Autodidacta, detallista y minucioso. Cada pelo, ceja y arruga debe dar la impresión de realidad en sus trabajos, en los cuales desarrolla el realismo en retratos y dibujos que se pueden confundir fácilmente con una fotografía. Lo impresionante de Héctor Guillermo Contreras es que crea su arte con lápiz pasta negro. “Por ello no puedo cometer errores; no soy perfeccionista, sino que esta técnica me exige prolijidad”.
«Debido al tamaño de mis retratos, debería dibujar hasta los poros, pero no lo hago. Más bien, represento la textura de la piel, no los poros, lo que sí haría un hiperrealista»
Héctor Guillermo Contreras (53) estudió Pedagogía en Castellano en la Universidad de Tarapacá, Arica, carrera de la que egresó en 1987. Además, tomó cursos de arte en la misma universidad. Sin embargo no tiene estudios formales ni académicos de dibujo o pintura.
Una vez titulado, viajó a Santiago, donde desempeñó como profesor. Apenas un par de años le bastaron para ver que la docencia no era lo suyo, pues no aceptó el trato que recibía el docente. “Antes el profesor tenía autoridad y era respetado; hoy es un mero eslabón en la cadena económica que significa la subvención por alumno. Al final del año te dabas cuenta que la nota de un alumno está relacionada directamente con la subvención que el colegio recibe por tal alumno”, dice.
Mientras hacía clases, aprovechaba sus tiempos libres para dibujar o pintar. Lo que se tradujo en un sobrenombre permanente, En cualquier lugar que estuviese, le apodaban prontamente “el dibujante, el artista”. Solía hacer de dibujante para lo que se prestara en el colegio, en la universidad, y luego en sus empleos. En su casa suele pasar bastante tiempo en su taller. “A veces me retan porque no comparto o no salgo: pero hay que elegir; hoy, el tipo de dibujo que hago me demanda mucho tiempo”, explica.
Una vez que dejó la docencia, trabajó como dibujante gráfico en una imprenta de la calle San Francisco, “de las antiguas, cuando todo se hacía a mano”, señala Héctor Guillermo. Luego se desempeñó como corrector de pruebas en Diseñadores Asociados. Allí, a principios de los ’90, comenzó a relacionarse con la computación cuando ésta hizo su aparición. “La impresión, como se conocía, quedó obsoleta. Mucha gente quedó sin trabajo”, dice el artista. Él, muy entusiasmado, se dedicó a aprender el uso de esta nueva tecnología. Posteriormente, trabajó como productor gráfico –ya frente a un computador– en el Grupo Editorial Publitecsa Proman-Normatec.
Estando en esta empresa, Internet hizo su aparición en la segunda mitad de los ‘90; algo que captó intensamente su atención. Y decidió aprender su manejo: tomó cursos y diplomados –en la Universidad de Chile, en la Universidad Mayor y en la academia MAC PC– para capacitarse en páginas web, además de comenzar a trabajar ya en ello. El desarrollo web es a lo que se dedica actualmente.
Los Retratos de Héctor
Desde niño usaba los materiales tradicionales para sus trabajos artísticos, óleo, grafito, carboncillo, acrílico. Pero desde hace algunos años está experimentando –con impresionantes resultados– el bolígrafo de tinta negra. “Al fin encontré el material que me acomoda”, cuenta.
Considera sus retratos realistas pero no hiperrealistas, Héctor explica que: “debido al tamaño de mis retratos, debería dibujar hasta los poros, pero no lo hago. Más bien, represento la textura de la piel, no los poros, lo que sí haría un hiperrealista. Además tiendo a acentuar ciertas características ‘atractivas’ del modelo, y por otro lado a disminuir aspectos poco estéticos. El hiperrealista deja el modelo tal cual, no realza o no disminuye nada”. Con todo, el detalle en sus obras es impresionante, minucioso y completo.
“Esto no es un hobbie”, dice. Héctor ama lo que hace debe ser minucioso y detallista en el trabajo que realiza. “Yo no soy perfeccionista. El dibujo me lo exige”, comenta. A pesar de ello, es autocrítico y no le convencen todos sus trabajos, los rehace una y otra vez hasta llegar a lo que quiere lograr. “Esto necesariamente lleva a superarme. Así, mis últimos dibujos son mucho más prolijos y realistas que los primeros”, explica.
Héctor Guillermo, nos confidencia algo de su visión sobre el arte: “cuando era niño, representaba sentimientos, valores, romanticismo. Se consideraba al tipo que escribía, al que dibujaba. El artista era visto como un ser especial, tenía cierto prestigio por sí mismo. Hoy vale siempre y cuando su trabajo sea bien vendido; cuanto más comercial sea su trabajo, más valorado es”. Sigue con una breve reflexión sobre el rol de arte: “el arte no tiene una función práctica. Produce un grado de comunicación subliminal entre la obra y el espectador, que de una u otra manera nos constituye en comunidad emocional, ya no solo social y política. Pero en sí esto no es algo que tenga una utilidad práctica”.
El artista considera que más que transmitir un mensaje con sus dibujos, trata de reflejar su impulso “visceral” por lograr un dibujo realista. “Estoy consciente de que al haber una imagen, se transmite desde ya un mensaje, pero este es como el producto del aquel impulso original. No es que me proponga entregar un mensaje específico”. Y termina su idea: “Yo no me considero artista, no me gusta llamarme artista. Creo que es un nombre sagrado… Yo ‘le hago’ al dibujo” –matiza entre risas.
Finalmente nos confía su aspiración de dedicarse profesionalmente al dibujo: “es lo que me llena, lo que más me gusta; es lo que mejor hago, sabiendo que hoy por hoy no es fácil vivir de ello”.