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Imágenes cortesia del artista.

La artista chilena Marcela Carvajal ha pasado del diseño al arte, y del trabajo en cobre al grabado ecológico utilizando cajas de tetrapack, cuyo resultado plástico es muy similar al grabado tradicional. Además su matriz también puede formar parte de la obra de arte.

«Yo soy una artista de cobre”, asegura. Pero desde hace seis años que ya no lo trabaja. Lo cambió por un grabado más ecológico».

“Mi pasión siempre ha sido el grabado. Nunca dudé de que iba a ser grabadora”, dice Marcela Carvajal desde su taller en la cordillera, rodeada de árboles. Después de haber estudiado Diseño durante tres años en la Universidad de Chile, decidió cambiarse de carrera, motivada, en gran medida, por sus mismos profesores: “Marcela, eres súper matea pero no eres diseñadora. Eres artista plástica, la funcionalidad del diseño de interiores y muebles, no es lo tuyo”, le decían.

Ya en la licenciatura en Arte, se dedicó a experimentar con el cobre. Con otros materiales también, pero sobre todo con el cobre: un metal noble, blando, fácil de trabajar, con algo de “escultórico”. “Yo soy una artista de cobre”, asegura. Pero desde hace seis años que ya no lo trabaja. Lo cambió por un grabado más ecológico, utilizando cajas de tetrapack como matriz. Ya no podía seguir contaminando el planeta con los materiales tóxicos que se utilizan, y aunque confiesa que “echa de menos la nobleza del cobre”, asegura que lo volvería a ocupar sin elementos tóxicos de por medio. Fue así que investigando descubrió que el resultado plástico del tetrapack es muy similar al cobre y que la matriz también puede usarse como obra de arte.

MARCELA CARVAJAL manorganica copia

Hoy Marcela Carvajal tiene la libertad de “subir” a su taller —al cual se accede por una escalinata empedrada—, sentarse y no hacer nada. Pueden pasar meses así, pues su proceso creativo es interno: parte en su cabeza. Y tras “procesar” durante un tiempo, no le cuesta nada traspasarlo a la plancha, sin necesidad de bosquejos. Por eso, dice producir poco y no llevarse bien con el “tema comercial”.

Y es rigurosa. Siempre sube a su taller. Menos los lunes, que es un día “doméstico”, según ella. Hace arreglos en la casa, ordena, hace compras. Disfruta cocinarle a su familia, a su marido y a sus tres hijos. Pero no siempre tuvo esa libertad. Después de casarse, a los 26 años, tuvo que trabajar: como ejecutiva de una empresa papelera, como asistente, como secretaria. Y vivió así, fuera del mundo del arte, por 15 años. Aunque no del todo desvinculada, pues arrendó su primer taller en Bellavista junto a unas amigas y al que iba por las tardes —con su primer hijo en coche— a dibujar y experimentar con el grabado. Investigar, siempre investigar.

Recuerda haber tenido una infancia bastante privilegiada, con una familia ilustre: su abuelo materno fue vicerrector del Instituto Nacional y parte de la Generación del 13; mientras que su abuelo paterno fue fundador de la Escuela de Ingeniería y Arquitectura de la Universidad Católica.

Fue la menor de seis hijos pero se crio casi como hija única, pues sus hermanos comenzaron a hacer sus vidas en el extranjero cuando ella apenas cumplió los 10 años. Era sociable y deportista. Practicó vóleibol, gimnasia rítmica y esquí.

© Marcela Carvajal

© Marcela Carvajal

Hoy es vegetariana y toma flores de Bach. Y sucedió que, mientras se preparaba emocionalmente —y se “limpiaba energéticamente”— para un viaje a la India, en una sesión de Reiki, sin saber por qué, estalló en llanto. Meses después, el diagnóstico era este: cáncer. Para Marcela, no obstante, esto no es más que un dato. “Si yo no tuviera secuelas físicas, ni me acuerdo”, asegura. Pero inevitablemente hay un antes y un después. Vivir el día a día: esa es su filosofía. “Con suerte sé lo que voy a hacer mañana”, cuenta.

Hace unos meses Marcela volvió a tocar las planchas de cobre. Tomó tres obras que eran parte de su proyecto —Vínculos de identidad urbana— y las intervino. El proyecto, iniciado en 2007, consistió en el registro en grabado de las manos de 180 familias de 20 comunas de la Región Metropolitana. Hubo una gran exposición en Estación Mapocho y un documental, pero Marcela nunca sintió que ese proceso hubiese concluido.

entredos

Hoy, Vínculos de Identidad II, dirigido por la Académica y doctora en Filosofía Roa María Droguett Abarca, y curadora del proyecto, se cerrará y se caracterizará por la conformación de pequeñas muestras nómades de obras transfiguradas, esto es, de planchas que en tanto matrices, representan nuevos imaginarios. Luego del «viaje» (cruzando comunas), la muestra rodante se instalará en espacios de alta circulación, donde la gente será guiada a una experiencia de apreciación y resignificación. En acuerdo con las personas, las obras se instalarán en un lugar elegido, «marcándolo» de sentido.