Omar Biscotti pinta y dibuja desde muy pequeño, al ser hijo único, pasaba días dibujando en casa, no tan solo en papel, también en la puertas y paredes, por lo cual sus padres decidieron inscribirlo en una escuela privada de arte en el barrio de Caballito en Buenos Aires, Argentina, donde estudió hasta los 16 o 17 años. Además, durante sus años de escuela secundaria, su profesor de artes plásticas le acercó al cubismo, a la experimentación y al arte pop. No obstante, además del arte, el área de la Salud era su otra vocación y al momento de continuar sus estudios se inclinó por Medicina, especializándose en Psiquiatría, lo cual lo mantuvo alejado de la creación artística hasta los 29 años. Luego de un largo período fuera de las pistas, retomó su carrera como artista, en un taller con Raúl Ponce, donde se mantuvo durante 5 años. Pasó, después de ello, por varios talleres y desde hace aproximadamente 10 años que se dedica a desarrollar su propio estilo, sin alejarse de su profesión y vocación en la Medicina.
La sonrisa, Omar Biscotti
Su línea artística es muy personal, enfocándose principalmente en lo figurativo, pero lejos del realismo, no obstante tampoco llega a lo abstracto, pues a pesar de haber pasado por entrenamiento de arte abstracto, siente una especial atracción hacia las figuras y rostros humanos, aunque siempre desde la libertad de poder jugar con la forma y el color. Encasillarlo dentro de un estilo es difícil, tiene elementos de distintos movimientos artísticos –cubismo, arte pop, esténcil– mezcla y utiliza sus influencias para sacar lo mejor de cada uno y forjar un estilo único y peculiar, lo que convierte a su obra en un gusto visual: el color brilla intensamente, las formas de los rostros, las miradas son dinámicas y expresivas.
Omar no se considera a sí mismo como un artista conceptual, no busca enviar ningún mensaje con su obra ni tampoco, como dice él “co-construir entre la obra, el artista y quien la observe”. Su tema es la figura humana y, especialmente, los rostros. Lo que busca es que su obra pueda contar una historia y que el espectador pueda hallar ese relato, Biscotti comenta: «Con el color intento crear un clima para esa obra, sobre todo un clima emocional. Me interesa que la obra transmita un momento, un estado anímico, un instante, una circunstancia, una relación entre los personajes si hay más de uno. Me subyugan, me fascinan los rostros humanos, las expresiones, las miradas, los diferentes lenguajes más allá de la palabra. Y me interesa poder provocar en quien mira la obra una emoción, una asociación con él mismo, una evocación”.
Por otro lado, el artista comenta que ha expuesto en varios lugares. En sus comienzos en la Federación Médica de Buenos Aires, en 1998, donde vendió sus primeras obras. En 2015 expuso en la Casa de Galicia de Buenos Aires, un lugar importante para él por su ascendencia gallega por parte de su madre, por lo que dicha exposición le resultó muy emotiva. Además, tuvo la oportunidad de exhibir sus trabajos en el Carrousel de Louvre, en París, Francia, donde compartió con otros 600 artistas. También destaca los comentarios y reconocimientos de parte de los curadores y críticos Julio Sapollnik, Rosa Faccaro, Silvia Pellegrini, César Magrini, y del público, que le reconocen como “una obra original, que atrae, que a veces impacta, que evoca”.
Finalmente, relata que trabaja desde su taller que mira hacia el jardín, dedicando los lunes de 8 a 9 horas a la realización de sus obras. En este momento, se encuentra trabajando en una obra a partir de la foto de la familia de su esposa, que es de inmigrantes japoneses. El artista admira profundamente el esfuerzo y el valor de los inmigrantes, pues forma parte de su historia familiar, tanto personal como la de su esposa.