La exposición se presenta hasta el 13 de agosto en el Museo de la Solidaridad Salvador Allende y abarca la obra de artistas y activistas de todo Latinoamérica quienes han trabajado en torno a la historia de los movimientos de disidencia sexual del siglo pasado.
Activar una serie de archivos históricos de sucesos olvidados o escasamente trabajados por los movimientos de liberación homosexual es la propuesta de esta exhibición que se compone por artistas de ocho países latinoamericanos -Perú, Argentina, México, Paraguay, Nicaragua, Ecuador, Brasil y Chile-.
Los archivos consisten en fragmentos no articulados de políticas homosexuales, lesbianas y trans en América Latina y abarcan más de 100 años de historia: desde las redadas policiales a las fiestas clandestinas de homosexuales en el México de 1901, hasta los conflictos internos en los movimientos feministas entre mujeres heterosexuales y lesbianas que provocaron el surgimiento de colectivos post-identitarios en Argentina, a principios de los años dos mil.
Se trata de episodios que han quedado relativamente relegados a un segundo plano, inmersos en una narración hegemónica de las políticas oficiales locales, así como también en una trama colonial de las políticas sexuales globales.
Bajo la curaduría de Francisco Godoy Vega y Felipe Rivas San Martín, en esta muestra se ha tomado la decisión explícita de trabajar desde una multitud que se vive desde la memoria y los afectos políticos de los propios curadores, sus redes de resistencia en América Latina y su diáspora.
Esta posición ha permitido pensar desde “lo marica” como el lugar parcial de enunciación curatorial y no aspirar a una representación artística o política totalizante.
“Desde nuestra posición marica dialogamos con los otros maricas, travestis, lesbianas y trans que participan en esta muestra. En este sentido, el panorama ‘latinoamericano’ aquí presente no da cuenta de una totalidad, sino que de fragmentos afectivos y afectados de la historia y el presente para activar las violencias y resistencias de los movimientos sexo-disidentes en ocho países a lo largo del siglo XX”, explican los curadores.
Las activaciones presentadas en esta exposición así como los hitos históricos sobre los que se articulan, invitan a erotizar la experiencia de visita al museo a partir de su transformación en un cuarto oscuro. Esta erótica se plantea como un espacio de encuentro colectivo, que permite revivir la memoria precaria y el diálogo abyecto entre cuerpos que no tienen, en principio, motivo ni lugar para encontrarse.
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