No existe accidentes en los dibujos de Antonio Alza, su compromiso con la obra, y su contenido no lo permiten.
«No hemos hecho otra cosa que representar al mundo conocido: imitando sus formas y al desconocido. Manipulando esas formas en grados y modos caprichosos, creo que las posibilidades que ofrece a figuración, mediante la manipulación de esas formas reconocibles, son las de elaborar lenguajes, discursos…”
Desde sus primeros años, el dibujante uruguayo, se sintió atraído por la creatividad. Si bien no tiene estudios formales, tuvo que adquirir conocimientos de manera autodidacta, logrando trabajos de alto nivel técnico y con discursos ricos en contenidos, ya que para él el rigor y el compromiso son claves en su labor. Esto lo agradece a su formación profesional como publicista, de la cual también aprendió la forma de expresar efectivamente su discurso.
Muchas de sus obras son de tinte surrealista, corriente que le permitió darse cuenta de que no existen límites en la “capacidad de invención”, y que era primordial para la tarea del artista la acumulación de conocimientos y el ejercicio de pensar. Para él la inspiración no existe sino que la obra es el resultado de este trabajo intelectual. Así, al referirse a sus obras, enfatiza la importancia del sustento conceptual, lo que “consiste en generar una imagen visual con fuerte contenido estético parte fundamental de la obra final”, señala el artista.

La condición humana, es lo que Antonio califica como central en su obra, siente curiosidad sobre lo que somos hasta cómo nos relacionamos con el mundo. Para él de alguna manera todos los artistas trabajan en torno al ser humano, “incluso los paisajistas, uno bien puede distinguir la final relación hombre–naturaleza en sus obras”, explica.
A nivel técnico comienza haciendo diversos bocetos, pues en la tela ya no se admiten errores, debido a la base utilizada. Aún así en cuanto a lo técnico, no usa procesos idénticos en todos los proyectos, como señala el artista: “la preparación de las imprimaciones y sus aplicaciones, están en relación directa con el resultado final pretendido en cada obra puntual”. Por otro lado, si bien utiliza el color, son el blanco y negro, y la gama de grises los que predominan en sus obras, el color lo utiliza como un señalador visual extra, en escasas oportunidades. En primer lugar la ausencia del “color”, es por porque el dibujo en sí es una técnica monocromática. Y segundo, por el interés personal de Antonio de la exploración del efecto de la grisalla.
Otro punto importante en su trabajo es la figuración, presentándose como un conjunto de posibilidades, al contrario de la abstracción, que no sé explica por sí misma en la obra. A demás considera que: “No hemos hecho otra cosa que representar al mundo conocido: imitando sus formas y al desconocido. Manipulando esas formas en grados y modos caprichosos, creo que las posibilidades que ofrece a figuración, mediante la manipulación de esas formas reconocibles, son las de elaborar lenguajes, discursos…”, señala.

El dibujante tampoco cree en la sacralización del artistas, para él es la obra la que trasciende. Y el fin de hoy del artista debiera ser el indagar más allá de la simple superficie de las cosas, como el mundo contemporáneo hace, con el fin de recuperar la contemplación de la realidad y su interpretación. “De haber un fin para el artista, este debería ser la traducción lo más bella, poética y finamente acabada de lo que somos como seres pensante y como un cerebro en funcionamiento”, explica.
Para Antonio sin duda la rigurosidad y la honestidad con que trabaja han sido fundamentales en su proceso de creación, pero considera que el artista tiene, de per se, la capacidad de traducción del mundo. “Quizás no exista un ‘convertirse en artista’, más bien esta suerte de capacidad de tamizar la sensibilidad y traducir con ella el mundo que nos rodea, las ideas, los conceptos… etcétera, sea una cuestión que viene con uno”, comenta el artista.