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Imágenes cortesia del artista.

Los contornos y siluetas se contraen y expanden formando obras maestras en la experiencia. El ser humano trabaja sobre su forma alineado en su propósito y formación. El fluir de un trabajo consciente y físico que se prepara para cuando suba el telón, se muestra en escena y en el trabajo escultórico de Maya Estrada, con elegancia y pulcritud. Es el circo, la forma y la infancia en movimientos.

“Concibo ideas porque tengo imágenes en el cerebro”
Voltaire

Cuando la función está a punto de comenzar y los aplausos inauguran el festival venidero, surgen desde los codos de un escenario, pulcros y elegantes los cuerpos vestidos de artistas en escena. Grandes y pequeños, dedicados a la acción fluida y deliberada del movimiento, se desplazan casi con el peso de una pluma de un lado a otro, mostrando la liviandad y fragilidad del cuerpo en la existencia. Los tópicos escondidos e implícitos del esfuerzo, la dedicación y el trabajo constante afloran espontáneamente en las ideas de Maya Estrada, cuya intención descrita es transmitir la emoción que relata un momento de grandeza interpretativa.

“Esta serie escultórica la construí a partir de un significado social. Pretende acercar al espectador mediante los sentidos. El tacto, la vista y lo sensorial, recorre la superficie exterior y su forma e invita a un encuentro entre el sujeto y la obra”, relata la artista nacional a propósito del recorrido que efectúa el individuo al enfrentarse a su obra.

Narra la historia de vidas entregadas al desarrollo del interior y exterior del ser, a manifestar el sentido y expresar. Destrezas y desplazamientos, puros y finos, se exhiben al libre albedrío de su manejo para conseguir contorsiones y manifestaciones artísticas y físicas que definen una función circense. “Exhibo huellas, extractos de figura humana que le permiten al espectador reconstruirla desde su experiencia personal. El punto de partida es una excusa, no el término de la obra”, argumenta la escultora respecto de cómo ese incentivo personal crea su obra, pero no la define sin la interacción con el espectador.

El circo del mundo llamó a su puerta sin previo aviso, ni invitación, sólo la encontró. No ha dejado de interactuar con él desde hace unos años atrás, cuando descubrió que su gusto y pasión por el circo podía interactuar mágica y perfectamente con la imagen inocente e ingenua de uno de sus otros amores, la infancia. Niños que, muchas veces, despojados de sus deberes y derechos, recurren al circo para encontrar una familia, un lugar donde valorar las capacidades personales a través de desafíos, motivaciones y oportunidades. Entonces emerge esta misión, en que lleva cuidadosa y asertivamente, a fluir de un desenvolvimiento físico y trabaja sobre su conciencia, re-direccionando el camino muchas veces truncado de las vías descalzas que llevaban.

© Maya Estrada

© Maya Estrada

Una luz, un flash

La fotografía ha cumplido el rol de un recurso por el que se conservan los recuerdos de su mente de manera material, e inmortaliza un momento en la posteridad, la gracia de la imagen para sus efectos es retratar momentos de gloria que duran sólo un par segundos en la acción y, sin embargo, toda la vida en el asombro del público atento.

Su intención, sin embargo, es doblegar hasta el material más duro y menos dócil para hacerlo terso, suave y contorsionado. El granito es la roca que escogió y en la que ha trabajado incansablemente este último tiempo. Su mirada se ha dedicado con ahínco a convertir ese material grueso, pesado y lleno de firmeza y densidad, en una pieza volátil, curva con soltura. “Me ha provocado una sensación de poder. Energía, satisfacciones, emociones, enormes alegrías y fuerza. Por un lado ha sido domeñar un material extremadamente duro y ponerlo al servicio de mi idea, al final de ella, la satisfacción del proyecto cumplido”, refiere respecto del mismo material.

Tarda tres a cuatro meses, dependiendo del volumen, en convertir la piedra en materia de exhibición. Lisa y contorneada retrata torsos desnudos de artistas que entran en escena y despliegan los movimientos y las luces del circo, pero en el anonimato, mostrando únicamente su esencia de humano en la escultura. “Logro una abstracción, la expresión de movimiento e inestabilidad. Así invito a recorrer su superficie, mediante el tacto y hago un llamado a diferenciar la textura y el acabado de la obra”, concluye Maya.

© Maya Estrada

© Maya Estrada

Las terminaciones de sus obras no lucen rostros ni oficios, se dejan llevar por el anonimato. Se presentan ante el espectador algunos cuerpos desnudos sin nombre ni identificación, perfectamente trabajados y esculpidos, representan los pliegues, quiebres y dobleces del cuerpo de un artista que posa para ella y consigue posiciones sublimes y depuradas deliberadamente. “Mi creación escultórica se ha basado en la figura humana, ese es el principio esencial de la percepción y el punto de partida de una obra de arte”, cuenta, para después dejarse recorrer por la imagen y el momento en que la siguiente escultura comenzó a tomar forma.

“Su alto grado de complejidad, permite abstracciones, simplificaciones, transformaciones que son un desafío interesante, lo que hace que participe de esta infinidad de significados es que permite transmitir toda una serie de conocimientos y vivencias, al conjunto de la sociedad”, confiesa a propósito de la dificultad teórica de la interpretación. Sin embargo, una de las huellas imperecederas de su oficio la define, la piedra lisa, tersa y lista para presentar: “En el transcurso del trabajo surgen dos grandes momentos, el primero y específico, ha sido no conseguir lo que tengo en mente tras un arduo trabajo. Se tarda un momento en alejarse y dar vueltas, dejarlo ir. Cuando vuelvo y lo consigo, el logro me ha conmovido. Doblarle la mano a ese material tan duro, tan noble, tan bello, dominarlo y hacerlo obediente cual recalcitrante animal, revela que la obra va en buen camino y que de ahí en adelante, solo se detendrá hasta finalizar”.

La flexión y los contornos en movimiento crean magia y fantasía. Los cuerpos de jóvenes artistas cubiertos de telas, brillo y maquillaje aguardan atrás, en la oscuridad, que el telón suba hasta el tope y comience la función.