Imágenes cortesía de la artista.
“Soy colorista, el color ha sido siempre un imán en mí” es la frase que describe el punto de partida de la obra de esta artista chilena. Julita Luco, de profesión diseñadora, quien se ha dedicado por completo a la pintura en los últimos 19 años.
«Para la artista no hay límites, ni en el formato ni en el espacio donde trabaja. Si su obra pudiera sintetizarse en una palabra, ésta sería libertad».
El color es su aliado, siempre está concentrada en lo que el color puede decir, a través de sus infinitas herramientas con una calidad e intensidad cromática insuperable. Es ahí donde parte el proceso creativo de Julita Luco, haciendo que el color sea fundamental en la composición de su obra con mucha fuerza y decisión. Activa, espontánea, libre. No lo piensa mucho, ejecuta, pinta, mancha, se atreve. Todos estos años de trabajo y de riguroso oficio, constatan su fascinación por el arte y la pintura.
El arte es una forma de vida, de expresión, no es solo una disciplina hecha a la perfección, sino que es también un lenguaje, una manera de expresar sus emociones, vivencias. La artista hace de su diario vivir, un registro, como si fuera un registro fotográfico, de imágenes que quedan plasmadas en su mente, para luego, cobrar vida en el lienzo. Es, como ella explica, “una fuerza interior”.

Trabaja también con fotografía. A través de ella, busca crear, desde otro plano, quizás diametralmente opuesto a la pintura, pero perfectamente compatible. Siempre está soñando, creando, y en la fotografía lo hace a través de los elementos que captura. Son éstos los que más tarde servirán de inspiración en sus trabajos pictóricos.
Para la artista no hay límites, ni en el formato ni en el espacio donde trabaja. Si su obra pudiera sintetizarse en una palabra, ésta sería libertad. Trabaja al aire libre, fuera de las cuatro paredes que podrían limitar su espacio y quehacer.
Julita es libre en ejecución y temática. No existen conceptos preconcebidos. Simplemente acude al gesto espontáneo para dar vida al color que se mezcla con el agua, carbón, pigmentos y el acrílico. Trabaja con grandes formatos, donde los márgenes no existen como tampoco existen en su cabeza.
La pintura de la artista está relacionada directamente con su vida, con sus propias etapas personales, con el día a día, las distintas experiencias, sensaciones, el movimiento, la calle, los colores, el cemento, los edificios, la ciudad, la naturaleza, lo rápido, lo lento, la gente, lo que sucede, lo que se detiene, y que muchas veces no somos capaces de capturar.

Buscando llenar el espacio que le dan sus lienzos de gran tamaño, Julita espontáneamente expresa formas a través de la mancha. Tímidamente salen desde el color y la transparencia, para dar vida a alguna forma, algo que sugiera lo que su mente ha captado en el registro periódico de sus vivencias.
La mancha cambia, deambula por un rincón y otro, buscando el lugar y momento para detenerse y quedar impresa en el lienzo. La obra se convierte en un constante cambio, movimiento, donde también existe algo de azar, de descontrol y de libertad.
Este año ha sido de mucho trabajo pictórico para ella. Ha participado en distintos proyectos que implican distintos desafíos. Actualmente la artista se encuentra participando de una exposición colectiva Sabores de nuestro mar y tierra –con la obra llamada Caleta Portales– en Casa Errázuriz, en Reñaca, junto a 19 artistas, los que trabajaron en torno a este gran tema.
Y para finales de este año Julita se encuentra trabajando para una futura exposición, de la cual sabremos más en el futuro.