Imágenes cortesia del artista.
El artista chileno Andrés Billikopf trabaja la pintura y la escultura desde el impulso y la experimentación. Para él la expresión artística nace desde sus entrañas y es algo que se debe vivir más que pensar.
«Es el inconsciente el que da el empujón a la creación, es algo intuitivo, donde se mezcla el consciente con el inconsciente»
Andrés Billikopf es un artista joven que, con 28 años, ya se encuentra dentro de la nueva camada emergente de las artes visuales. Estudió Licenciatura en Artes Visuales en la Universidad Católica, de la cual egresó en 2009, y se ha desempeñado en varias áreas como la pintura, video, escultura, fotografía, grabados y dibujo.
Hoy se dedica sólo a la pintura y la escultura, aunque afirma que no se cierra a trabajar, en un futuro, en otras formas de arte como, por ejemplo, el cine: “Estudié dirección de Arte y también colaboré en un proyecto desde esa disciplina. No tengo las puertas cerradas al cine, ni a incorporar nuevos conocimientos en mi obra”.
Billikopf cuenta que fue en la universidad donde pudo experimentar otras áreas de las artes, como la performance: “Ahí conocí todo el tema de la performance, el arte conceptual. Me metí un poco en eso, pero pienso que es algo que en la historia ya pasó, su momento fue importante, rompió y nos dio la posibilidad de hacer arte con lo que quisiéramos. Me gustó hacerlo, pero prefiero más lo manual, lo concreto”.
El gusto por trabajar con sus manos, donde puede moldear los materiales otorgándoles distintas formas, es algo que Andrés aprendió desde temprana edad. Sus padres no eran muy ligados al arte, pero siempre motivaron el desarrollo de las manualidades en sus ocho hermanos: “Cualquier tipo de regalo que nos daban siempre eran lápices, croqueras, greda, plastilina, pintura, pinceles, estekas”.
Fue gracias a ello que decidió estudiar arte, carrera que le permitiría expresarse libremente y que, además, podría echar a correr todas las ideas que rondaban por su cabeza. Sin embargo, al momento de tomar una decisión, no tenía claro con qué identificarse. “Cuando entré a la universidad principalmente me gustaba la escultura y pensaba que me podía dedicar a eso, también me gustaba mucho la madera, pero no tenía muy claro qué me gustaba. En temas manuales, la universidad enseña poca técnica, aprender a pintar o hacer una escultura sólo es práctica. La Universidad entrega un enfoque más conceptual que práctico. La academia se dedica a pensar mucho el arte, en vez de hacerlo”, afirma.
Por ello, Andrés pone en cada una de sus obras lo que le nace desde sus entrañas: “Vivo el arte más que pensarlo”, sentencia. Sus pinturas y esculturas no nacen desde lo conceptual, sino que surgen de manera natural, sin bocetos ni ideas preconcebidas, sólo desde lo que va sintiendo, tal y como señala: “Me dejo llevar por lo que voy sintiendo. Siento que las pinturas y esculturas me están diciendo cosas, que me hablan”.
Billikopf afirma que ese estado de lucidez que incorpora en cada nuevo proyecto se debe gracias a la representación de su inconsciente en estado puro: “Es el inconsciente el que da el empujón a la creación, es algo intuitivo, donde se mezcla el consciente con el inconsciente. Nunca se cierra la conversación con el arte, es un diálogo abierto desde el imaginario de cada artista”.
Esta forma de trabajo está presente en las dos áreas que cultiva, la pintura y la escultura, pero cada una con sus códigos propios: “En la pintura voy tirando colores que me gustan, de cualquier forma. Aprovecho los accidentes en la pintura, trato de acentuarlos y ahí va apareciendo la obra. Pero en la escultura no es igual, ya que tiene forma y eso es lo que captas. En mi caso respeto la forma, voy puliendo y cortando, pero trato de mantener su forma original, siempre desde lo que voy sintiendo. Las decisiones conceptuales en la escultura las hago siempre al final de la obra”.
En su nueva exposición individual, titulada Cuerpos de árboles muertos, Andrés sigue el camino de la escultura en madera. Pimientos, nogales, peumos y pinos, cada uno con su forma particular, recogidos desde la calle o cortados por estar viejos y enfermos. Árboles que, según el escultor, poseen un micro mundo en su interior. “En el caso de la escultura, lo que hago generalmente es recoger troncos de la calle que llegan, ni siquiera los busco, paso, lo veo y me los llevo, siempre por su forma, eso lo que me llama la atención. Trato de no recoger los que tienen forma cilíndrica. También me gusta que estén podridos, porque eso, en el fondo, es un diamante en bruto, ya que debajo de hay una forma única. No tiene una forma predefinida”.
Esa búsqueda de la obra única se siente al visitar la exposición en la Galería Oops, en Barrio Italia. Esculturas con formas de pelvis, herramientas, orejas o mitosis, suspendidas en el aire desde donde se puede apreciar su totalidad. En algunos casos incluso hay troncos que tienen más de una figura, lo que le da un aura tridimensional, que juega con la perspectiva y el fondo.
Luego de terminar con este último proyecto, Andrés ya está pensando nuevas ideas. En la escultura cuenta que le gustaría armar una exposición donde pueda juntar varias obras en una sola: “Estoy considerando suspender esculturas, hacer una exposición que sea una sola escultura, pero que involucren varios pedazos de madera que estén todas unidas, de una forma sinuosa. Eso me atrae mucho, creo que es el siguiente paso en la escultura”.
Por otra parte, adelanta que en la pintura le gustaría volver a sus inicios, donde jugó más con el color y con lo abstracto, a su vez tampoco descarta mezclar ambas técnicas nuevamente: “He mezclado las dos áreas, pintura y escultura, la experiencia fue muy buena. Hice siete esculturas pintadas, trate de hacer que ambas cosas confluyeran integralmente y los resultados fueron muy buenos, creo que es algo que me gustaría seguir desarrollando en un futuro”.