“Un sueño que sueñas solo,
es solo un sueño;
Pero un sueño que sueñas con otros,
es realidad.”
Yoko Ono
Dream Come True es una invitación a extirpar el prejuicio del arte conceptual como una disciplina absorta, elitista, incomprensible e indolente. Cada una de las obras se completa con la interacción del espectador, internándolo directamente a una reflexión sobre sí mismo (individuo) y como colectivo (sociedad).
La experimentación que propone Yoko Ono (Tokio ,1933) proviene de entender el arte y la vida como un continuo que se sucede y relaciona constantemente. Lo cotidiano no sólo se refleja en los objetos, sino en los gestos y el propio cuerpo. Algo tan sencillo como el parpadeo, capturado por un medio audiovisual, es capaz de cautivar al espectador al mismo tiempo que instala en él la duda, la intriga.
Así como Duchamp critica la institucionalidad del arte al instalar un urinario firmado en un pedestal en 1917, Yoko Ono utiliza objetos cotidianos a modo de aterrizar el concepto de la obra. La crítica en este caso tiene que ver con recobrar la mirada del arte hacia la sociedad y no sólo reflexionar en torno a sí mismo. No es gratuito que la exposición reciba al espectador con un lienzo rasgado por donde ella invita a saludar a otra persona a través del objeto, sus instrucciones ayudan a eliminar las barreras de la formalidad y la timidez. Y el gesto que en sí mismo es tan rotundo que su carga simbólica sobrepasa al objeto.
Yoko Ono formó parte de la vanguardia, en pleno siglo XX junto al grupo Fluxus, y experimentó en torno al poder de la palabra. En una sociedad donde las leyes y las órdenes abruman al ser humano es posible dislocarlas hacia una mirada menos opresiva. Acompañando a cada obra se encuentran las instrucciones de la artista para el espectador. Por su herencia japonesa ella basa sus instrucciones en el haiku, cuidando que la carga poética sea tan efectiva como la acción/reacción que se describe. El haiku trata de capturar la belleza de la naturaleza en pocas palabras (una ambición que en sí misma es pura poesía) es por esto que sus instrucciones se entienden como una pieza artística más.
Pieza de voz para soprano
Gritar
- Contra el viento
- Contra la pared
- Contra el cielo
El recorrido se desarrolla explorando diversas técnicas artísticas desde las más “tradicionales” como agregar color sobre un lienzo con pintura y pincel; reconstruir una pieza de cerámica a partir de la unión de partes independientes; hasta las más vanguardistas como la posibilidad de experimentar la performance al sumergirnos en una vestimenta específica. Las primeras aproximaciones nos invitan a “añadir color” y a “reconstruir”, es decir, a desarrollar un concepto de manera plástica y directa sobre un material, construyendo una pieza que es expuesta en el mismo lugar. Además, existe la posibilidad de ser parte de una acción performática, utilizando nuestro propio cuerpo como medio de experimentación y creación de un concepto. El espectador, sin importar sus gustos o límites, siempre se verá implicado en las obras de Yoko Ono, no hay espacio para la indiferencia.
Sin embargo, hacia el final del recorrido cada acción, cada gesto parece volverse más sencillo y rotundo. Por ejemplo, clavar un clavo es una acción sencilla, hacerlo en un crucifijo es una acción determinante.
Yoko Ono les plantea a artistas de variados países –y realidades– una reflexión en torno a entregar agua como un gesto de amor. En una sala colectiva el espectador puede ser testigo de estas reflexiones. Desde contenedores de agua enternecedores y kitsch (Liliana Porter) hasta un recipiente utilizado en la morgue para limpiar un cuerpo asesinado (Teresa Margolles). Margolles se caracteriza por una obra de carácter directo. El recipiente, si bien puede contener agua, sufre un giro a partir de la visión del artista como una reflexión en torno a la violencia a partir del cuerpo y sus secreciones. La diferencia entre Porter y Margolles es la importancia que se le da al recipiente, en la primera por su forma y en la segunda su valor simbólico.
La pieza que reúne testimonios de mujeres víctimas de la violencia de género (en todas sus formas) enfrenta al espectador a la realidad de sus pares. Ya no es posible mirar hacia otra parte cuando se comienza a ser testigo, lo que por miedo o vergüenza se oculta aquí se exhibe. El texto va acompañado por una fotografía de los ojos de la víctima, aquí el juego de la mirada se completa con el espectador, como si fuese una íntima conversación. Mirarse a los ojos como símbolo de complicidad y honestidad.
La última sala nos recibe con una palabra: vuela. Yoko Ono ha sumergido al espectador en reflexiones en torno a sí mismo y la sociedad, a imaginar la paz, a comprometerse con una causa, a enfrentar otras realidades. Desde la búsqueda de la paz en un mapamundi, pasando por un muro que encara al visitante con la mirada de mujeres víctimas de violencia de género, hasta terminar en una sala íntima. Donde reunidos en círculo, los visitantes observan a los otros como si fuesen planetas de una misma constelación. El único objeto encendido es un televisor que transmite una imagen en directo del cielo. Vuela. Vuela junto a las ideas en un viaje introspectivo sin olvidar que un sueño colectivo se convierte en realidad.