Chile cuenta con diversas instancias de reunión para artistas y sus obras. Sin embargo, no todos estos espacios van construyéndose con un entramado de creación artística tan perfecta, en donde obra, artistas y audiencia vayan de la mano. Hace seis años, en el mes de noviembre, nació fuera de los límites metropolitanos un festival de calidad suprema: el Festival Internacional de Fotografía de Valparaíso, FIFV.
El FIFV es una instancia de creación única. En donde los artistas de la imagen dedican diez días completos al trabajo de registro que nace para y por el FIFV. Son diez días en donde “la gran caja negra” está vacía y se va generando el camino del festival como un proceso de constante registro. Todo parte desde el trabajo originado en los diversos espacios que la curaduría de este festival establece desde su origen, algo que hoy es una tabla de mandamientos creativos: mirar y entender el mundo desde Valparaíso.
Desde el proceso de residencia, talleres y brigadas fotográficas, el FIFV se ha insertado a nivel nacional e internacional como un referente de excelencia fotográfica. Chilenos y extranjeros se dan reunión en el gran puerto chileno en un proceso creativo que no solo incluye artistas y obra, sino que trabaja, opera, construye y cura, con la pieza fundamental de toda creación: la audiencia.
Estos tres factores y el escenario natural que lo potencia hace que el FIFV no solo se convierta en un laboratorio de experimentación, creación y espacio expositivo, sino que también sea un catalizador como ellos mismos lo plantean en cada inauguración, de una producción hambrienta de registro, situándose en las experiencias estéticas cotidianas y rituales que forjan un hecho artístico/estético global.
De la mano de su director ejecutivo, el fotógrafo Rodrigo Gomez – Rovira, el FIFV se instala cada noviembre en el puerto de Valparaíso. Se instala desde un lugar con una identidad materialmente precaria a veces, pero con la fuerza de un registro potente, sensorial, y por sobre todo territorial. La fuerza del territorio es sin duda alguna la sangre que potencia este festival. Su geografía y emplazamiento hace de Valparaíso un lugar único para la construcción de espacios identitarios importantes, estableciéndolos como el puntapié inicial para el registro de todos los fotógrafos. La ciudad es finalmente lo que alberga todo este proceso creativo: residencias, visionados, exhibiciones, conversatorios, lanzamientos de libros, visionados de portafolios, brigadas fotográficas, laboratorio editorial, workshop fotográfico, bitácoras, departamento de prensa, documentar el proceso, mediación con la audiencia, y por sobre todo, la edición final en un documento/artefacto de todo este proceso.
Cada año fotógrafos de renombre visitan la estructura de este festival. Esta sexta versión tuvo la mirada en sus exposiciones centrales al fotógrafo español, Alberto García – Alix, quien no solo realizó una de las residencias con fotógrafos locales, sino también, la curaduría de ella, culminando con la exposición que por estos días se presenta en el Centro Cultural de España de nuestra capital.
El FIFV sin duda es uno de los eventos artísticos más importantes que tenemos. En su sexta versión, quizás la más aplaudida, demostró porqué es hoy por hoy un festival de talla mundial: es la reunión de una de las artes más inmediatas que existe, porque para trabajar contenidos y líneas de desarrollo en una exposición es necesaria una curaduría, porque para que un festival funcione en audiencia, éste debe integrarla y educarla, porque es un festival que se nutre de la creación de sus artistas, porque sus artistas piensan en que su arte debe ser siempre con mirada fresca, particular y constante, porque más allá de los egos legítimos en la creación, el arte también es colectivo, y su riqueza está en la posibilidad de pensar, comunicar, exponer y entablar diálogo colectivamente. Quizás estas características ayudan a entender por qué hoy la fotografía como arte es una de las favoritas en nuestro país, contando con un conglomerado talentosísimo de creadores y de obra contundente.
El FIFV es un festival que hoy está en todos los cerros de Valparaíso, en todos los rincones de sus bares, comedores, hostales, mercado y calle. Asimismo en reductos culturales e institucionales. Su importancia radica y radicará en la constante pregunta sobre el registro fotográfico, y cómo vincular ello a todas las posibilidades que el territorio de Valparaíso genera para pensar o reflexionar el mundo. O mejor aún, pensar el mundo simplemente, desde tu casa. Tenemos señoras y señores, Festival Internacional de Fotografía de Valparaíso, FIFV, para rato.