tire el dinamismo. Espero que los jóvenes saquen nuestro arte para afuera, porque hay mucho potencial”.
Además, para Paulina el arte es una expresión del alma y agrega que le gustaría que el arte mostrara más del artista ya que, según ella, “el arte es un reflejo del interior” y es una forma en que para ella el arte trasciende: “Entregar un pedacito de tu alma a quien lo tenga”.
La artista piensa mucho en el receptor de su obra, ya sea en una exposición o alguien que la compre para tenerla en su hogar, por eso les transfiere algo de ella y quiere que: “Al ver mi obra te dé algo de paz, armonía, que den ganas de mirar cada vez más, buscar esa alegría que trato de imprimir en la obra. Que eso te llegue, que te dé calma. Eso es lo que busco a través del arte, que así como para mí es sanadora, que para los demás también lo sea”.