Intento testimoniar mi adolescencia a través de la pintura, con ella he logrado expresar y explicar mi punto de vista (auto) crítico de nuestra identidad actual”.
Imágenes cortesia del artista
En este último aspecto me gustaría detenerme. Antes de conocer su trabajo, varios comentarios llegaron a mis oídos: “Él no hace nada nuevo, es la copia fiel de su padre”. Ahí descubrí que era el hijo del artista Lázaro Saavedra (Premio Nacional de Artes Plásticas en el año 2014). Sin embargo, al analizar detenidamente las obras del “Lachy”, pude darme cuenta de que su padre conceptualmente no está presente, el fantasma de Saavedra se halla sutilmente en temas como el humor y la ironía, dos elementos que siempre estarán exteriorizados en las producciones de este novel creador.
Entender su producción es comprender a su generación; una hornada de jóvenes que se encuentran enajenados de todo lo que sucede a su alrededor. “Intento testimoniar mi adolescencia a través de la pintura, con ella he logrado expresar y explicar mi punto de vista (auto) crítico de nuestra identidad actual”, comenta el artista. No le interesa desvirtuar la realidad, lo plasma en sus telas como lo piensa, todos los elementos que lo integran están colocados en el lugar que le corresponde. Nada sobra, su pincel se detiene en el lugar preciso, lo inacabado es parte de su obra y del grupo plástico en el que se desenvuelve. ¿Es que la nueva generación de creadores, los nacidos en los noventa, nunca finalizan lo iniciado? ¿Es una generación vacía de concepto? ¿Solo les preocupa el cómo vestirse y que música escuchar para estar a la moda? ¿Viven en una historia utópica sin fin? Estas interrogantes, en disímiles ocasiones, formaron parte de mi pensamiento central, sin embargo, cuando comencé a establecer un diálogo directo con las obras de Lazarito, todo quedó en mi mente más claro.
Hablar de su pintura, en mi opinión, es hablar de bad painting en el contexto de la producción pictórica actual. Como él, existen otros que, abogan o prefieren jugar con lo figurativo, el trazo libre vinculado con el neoexpresionismo, combinar técnicas y fuentes históricas, y manifestar sus ideales e imaginaciones más personales. Así encontramos los cuadros Mi Generación (Parte I y II), dos telas en las que se encuentran personajes icónicos como Elpidio Valdés (dibujo animado popular en Cuba), Mickey Mouse, Mario Bros, Marilyn Monroe, y marcas como Coca-Cola y Lucky Strike; asimismo, aparecen hongos, cigarros e imágenes que aluden al universo porno, que nos quiere decir el artista, que la vida para que sea un carnaval hay que disfrutarla “fumando” y al ritmo de la electrónica. Como un explorador nato, apreciamos su gusto por indagar en la cultura popular (digamos hipster y underground) y en el lenguaje comercial de los clips internacionales, principalmente representar los nuevos gustos musicales que se imponen de los Billboard Hot List, lista muy seguida por las generaciones actuales cubanas. Sus obras, en esta ocasión, son de un ambiente estridente en cuanto a color y forma, hace uso del collage y del dripping, y agrega dosis de humor que a veces roza lo sarcástico; de esta serie destacar Roar (Katty Perry), Scream (Usher) y Lucky Strike (Maroon V).
Lázaro Saavedra Nande sabe lo que quiere. Sus últimas preocupaciones giran en torno al universo militar y utiliza como medio de expresión la performance. No obstante, nunca dejará de pintar, porque esto –lo digo muy en serio– lo hace bien. Quien lo conoce sabe de lo que hablo. Auguro un buen futuro para este joven creador que avanza con pasos agigantados, escuchando su música favorita y tratando de imitar los pasos de un gran bailador como su hermano.