“Escribo porque necesito que me quieran”
(Gabriel García Márquez).
Desde hace un tiempo, la artista colombiana Adriana Ramírez en complicidad con el lenguaje tomó la decisión de abandonar la zona de confort de su taller y desplegar su obra en el espacio público. Instalación que entre el 9, 12 de septiembre y 5 de octubre se trasladará a las comunas de Providencia y Santiago, con casi 100 círculos adheridos al piso y la declaración Yo voy a ser. Un creativo exhorto donde llama a las personas a reflexionar, discutir que simplemente se detengan, tomen fotografías y se transformen en co-autores de este proyecto inserto en la muestra organizada por Arte Al Límite, medio especializado de arte contemporáneo, en el marco de la exposición inédita de su colección de arte visual “Al Límite, Sin Límite”.
En ese contexto, intempestivamente la artista, propone una acción de arte que de por sí otorga a quien la ve, cierta prescindencia olvidándose por un instante del mundo exterior, al dejarse seducir por frases como “Voy a empezar la dieta”, “Voy a unirme al baile”, “Voy a hacer temblar al tirano” Así, a través de cada frase pone al servicio de la comunidad una obra que sin duda abre un espacio inclusivo a quienes usualmente no participan del arte, tal cual como si abriese una compuerta cuya llave es la palabra. Esa prodigiosa combinación de signos que al unirse crean expresiones que invitan a ser generoso – “Voy a ser árbol, dar fruto y sombra” o “Voy a escuchar mi corazón”. Cosa que también hace la artista, al ampliar su radio de acción y hacer que las frases pasen de boca en boca y se transformen en el rumor de turno que incluso, dada la posible legión de seguidores, corre el riesgo de salirse de su cauce, pero precisamente, ahí está lo meritorio del proyecto, cuando en cierto modo supera los márgenes, cuando lo inobservable se transforma en visible, cuando la palabra no oída termina siendo palpable.
De verdad, no sé si las palabras caminan o vamos con ellas. Lo cierto es que cada círculo acaba siendo un diminuto planeta que titila en la inmensidad urbana, configurando un firmamento de ecos que se entrelazan sin que ninguno de los transeúntes lo sepa, como un secreto a voces donde cada cual se guarda para sí lo que más le disgusta, le remece, le emociona o sencillamente le causa estupefacción. Por tanto, posee la cualidad de que cualquiera se apropie de la frase que más desea y la desarme y la rearme como si estuviese paladeando una sopa de letras, y aunque a veces las palabras parecen ser mudas por el simple hecho de estar escritas, pero por si no se han percatado, cuando menos lo esperas cobran vida, corren, vuelan y se van tan lejos como pueden, y apenas alguien las pronuncia resplandecen como estrellas.
Tanto es el poder de las palabras que caminan los que no tienen piernas y piensan los que no tienen cabeza. Porque las palabras son plenipotenciarias, y en Yo voy a ser, así se manifiesta. Al ver gente mirado de un lado a otro buscando su frase predilecta o cuándo alguien lo interpreta como parte de una invasiva campaña publicitaria y duda si acercarse a ellas. Sea como fuere, es un acto “inobviable” donde cada cual termina siendo un co-autor, co-intérprete y co-protagonista en esta relación recíproca y provocativa.
Ilustrativo es el hecho que aun sabiendo que dado su carácter performativo, intervenir el espacio urbano implica no solo estar a la deriva, sino controlar mínimos detalles. Sin embargo, Adriana Ramírez asume el reto y lo demuestra con varias intervenciones de diversa índole realizadas desde el 2013 en el Louvre, el Museo de Pérgamo de Berlín, el Palais de Tokio, la Plaza Mayor de Madrid y ahora Santiago de Chile, donde vocifera – “Voy a hacer del arte algo para todos”, pretenciosa proclama que va expandiendo a través de este centenar de círculos interactivos que luchan contra la desatención y la fosilización del arte y especialmente contra la posibilidad de hipotecar los espacios, saliendo a la calle y entablando un diálogo abierto con el transeúnte, para que piense y sienta cuanto quiera – “Voy a utilizar todos mis encantos”, “Voy a ser artista”, “Voy ser el quinto poder” o en una señal de sereno advenimiento finalmente diga – “Voy a morir tranquilo”.