Imágenes cortesia del artista.
Hace casi dos años Guillermo Grebe tomó una decisión radical en su vida. Después de 25 años trabajando en el mundo publicitario y como docente de Dirección Audiovisual y Publicidad, comienza un nuevo camino retomando la práctica artística, que había abandonado en su juventud.
«Me interesa lo que pasa con el pop como movimiento de mass media y lo que moviliza a los artistas pop, más que sus resultados”
Desde su infancia, el artista Guillermo Grebe tuvo un gran interés por las artes plásticas. Era el prototipo de estudiante en el colegio “bueno para dibujar”, como recuerda, y por eso, al terminar su etapa escolar, decidió estudiar en la Escuela de Arte de la Universidad de Chile. Sin embargo, antes debió pasar el primer obstáculo: alcanzar un puntaje acorde a lo que exigía la carrera, cosa que lamentablemente no sucedió. Grebe no desistió y asistió a las pruebas especiales de la universidad, sin pasar desapercibido por el director de la carrera, quien se dio cuenta que no se encontraba en la lista de seleccionados. Al ver su trabajo, el profesor decidió que el joven Grebe terminara la prueba y le dijo que si “corría” la lista de seleccionados podría ingresar a la carrera de sus sueños. Esto sucedió en los primeros años de los ochenta, cuando Grebe, al fin, pudo pisar la Universidad de Chile como estudiante de Artes Plásticas.
Sin embargo, el destino se encargaría de llevarlo por otro camino. A fines de los ochenta, Grebe se incorporó a una importante agencia de publicidad como asistente de dirección y, luego, como director creativo, lo que le permitió desarrollar su lado artístico pero bajo un formato que, en sus palabras, “responde a primicias que no son de libre albedrío, a diferencia del arte”. Durante los 25 años que se dedicó a la publicidad, Grebe no dejó de lado el pincel, definiéndose a sí mismo como un “pintor de domingo”.
A fines del 2013, las circunstancias le permitieron dedicarse totalmente a la pintura y comenzó a crear sin descanso y, después de un arduo año de ensayo y error, consideró que ya tenía un lenguaje propio y había alcanzado un nivel técnico que le permitía exponer sus obras.
Recuperar los años no fue fácil, como describe Grebe: “Fue muy brusco, porque me di cuenta del tiempo perdido”. El primer paso para incorporarse a la disciplina artística fue trabajar la técnica y luego involucrarse más en la escena artística chilena. Se contactó con curadores, galeristas y artistas, lo cual le permitió encontrarse con talentosos colegas, algunos de ellos ex compañeros de universidad y otros más jóvenes.
Pero también se encontró con los obstáculos de ser artista en Chile, como son las complicaciones para exponer en galerías. Para Grebe, el mercado se ha vuelto el protagonista y ha degradado las relaciones entre artista, curado, coleccionistas y galeristas. Afirma que a pesar del protagonismo del mercado “no hay venta de arte en Chile y, si hay, no se paga lo que vale la obra. Hay pocos coleccionistas y compradores, los cuales van a comprar una obra que esté de moda, y no necesariamente la obra diga algo más allá de lo común. Creo que tenemos un atraso importante, habiendo mucho talento en nuestro país”. Sin embargo, a pesar de esta visión, asegura que existe gente con muy buenas intenciones, preocupados de apoyar y difundir tanto el arte como a los artistas.
La obra de Guillermo Grebe se caracteriza por incorporar el surrealismo, el cual, según el artista, está en toda la composición del relato como un dato importante: “Hay algo en el cuadro que hace que la conclusión no sea tan fácil, y ese algo es de carácter surrealista”. En sus trabajos también aparecen elementos propios del pop art pero, según cuenta, toma esta corriente como parte de un referente. “Me interesa lo que pasa con el pop como movimiento de mass media y lo que moviliza a los artistas pop, más que sus resultados”, afirma. Además, la pintura clásica también ha sido un componente que ha influenciado su trabajo, sobre todo la obra de los realistas.
Así, sus escenas representan momentos inconclusos, congelados en un tiempo y espacio determinado, del pasado o presente, basado en una gran variedad de referentes de la literatura, que contienen códigos directos y figuración, elementos que ayudan a los espectadores a entender este complejo mundo rápidamente, en concordancia con la época en que vivimos, lo que él llama una pintura popular, aunque su contenido sea a veces complejo.
Respecto de su proceso de producción, Grebe explica que tiene una elaboración muy cuidadosa, ya que primero realiza una búsqueda de referentes para crear un concepto que guiará el fundamento de la obra y, luego, un trabajo de fundamentación. Una vez finalizada esta etapa, crea una composición previa a través del uso de programas computacionales y del collage, que posteriormente traspasa al bastidor.
Hoy, Guillermo Grebe aún trabaja sin descanso para recuperar esos años que siente perdidos, pero que sin duda han influenciado en la obra que realiza, desde lo más técnico a lo más teórico, desarrollando un estilo propio e inconfundible.