Corazón de chocolate, amargos tiempos modernos

Corazón de chocolate es una obra de teatro en formato musical que se presenta en el Anfiteatro Bellas Artes hasta el 5 de abril. La historia gira en torno a Ingrid, trabajadora de una fábrica de golosinas que debe volver a la empresa tras la licencia por el suicidio de su esposo en el mismo lugar de trabajo.

Una fábrica de dulces tiene una supervisora de carácter dulce. O al menos la mayoría del tiempo, cuando no está burlándose de los errores de la nueva subordinada, una joven sin ningún rasgo distintivo más que su torpeza. En la línea de la fábrica todos cumplen sus funciones vistiendo uniformes, el de la supervisora es el más rosado y el que resalta más la figura. Ella intenta ser simpática, verse bien en su vestimenta que reversiona alguno trajes de enfermera. Le habla a Ingrid de lo bueno que era su marido, se ve que no son amigos pero intenta demostrar que lamenta la situación. Intenta tanto que hace daño. Daña como la carga dañó la espalda del marido de Ingrid. Daña como la máquina que corta una extremidad y envía el trozo de cuerpo por la cinta transportadora al ritmo de la alarma. Un aire cómico hace pensar en los tiempos modernos de Chaplin, en Charlie y su fábrica de Chocolates. También se invita a recordar el caso real de Rolando Venegas, quien denunció el hostigamiento laboral en su carta de suicidio; siendo la persona que inspira esta obra, por lo que la función de estreno del sábado 7 se dedicó a la familia de Venegas presente en la función.

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Ingrid oye a sus supervisores anunciar que el nuevo helado de la compañía, “Corazón de chocolate”, será dedicado a su esposo, que hay que poner todo el esfuerzo para que el producto deje bien el nombre de sus trabajadores. Esto se complementa con una coreografía durante la inducción de los nuevos empleados. Como un equipo de cheerladers los seis trabajadores cantan y se mueven por el escenario hablando de las bondades de la empresa y la alegría que les da aportar a engrandecer la compañía Dolce y engrandecer así los corazones de sus clientes. Mención especial a los pasos de baile del corpóreo de oso de peluche. Ingrid se mantiene en la parte de atrás del grupo, sosteniendo un báculo terminado en cáramelo que recuerda los bastones de las Sailor Moon. Todos con una gran sonrisa siguiendo la coreografía, ella lenta y de cara seria. Gestos de los compañeros a Ingrid para que el supervisor, “El Perro”, no la rete por echar a perder el baile de la inducción, una referencia directa a las coreografías de los oompa loompa que trabajaban en la fábrica de Willy Wonka.

Las jerarquías en Dolce se marcan con uniformes. El de las trabajadoras de la línea de producción como Ingrid o la joven sin nombre está compuesto de botas de goma, un delantal plano, una cofia para contener el pelo. Borra la identidad de cada trabajador como se borra la memoria del trabajador haitiano que murió el mismo día que el marido de Ingrid. ¿Cómo se llamaba? Tenía un nombre complicado, extranjero. “¿Alguien se acuerda?”. Hace tres semanas entró una trabajadora joven a ser parte del equipo. Nadie recuerda su nombre tampoco, la supervisora le dice en una de sus “fracturas” de personalidad que aparte de torpe es fea. La joven baja la cabeza, anuncia su intención de renunciar. Quiere abandonar como ha hecho toda su vida, quedarse a hacer frente algo que no va a cambiar sola es muy duro. Pero en su casa es trabajo o golpiza. Vuelve, intenta, se ve superada, humillada, explota a su manera, no es tan extrema como el marido de Ingrid, pero es intensa. Con gritos descolocados pregunta la subordinada sin nombre “¡¿Cómo no me voy a ver fea con este uniforme?! ¡¿Cómo nadie se aprende mi nombre en tres semanas?! ¡Soy un ser humano!”.

Lo terrible de la escena de la trabajadora anónima y del baile de la inducción es que tienen gracia, generan risas, porque toda la obra es una comedia con piezas musicales. No todo en verdad, pero es a través de la risa que se busca la reflexión sobre el trato humano en el trabajo, sobre el buen trato entre personas. La compañía Ocaso Teatro, con la dramaturgia de David Gajardo y la dirección de Rodrigo Aro Silva, presenta a Ingrid y su Corazón de Chocolate en el Anfiteatro Bellas Artes, donde las funciones son por aporte a la gorra hasta el 5 de abril.

Corazón de chocolate. Crónica de un dulce suicidio

COORDENADAS
7 de marzo al 5 de abril
sábados y domingos, 20 h

Anfiteatro Bellas Artes
PARQUE FORESTAL S/N, Costado Norte Museo de Bellas Artes
Valor: Sistema a la gorra, adhesión voluntaria y consciente al finalizar la función.

FICHA ARTÍSTICA
Compañía: Ocaso Teatro.

Dramaturgia: David Gajardo Gúmera.

Dirección: Rodrigo Aro Silva.

Elenco: Loreto Araya Abdala, Leonardo de Luca, Jéssica Velásquez, Valentina Torrealba, Nidia Vargas, Gerald Havliczek y David Gajardo.

Composición musical: Tomás Peña, Martín Becerra, Alejandro Tapia.

Iluminación: Diana Fraczinet.

Diseño de vestuario: Elizabeth Pérez.

Diseño de escenografía: Sebastián Escalona.

Asistencia de dirección: Valentina Carmona.

Sonido: Gonzalo Soto.
Prensa: Claudia Palominos

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