“Para ver el mundo en un grano de arena y el cielo en una flor silvestre, abarca el infinito en la palma de tu mano y la eternidad en una hora” (William Blake).
Ricardo Rojas Behm.
Recuerdo con nostalgia un “escondite”, que de aquello no tenía nada, pero que en la práctica me hacía encontrar refugio en la vastedad de lo diminuto, cuando me internaba en el jardín, premunido de una lupa, cual explorador abría esa ventana dimensional para adentrarme en una mundo donde el trajín cotidiano no impedía que mi infancia estuviese acompañada de estos maravillosos universos, los que inevitablemente rememoré al recorrer Microinfinito de Philip Klawitter (1985), una instalación que se exhibe en la Sala de Arte CCU, en el contexto de la 14° Bienal de Artes Mediales: El cuarto mundo, y que registra visualmente la vida existente en el micromundo, generando una instancia de reflexión sobre lo que no vemos, pero está.
Cuestionar las dinámicas de la vida -en escalas- que los sentidos no alcanzan a percibir es sin duda uno de los misterios que devela este autor al combinar biotecnología, ingeniería, arquitectura y arte, para construir maquinas escultóricas vivas, en un intento por examinar y hacer visibles estructuras que resultan imprescindibles y que en sí conforman una atmósfera sensorial única, donde el visitante recompone su escalímetro interno y va dimensionando un universo paralelo, el cual desconoce totalmente, pero que descubre en su real magnitud a partir de tres grandes ejes o instalaciones, compuestas en primera instancia por las incubadoras de micro plantas: Panspermia y Biogénesis, donde se intenta “reproducir el origen” a partir de rasgos básicos de vida, o sea a través de musgos, hongos e ínfimos organismos que surgen en forma de células organizadas. Entendiendo la célula como la unidad mínima de vida independiente.
Diminutas manifestaciones, impregnan de movimiento y vitalidad estos microhábitats, que dan cuenta de la espontaneidad de los procesos moleculares; desde la inoculación, entendida como una manera de injertar información en el ambiente, hasta el surgimiento de otros microorganismos y sistemas de vida interconectados, que a su vez evocan lo más grande en lo más pequeño, referenciando el principio hermenéutico de “como es arriba es abajo; de como abajo es arriba”. Una reversibilidad que además recrea la cualidad fractal del universo, al homologar de manera análoga el cosmos, haciendo que lo ínfimo se asemeje a lo astronómico en un juego de imaginarios perpetuos.
Para completar el cuadro con Microinfinito propone un registro visual de 40 imágenes que Philip Klawitter capturó por 147 días, donde el visitante al ir de lo micro a lo macro constata “el camino de la existencia”, a través de un transcurrir que subraya la necesidad de reflexionar sobre el paso del tiempo y sus efectos en todos los organismos que compendian este micro-macro universo, que como señala Arturo Duclos, su curador- “Lo que asumimos aquí no es solo el atlas de un nuevo mundo, creado a microescala por el artista. Es la metáfora del Fausto postmoderno anclado en las utopías del siglo XXI”.
Así es como, Microinfinito además del agudo análisis biológico, filosófico e incluso holístico, propone un penetrante examen a los mundos “no visibles”, ampliando el espectro perceptivo, haciendo un zoom-in al origen, y muy especialmente a cómo la naturaleza al imponer sus términos nos enfrenta a constantes cambios. Por lo mismo, aun cuando este sea un proyecto work in progress, debe verse como una significativa contribución que de por sí nos ayuda a entender a través de la “percatación”, el carácter multidisciplinario que posee el arte, ya que es tan mutable e infinito como estos universos donde el aspecto dominante es precisamente su rasgo más característico: El cambio, que para sorpresa de muchos, opera desde los seres más simples a los más complejos como una capacidad ineludible, tal cual lo plantea la antropóloga Patricia May –
“Así como el árbol transita por la primavera, verano, otoño, invierno para volver a la primavera, así, toda transformación es cíclica a cualquier nivel”.
En suma, ese evidente contraste contenido en este abismo primordial que es la vida, está presente en Microinfinito, donde por sobre la alegorización y la consiguiente introspección, nos indica los modos de relacionarse que tienen los seres vivos con su entorno, y cómo cada forma de vida por ínfima que sea posee un símil, el que se manifiesta a través de este reflejo ambivalente, y que sobresale justamente por el hecho de que se va metamorfoseando en este contrapunto con el cosmos y la conformación de estos microplanetas, que no son otra cosa que la constatación de lo minúsculo en lo inmenso. Uno inmerso dentro del otro y viceversa.