Contar historias es parte intrínseca de su profesión como periodista. Pero para la artista visual chilena Mari Grisanti, contar historias también es la esencia de cada una de sus obras, que tienen un camino propio que se traza a punta de movimientos suaves que van hacia un lugar, hacia un momento que tiene un comienzo y un final, que tienen sentido y ser.
Desde su infancia, Mari Grisanti ha estado en contacto permanente con el arte y, mientras estudiaba periodismo, se inscribió en distintos talleres de pintura, la disciplina que la apasiona. En sus comienzos pintó con óleo, muy figurativo, además de realizar retratos que parecían fotografías. Dice que, de a poco, se fue “deconstruyendo”: “Me fui desordenando, me puse más abstracta para pintar. Yo pinto abstracto con un poco de figurativo y técnica mixta. Uso la técnica mixta de acrílico, carboncillo, textura y, en algunos cuadros, lo que he estado haciendo en los últimos años es el traspaso fotográfico, una técnica en que se traspasa la tinta de una foto y tú ocupas parte de esa imagen y la incorporas en el cuadro”. Por ello, ahora siente que llegó a un punto medio, donde mezcla ambos estilos. Que su arte ha ido madurando, aprendiendo al juntar elementos y técnicas y descubriendo la tranquilidad de las veladuras en el lienzo rectangular, el soporte que más le acomoda.
Las fotografías se mezclan en sus cuadros en sincronía con el uso del acrílico con agua; las espátulas marcan trazos sobre trazos que llama su propio proceso reflexivo donde, al observar con detenimiento, se observa la utilización de varias capas de pintura aguada que van moldeando formas, objetos y personas que se visibilizan modestamente, pero no son claras.
Éste es el juego de colores que fascina a Mari Grisanti, el cual ha ido enriqueciendo y perfeccionando a través de talleres y trabajando día a día en su arte. En su taller sólo está ella. Es ese espacio único donde puede estar en silencio y donde se conecta para poder expresar. “Es increíble cómo sirve como terapia, para relajarse, para desconectarse. Cuando tú pintas harto y estás relajada, o estás contenta, o inspirada, fluye muy bien; y si estás triste o enojada o complicada, tuviste un mal día, eso se refleja en lo que pintas. La pintura queda más apretada, más tiesa, se nota, no puedes fluir más”.
A la artista le interesa que el observador, al ver su arte, vea que hay algo lindo, algo bello y armónico pero, a la vez, que el cuadro tenga un sentido plasmado en la elección de colores con algo figurativo, como el contar una historia a través de los colores, que acercan a una determinada emoción.
Uno de sus motivos favoritos es el globo aerostático, desde hace muchos años. Y aunque nunca se ha subido a uno, le encantan los viajes en globo, esa sensación única de viajar tranquilo, por el aire flotando y en un atardecer.
Alegre y apasionada por su trabajo, encuentra inspiración en un sinfín de elementos: su familia, situaciones cotidianas, paisajes, colores que ve una vez y quedan grabados en su memoria, objetos y mucho más. Sin embargo, enfatiza que la anhelada inspiración también tiene que ver con uno mismo: “Tiene que ver con un estado de apertura a recibir esas cosas, porque tal vez puedo estar en el lugar más lindo, estar viendo el mar más lindo de mi vida, pero los sentidos y el alma están cerrados y no lo veo; cuando tengo la percepción abierta, viendo un árbol que está completamente florecido o una simple esfera de vidrio, que tiene un color que llama, esa es la inspiración que viene desde dentro”.