La curadora Amy Rosenblum presentó en la XVII Bienal de Cuenca un proyecto que trasciende los límites tradicionales del arte contemporáneo, articulando un equipo de mujeres sabedoras e intelectuales de distintos continentes. Desde una mirada profundamente espiritual, su propuesta se construye como un diálogo entre arte, comunidad y sanación.
“Hoy la propuesta curatorial mía no es mía. Este es un equipo de mujeres que son, a la vez, curadoras de bienales muy importantes e intelectuales, y son sabedoras indígenas de cinco continentes. Yo soy la directora que busca los fondos para que ellas puedan hacer el trabajo”. explica Rosenblum.
El proyecto, que inicia en se caracteriza por ceremonias privadas de apertura donde las participantes consultan con el espíritu, para luego asumir su rol como curadoras e intelectuales. Desde esa conexión, reflexionan sobre qué puede hacer el arte por el bien del planeta y de la humanidad.
La curadora destaca la importancia de lo relacional en su práctica, donde el proceso humano y comunitario es tan relevante como la obra en sí. “Mi metodología personal de curaduría parte de asesoras comunitarias —personas que no siempre vienen del mundo del arte—, porque me interesa ampliar el público y trabajar desde lo colectivo”, señala.
Dentro de su equipo artístico destacan Carmen Vicente (Ecuador), Sethembile Msezane (Sudáfrica) y Astrid González (Colombia), quienes comparten una búsqueda espiritual y simbólica desde sus propias raíces. El proceso de montaje, cuenta Rosenblum, fue intenso y profundamente emocional: “Mis artistas se han reído juntas, han llorado juntas. Compartimos momentos difíciles, pero lo han hecho muy bien. Ha sido una experiencia de comunidad”.
El Premio Adquisición Patricio Muñoz fue otorgado a Carmen Vicente, por sus obras Chacana Florida y Pasos Infinitos, reconocimiento entregado por Jenny Arízaga, directora de Cultura y Turismo de la Prefectura del Azuay. Su trabajo rescata la memoria ancestral y la espiritualidad indígena a través del uso de materiales naturales y simbólicos, en una búsqueda de sanación y conexión con el cosmos.

Durante su discurso, Carmen Vicente expresó:
“Saludo al centro de la tierra y a su amado Ecuador. Es un bien común tener una Bienal en todos los puntos de la tierra. Que esto se multiplique en las manos de los artistas que trabajan, de quienes siembran y de quienes firman acuerdos, para que tengamos una Bienal Universal.”
El proyecto de Rosenblum y su equipo se consolida así como una de las propuestas más sensibles y espirituales de esta edición, uniendo lo ancestral y lo contemporáneo, lo femenino y lo universal, en una sola intención: recordar que el arte también puede sanar.
