La experiencia de Claudio Aguayo en el mundo de las piscinas, y su constante intención poética y artística, lo han llevado a hacer algo que casi nadie hace en Chile: utiliza el agua, los mosaicos y otros materiales para convertir sus piscinas en algo único. A través de la disrupción, hace que el agua le dé vida a sus obras.
«Desarrollé murales subacuáticos –explica Claudio–. Empecé a dominar el espacio del agua, la hacía circular a la vista por todo el jardín, por ejemplo, hasta llegar a la piscina donde estaba la obra pictórica”
“La travesía al Cabo Froward, en Tierra del Fuego, en 1984, fue el inicio”, dice el artista Claudio Aguayo, señalando el punto exacto en el que comenzó a trabajar con el agua. Las travesías eran, como lo dice su nombre, viajes entre distintos lugares de Sudamérica, organizados por la Facultad de Arquitectura de la Universidad Católica de Valparaíso –lugar en el cual Claudio estudió Diseño Industrial–, y mediante los cuales los alumnos participantes tenían que desarrollar proyectos y prototipos que sean soluciones útiles de diseño ante los requerimientos propios de cada travesía. Objetos pensados para instalarse y estudiar al aire libre en lugares naturalmente bellos pero muy agresivos a la vez, lo que implicaba asumir cada encargo como un desafío originario, con sentido épico. Cada alumno descubría la poética de dichos proyectos. Claudio se encargó de diseñar y construir un sistema modular tenso flexible de higiene personal y colectiva, multipropósito en el requerimiento del lavado a la intemperie; en la expedición, por lo mismo, tuvo que trabajar con el gesto del agua. “[La Escuela de Arquitectura y Diseño de Universidad Católica de Valparaíso] es absolutamente no académica, tiene sus propios parámetros de enseñanza y se trabaja mucho con la poesía, con la poética”, agrega finalmente, para hacer el vínculo que, muchos años después, desataría su propia poética del agua.
Pese a esta experiencia y al interés artístico de Claudio, luego de titularse comenzó a trabajar en distintas empresas. Por esa época, el Diseño Industrial era una profesión mucho menos versátil que en la actualidad. “Tuve que aceptar que había que hacer cosas distintas”, cuenta. Hasta que llegó a una de las mejores empresas de piscina de la época. “Comencé a aprender de hidráulica; ya no sólo manejaba el lenguaje del diseño del producto, su funcionalidad y el filtrar el agua, comencé además a diseñar y fabricar piscinas, bañeras de hidromasaje y saunas, Espacios Wellness”, explica. Ahí se quedaría catorce años.
Aprendió mucho, incluso de administración, herramienta que le ayudaría enormemente en los proyectos que emprendería luego, considerando, la necesidad que tiene hoy el artista de autogestionarse. “Con el tiempo me di cuenta que quería hacer algo más. Me estaba quedando pegado en una constante que era siempre hacer cosas que cerraban puertas, que no cuestionaban nada –cuenta–. Necesitaba otro tipo de rumbo, sin dejar de proponerle a la empresa nuevas ideas, que se podían hacer otras cosas en el área de las piscinas”. De modo que se le ocurrió mezclar el arte con la disciplina en la que estuvo trabajando más de una década: seguiría haciendo piscinas, pero dejaría de serializarlas. Las haría únicas.
En la actualidad, Claudio diseña piscinas en cuyas paredes y espacios específicos de ellas, despliega murales o superficies pictóricas con una combinación de técnicas y materialidades muy originales. A través de este nuevo concepto, busca crear cuestionamientos disruptivos que le permitan abrir nuevos campos creativos. No pretende hacer un trabajo descriptivo, en el cual retratar lo que ve; Claudio busca observar, pero observar lo que no se ve cuando se mira, y a partir de eso, realizar un trabajo que llame a la interpretación, a la pregunta. Hoy, con esta nueva visión integradora, ya no desarrolla sólo el proyecto del mural, la experiencia del proyecto es más completa: “Asumo la invitación del propietario a intervenir el espacio exterior de una casa, con un proyecto comprometido con la creatividad, la identidad de una obra con diseño de autor y la calidad, y no lo suelto hasta que lo termine completamente, hasta quedar todos contentos con el resultado: una obra con arte y diseño único e irrepetible”, dice Claudio.
Su mural toma vida propia con el agua. Se convierte en algo único. Su poética es la apropiación de la arquitectura del agua, es la creación del soporte –la piscina–, y esa intencionalidad disruptiva. Para lograrlo, trabaja con un equipo selecto de trabajadores calificados y capacitados por él mismo a lo largo de mucho tiempo. Todos instalan los mosaicos y combinan materiales según sus códigos; son maestros que comprenden el mensaje que quiere transmitir.
Sin embargo, espera más. Su intención es que esos murales crezcan y le den la libertad para jugar con más materiales, incluso que puedan convertirse en espacios con otras formas de contener y mover el agua. “Me gustaría también acercar mi obra a la gente, exponiendo mis murales con dimensiones más generosas y en proceso previo al montaje en la obra junto al agua en galerías de arte o en espacios públicos”, explica.