Fue en la Feria de Arte FAXXI, en su edición de 2014, en donde Francisca del Río –por entonces de 38 años– llegó por primera vez con 12 dibujos sobre papel 100% algodón, lápiz grafito y posca (plumones de acrílico), en los que retrató personajes legendarios como Mick Jagger, Sophia Lauren, Dalí y Frida Khalo. En total vendió nueve obras, y fue este hecho lo que finalmente la convenció a renunciar al colegio en el que daba clases y dedicarse, de manera casi exclusiva, al arte.
«Yo tengo una conexión demasiado potente con el hacer. No podría llevar cuatro horas inspirándome y no hacer. Prefiero cometer errores en el mismo dibujo que no dibujar y, para mi, dibujar ha llenado mi vida hasta este minuto”.
No fue esto lo único. De niña amaba dibujar. Disfrutaba dibujar el rostro de sus personajes favoritos, desde Chayanne hasta The Beatles. Estaba cautivada por el rostro humano, un rostro que a ratos le parecía lejano y esquivo. “Yo era bien insegura cuando chica. No sabía como actuar con mis amigos, no sabía cómo conquistar a otras personas”, confiesa. Era estudiosa –siempre lo fue– y solitaria. Sin embargo, pese a esa timidez inicial, ella misma declara hoy que la búsqueda de su propio yo va en el contacto con las demás personas, en el encuentro con el otro.
Después de egresar como diseñadora gráfica de la Universidad Finis Terrae y de trabajar de manera independiente por más de 10 años como diseñadora web y en un blog de moda –un tema que le fascina–, Francisca del Río decidió estudiar pedagogía en arte. Para entonces ya estaba casada y era madre de dos niñas –que actualmente tienen seis y nueve años– y cuenta que, a veces, tuvo que encerrarse en su auto para evitar ser interrumpida y poder leer tranquila. En esa época, para una clase de dibujo, retomó su pasión de infancia y vio que sus resultados eran más que satisfactorios. Sus compañeras se lo hacían notar, pero Francisca –a diferencia de ellas– no había estudiado arte de manera formal. “Entonces me di cuenta de que tenía una habilidad ultra abandonada. Luego entré a hacer clases de arte en un colegio en Chicureo y allí, mientras les dibujaba a mis alumnos, a ellos les gustaba demasiado lo que yo hacía”, recuerda. Todo esto le fue dando seguridad.
Trabajaba de profesora tres días a la semana. Algo tenía que hacer con su tiempo libre: “Me voy a dedicar a dibujar”, se dijo. Y comenzó buscando caras de gente anónima en google para luego dibujarlas con lápiz mina. Amigos suyos, que la conocían desde hace años y nunca la habían visto dibujar, quedaron sorprendidos con su obra y le dieron el último golpe de ánimo que necesitaba para convertirse en artista.
Así, del diseño virtual pasó a la materialidad del papel. Y de profesora pasó a gastar el 100% de su tiempo en el arte, con una jornada de trabajo que va desde las nueve de la mañana hasta las cuatro de la tarde, para luego dedicarse a sus hijas y ser 100% mamá.
Para Francisca, ser rigurosa y cumplir con su horario de trabajo es muy importante. Se autodefine como trabajólica, algo que dice haber heredado de sus padres, con quienes se siente, además, muy cercana. “Yo tengo una conexión demasiado potente con el hacer. No podría llevar cuatro horas inspirándome y no hacer. Prefiero cometer errores en el mismo dibujo que no dibujar y, para mi, dibujar ha llenado mi vida hasta este minuto”, dice enfática.
Francisca del Río, que nació en Santiago el 5 de abril de 1976, vivió en Concepción desde los tres meses a los 12 años y dice admirar al artista norteamericano Andy Warhol. Dice haberse “perdido” del mundo del arte nacional pero tampoco es algo que le quite el sueño.
“Yo me siento libre dibujando. Nadie me impuso ningún concepto ni me exigió que mi arte fuera conceptual, inteligente o con todo un background filosófico. Me siento liberada de esas opiniones, de esa crítica”, asegura. Y agrega: “Si algún día me llegan a criticar y decir que sólo hago retratos o que no he dado vueltas en mi interior para llegar al retrato, me da lo mismo. Quizá algún día lo haga también, pero no me siento atada a nada”.
Por el momento, Francisca se concentra en explotar la técnica que le fascina –el dibujo a lápiz grafito sobre papel– y preparar su próxima exposición en la galería La Sala, en agosto. No le atrae para nada trabajar sobre tela. Con el papel se queda. Y dentro de su técnica, dice tener 1.500 ideas en la cabeza para experimentar, como la combinación del dibujo realista con patrones de color y pasar del retrato de personas al de objetos.