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Imágenes cortesia del artista.

Hay artistas que es difícil de encasillar en cierta técnica o temática por la multidisciplinaridad de su producción artística. Este es el caso de la artista Erika Haardt, quién declara: “No soy una pintora de una sola temática y una sola técnica”.

Erika Haardt tuvo sus primeras experiencias en Concepción, al sur de nuestro país, a los once años, de mano de la profesora Gabriela Cruzat. Desde pequeña su condición de artista se manifestó a través de dibujos figurativos y anecdóticos.

Con el pasar de los años su interés fue creciendo por lo que, al finalizar sus estudios en el colegio, inició su formación formal y, como muchos jóvenes provincianos, tuvo que cambiar la naturaleza y la simplicidad del sur por el caos de Santiago, ingresando a la Escuela de Arte de la Universidad Católica. Al terminar la licenciatura, Erika sigió profundizando en la disciplina y profesionalizando su oficio a través de talleres de color y técnicas diversas.

Durante su proceso de aprendizaje tuvo la fortuna de encontrarse con grandes maestros de la pintura chilena, como lo son Eduardo Vilches, Gonzalo Cienfuegos y Sergio Montero, cada uno de ellos influenciaron en las técnicas de la artista, desde el color a la representación.

Su trabajo está carecterizado por la diversidad, en primer lugar, de la técnica ya que varía de acuerdo a la necesidad de cada obra, utilizando las ventajas que le pueden entregar cada material dependiendo de las cualidades que estos posean.

En segundo lugar, la diversidad de temáticas, las cuales varían al igual que sus propias experencias, como comenta la artista: “En un principio, pintaba desde mi imaginación escenas llenas de personajes irreales. Después, por muchos años, trabajé a partir de modelos reales, y actualmente trabajo a partir de fotografías tomadas por mí. Me voy encontrando con las temáticas. Si algún hecho me emociona puede terminar en un cuadro. Si un color me obsesiona, será ese color el que irá en la proa del cuadro”.

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© Erika Haardt

El color es fundamental para la obra de la artista, lo que la ha llevado a profundizar sobre su teoría y práctica. Este cumple la función de configurador de obra, ya que es por medio de esta herramienta que Erika arma sus trabajos, con pinceladas rápidas y certeras, como señala: “No dibujo. Pinto, armo lo que sea con el pincel y el color”. El resultado final son obras que cataloga como expresión pura, buscando a través de esta, representar sensaciones personales que el espectador contemple y que luego pueda decodificar, entender lo que se quiere transmitir con cada pintura, siendo para ella el mayor logró que puede alcanzar como artista “el que alguien le gusté tanto un cuadro mío, que se lo quiera llevar a su casa para seguir contemplándolo”.

Al ver sus obras y estudiar sus fundamentos, no es de extrañar que nos evoque a los primeros pintores modernos, los impresionistas y expresionistas. Con los primeros comparte un punto fundamental dado por su origen sureño: la cercanía con la naturaleza. “El Impresionismo, se hace presente en la resolución de mis retratos y cualquier objeto o paisaje que represente a plein air, sólo tengo que copiar lo que veo a la hora del día que elegí pintar”. Con los segundos, comparte aún más, ya que su obra, como fue mencionado, la califica de expresión pura, por lo que su visión subjetiva se estampa en la tela a través de formas y colores.

La pintora ha creado a partir de la improvisación un estilo inconfundible, que se destaca por pinceladas cortas de diversos colores, que se mezclan con pinceladas más fluidas para crear espacios pictoricos que fueron contemplados por la artista y que nos devuelve procesados por la misma, pero expresando desde sus propia experencia, desde la sensaciones.