Los recuerdos que revolotean en la memoria, el enfrentamiento sereno entre la realidad y los sueños que yacen ocultos tras una cortina de colores, donde las figuras se van evaneciendo, donde es posible reencontrarse con los recuerdos de la infancia, con los lugares que cobijan las alegrías y las penas. Retratar la realidad desde la percepción de sí mismo, una exploración inquietante, compleja, que se transforma en una experiencia sobrecogedora. La técnica mixta se combina con las imágenes nostálgicas de Marisol Grisanti, la melancolía de un recuerdo que se llena de color, el volver a la vida como una aparición difuminada que resplandece, no son simplemente retratos de una vida pasada o de aquello que simboliza algo para la artista, provienen desde la emotividad más profunda e intima, que conmueve al espectador.
Descendientes de italianos, los padres de Mari Grisanti Guadaroli siempre cultivaron el arte y la cultura. Su madre es diseñadora gráfica y su padre es ingeniero, ambos con gran talento para la pintura, las manualidades y el dibujo. De esta manera, desde pequeña estuvo relacionada con el arte, haciendo actividades manuales de todo tipo, siendo en Enseñanza Media cuando aprende a pintar, tomando en Tercero Medio Arte BI (Bachillerato Internacional). Estudió Periodismo en la Pontificia Universidad Católica, y ha trabajado 15 años como periodista, además de desarrollar, en paralelo, su pasión por el arte.
“Siempre me gustó el arte y especialmente la pintura, desde que estaba en el colegio. Pero también tenía un lado muy humanista así es que decidí estudiar Periodismo en la UC. Mientras estudiaba en la universidad, pinté de forma amateur y cuando terminé la carrera, y me puse a trabajar, me inscribí en talleres de pintura, en los que participo hasta el día de hoy. Pintar forma parte de mi rutina, de mi vida, es lo que más me gusta hacer y me hace feliz, es mi terapia, mi desahogo, donde expreso mediante los colores y el carboncillo lo que siento, pienso y sueño”.
Cuando se observa la obra de Marisol, es posible presenciar un estilo muy particular: paisajes oníricos plagados de una paleta cromática luminosa. La artista relata que para encontrar su propio sello, tuvo que pasar por muchas etapas de experimentación, utilizando distintos tipos de técnicas y materiales, hasta que llegó a las aguadas lineales y la imagen en carboncillo: “Me gusta que mi obra tenga un sello, y que ese sello sea el resultado del trabajo que he hecho de forma persistente al pasar de los años”. En este proceso, también hubo gran influencia del proceso interno que vivió la artista, que la llevó a encontrarse con aquellos temas o ideas que quería plasmar en su obra. Es así que ésta nace de un sueño, de las imágenes que ella ve y que llegan al fondo de su espíritu: la travesía, los caminos, los viajes, aquello que tiene que ver con la conexión, como por ejemplo Capadocia 1 o Paseo en Bicicleta. Es ahí cuando aparece la periodista que ha desarrollado todos estos años, el mensaje que quiere entregar está planteado y analizado, no existe un porqué sí: globos aerostáticos, los faros, las bicicletas, los puentes, las casas, entre otros, son ese viaje, el símbolo del cambio, que mediante el análisis de cuál será la predominancia de los colores, qué lugares o qué posiciones tendrán las formas, es como este mensaje va tomando consistencia.
La artista sabe bien a lo que apunta con su obra, algo que le ha dado frutos, pues el año pasado participó en la Artexpo New York y en la Bienal de Arte Contemporáneo de Buenos Aires. Actualmente está exponiendo Woman in Art, su segunda exposición en Nueva York, en la galería Ward Nasse ubicada en el Soho. Además de estar evaluando el participar en ferias de arte internacionales, al mismo tiempo de estar preparando el proyecto para su próxima exposición.