A Elvira Valenzuela le inspiran muchas cosas, pero lo principal, según cuenta: “son las formas que nos rodean, aquellas formas que aparecen por accidente”. Las relaciones entre los elementos, sus tensiones con el espacio y últimamente los cambios y movimientos sobre las formas de la naturaleza son la primera cosa que llama su atención. “Al retratarlos en el dibujo y luego en las tres dimensiones, aparecen inconscientemente equilibrios insólitos que solo son posibles bajo una naturaleza bajo presión y en constante movimiento”, dice la artista. Imágenes cortesía de la artista
«No busco generar algo en particular con cada obra, sino que me interesa que el espectador la observe y saque una conclusión: o la ama o la odia»
“Llegue al acero inoxidable, por curiosidad propia. Ahí fue donde me metí a una metalurgia durante 6 meses para aprender la técnica. Este tiempo fue esencial ya que tuve que trabajar codo a codo con los maestros y empaparme de su sabiduría en el material. De ahí me fui a España a Debako arte Eskola, en el país vasco, a saber más de la escultura Oteiza y Chillida. Allí estuve un año y de ahí gane un concurso de arte para “Jóvenes Creadores” organizado por la calcografía nacional y la Real Casa de Moneda de Madrid, que me permitió ir a Mallorca a estudiar en la escuela de Pilar y Joan Miró”, cuenta.
En su trabajo, la artista Elvira Valenzuela, incluye la geometría. Aquí hace hincapié en la civilización como estructura estudiada y matemáticamente equilibrada. Pero al relacionarla con “partes” de la naturaleza, esta adquiere un tono más bien desafiante, invasivo y también contenedor.
Su arte consiste en el empleo del acero inoxidable, el cual se trabaja con soldadura tig y gas argón, por medio de la fusión del material. Esto le permite una precisión exquisita a la hora de soldar y armar las piezas. El material que ocupa principalmente es la piedra, ya sea granito, de río o gris la traigo del cajón del Maipo. Esta la trabaja con esmeril, mucho desbaste y puntas diamantadas para lograr buenas terminaciones.
“Aquí es donde empiezan a surgir las últimas esculturas en donde hay una presencia inminente de la naturaleza en mi geometría, es un querer tenerla presente a pesar de su ausencia o, simplemente, quiero tener su rastro puro e ingenuo en nuestra conciencia para calmar el retroceso que generamos con el solo hecho de coexistir”, dice. Esta energía, según ella, devela una imagen, una historia y una sorpresa para el alma.
Un poco sobre su taller
Su lugar de trabajo queda en El Arrayán, por Camino Los Refugios, literalmente en la punta del cerro. “Son 10 metros cuadrados en donde tengo las herramientas y mi lugar de trabajo. Para mi es el lugar ideal, en la mitad de la naturaleza, silencioso, tranquilo y lo mas importante, solo. Trabajo sola, aunque sea dura la pega, soy demasiado perfeccionista y exigente como para tener a un ayudante… Claro que cuando las esculturas superan los 2 metros si necesito ayuda” –ríe. Elvira cuenta que necesita la soledad y la naturaleza para trabajar y “ahogarse” si es posible en la imaginación. “Es mi pausa en esta vida, muchas veces paso horas mirando mi alrededor y disfrutando el tiempo”, cuenta.
“Últimamente, estoy trabajando con mucha piedra volcánica, traída específicamente del cordón del Caulle, en la Décima Región. Esta tiene una carga existencial muy potente aparte de poseer formas y colores de una riqueza impresionante”, dice la artista.
Su obra la describe como abstracta, aunque le encanta llevarla al surrealismo, al generar espacios y equilibrios desafiantes, confiesa Valenzuela. “No busco generar algo en particular con cada obra, sino que me interesa que el espectador la observe y saque una conclusión: o la ama o la odia, y desde ese punto que se imagine lo que quiera, pero que no tenga que leer un manual de instrucciones para entenderla, yo creo que lo primero es sentir la obra”, aclara.
“Expresándome a través del acero inoxidable, en ocasiones he hablado de la memoria; de cómo esta se genera de manera abstracta en nuestra imaginación, también he hablado de diálogos entre el entendimiento y nuestro ser interno y por último le he querido dar la bienvenida a un nuevo material: la piedra”, cuenta.
Queriendo entender la forma de este nuevo material y su relación desafiante con el acero inoxidable, ha querido entrar en un tema no menor: el tiempo. Para Elvira: “el tiempo deja huellas en el espacio. Estas huellas a la cual me refiero, transforman la naturaleza, develan formas nuevas y problemáticas ausentes a nuestro entendimiento. Devela también este “hacer” del hombre. No es nada nuevo que todo lo que pasa en la civilización repercute en la naturaleza, pero si es nuevo ver formas, relaciones y tensiones que aparecen en nuestro entorno”.
“No es mi intención reconstruir el pasado, ni empezar a pensar en torno al tiempo como ciclos de nuevas combinaciones en otras posibilidades. Sino que quiero recrear este paso del tiempo en nuestro entorno, pensar en su forma e intuir su sentir”, explica.
Ahí esta el desafío de Elvira, ya que tal como dice Kant: “el espacio y el tiempo son las formas de nuestra sensibilidad o intuiciones puras, que le otorgan a las cosas que conocemos su estructura. Las determinaciones temporales presuponen necesariamente la intuición de espacio con la representación de objetos y la percepción de cambios y movimientos”.