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Alguien quiso a un poeta llamado Héctor Margaritas, alguien se convirtió en versos calientes que una poeta escribe al borde de la cama mientras la ropa cae, o mientras se vuelve a la realidad después del amor. Lagrimal, cuando nos ajamos en la tarde es un libro de editorial La polla literaria con versos de amores ajados. Lagrimal es un libro de lanzamiento pospuesto por la cuarentena del covid-19, pero cuya lectura se hace urgente como urgente se hace el amor en estos tiempos de soledades sanitarias.

“No somos Alfonsina pero tu elemento es el agua no somos

Alfonsina porque no tenemos vestido ni acento Argentino”

Alfonsina Storni, poeta trasandina que se finalizó su vida arrojándose al mar, “Alfonsina vestida de mar” dice la canción que la recuerda. Los versos de Lagrimal inician con la nostalgia poética de la vate suicidada, de la pena y ausencia que sobrepasa a quien escribe, de las veredas transitadas en una capital del abandono, donde los parques nocturnos son oportunidades que el vino entrega generosamente. Hay un presagio de la Bitácora lagrimal que cierra la publicación, un diario de la internación y el tratamiento siquiátrico, de las penas de los amores que se van al sur y son desde el sur escritos, desde el sur rememorados en las noches insomnes, de las pastillas para dormir sin consumir, de los ojos hinchados de pena y ausencia. Pero antes el erotismo:

“Tú narciso / yo narciso

Y gritemos

dime que así

que así

que así”

Hay un Alguien que quiso a la poeta, hay un poeta urbano que toma las micros de la marginalidad nocturna, que cambia sus rutas para acercarse a su amante, que espera un semáforo que le dé luz verde a su amor y ya no haya penas ni olvidos, solo las noches desnudas y los cuerpos que se entregan. Pero no es así, los semáforos cambian como las estaciones del año, los amores se marchitan y la mano que tocaba un torso mañana toca otra mano, el dedo que entraba en la boca ávida de besos mañana entra a tocar otros labios incapaces de hablar la poesía que se escribe al borde de una cama llena de margaritas prontas a marchitarse, margaritas ajadas de amores que van y van y ya no vienen.

“Ropita vieja ven y cántame una cancioncita de verano muerto
las hormigas buscan ladridos de perros
y ALGUIEN me miente mientras toma de la mano a otro alguien y cruzan el semáforo en dirección al metro”

Héctor Margaritas. Fotografía Zaida González.

Héctor Margaritas. Fotografía Zaida González.

 

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Decir que Lagrimal es un poemario homo erótico es restringir el amor y la poesía de Margaritas a un espectro muy limitado del entendimiento del amor. No hay clóset para el hablante, pero sí para algunos amores. No hay pena en muchos versos, pero la ausencia va cobrando forma entre la ropa que cae desde los pisos altos, desde los cinturones que se abren, desde los amantes ajados. Lo que termina es el amor, no la poesía; lo que termina es la paciencia que se le tiene al miedo al qué dirán, no el deseo carnal. Una boca que declama poesía bien puede usar labial para maquillar la ausencia.

“Bésame un poquito más que tengo labial rojo permanente
 y no te mancharé la boquita para que nadie note afuera
que eres fletito linda
 los poemas no se terminan nunca
 la cama suena siempre”

¿Qué hay en el sur? ¿Qué tiene en común Margaritas con Francisco Victoria? Prenda es el disco de Victoria donde sus composiciones al amante que se aleja hacia el sur musicalizan un amor que no se olvida, Lagrimal es el libro de Margaritas que versa las noches en que el amor y los gemidos, los días en que la distancia y la privación de los cuerpos, la escasez de los amores por más micros que pasen, por más metros que acerquen amores fugaces, intentos de, poemas sobre. Hay caminos, falta dónde llegar. Margaritas busca, cruza, se entrega como se entrega un número de teléfono a un desconocido que entrega sus labios anónimos en una discoteque. Ahí donde hay silencio hay palabras a medio decir. “Yo busco en las veredas las raíces de las palabras taladas”. Ahí donde hubo amor ahora hay poesía.