“El sonido de Valparaíso: es la primera cosa que me sorprendió de esta ciudad mítica el día que la descubrí. No se trata de un ruido, sino de un sonido como la voz de una enorme ballena”
– Paolo Verzone.
Cuantas veces uno se pregunta qué ve un fotógrafo al dejarse llevar por su sensibilidad y por el hecho de frenar el tiempo con un aparato que en otras manos sería sólo una cámara. Sin embargo, en él es un motor que echa a andar, por ejemplo, la 7ª edición del Festival Internacional de Fotografía en Valparaíso (FIFV), con la idea de unificar el proyecto personal con el embrujo de una ciudad puerto hundida para arriba.
Iniciación que parte con Valparaíso, muestra inaugural que ancla el trabajo de cinco destacados fotógrafos extranjeros y sus respectivas residencias en busca de un creativo enfoque abierto por Claudine Doury (Francia 1959), quien esquiva la muchedumbre y los lugares comunes al adentrarse en las salas de clases, colarse en los patios y correr en los pasillos para captar in situ la intimidad de estos jóvenes porteños. Porque como ella señala: “El liceo es un teatro donde los adolescentes juegan con todo un abanico de identidades”. Un entramado emocional donde a simple vista afloran sus temores, dolores y anhelos, pero con el sello de quien tiene la capacidad de captar a través de un lente esos destellos de esperanza que los adolescentes atesoran más allá de su ensimismamiento.
En esa misma lógica iconográfica que devela mundos interiores surge la obra de Paolo Verzone (Italia 1976), quien en los últimos cinco años ha trabajado varias series de retratos de estudiantes de escuelas militares europeas. Un tópico que por su recurrencia no dejó al margen y lo hizo extensivo a un Valparaíso representado por los cadetes de nuestra escuela naval, mostrando tanto la solemnidad, como ese dejo informal y cotidiano expresado en el quehacer de una escuela matriz vista por dentro, con una perspectiva que deja entrever aquello que tanta veces se olvida: su parte humana.
En contrapartida Bertrand Meunier (Francia), elabora una particular propuesta supeditada no al dictado de la hegemónica postal o el inconsciente colectivo, sino que forja una visión periférica de Valparaíso, ateniéndose a su permanente expansión inmobiliaria. Mostrando los extramuros de una ciudad sin la presencia omnisciente del mar. Creando un virtual espacio amurallado que circunda el puerto y que muchos ignoran, porque lo ven distante y siendo sólo un conjunto habitacional, pero en cuya explanada el fotógrafo advierte un gran palco escénico donde actúan tantas vidas como adversidades la vulneran.
Equidistante a esa postura está Gilles Favier (Francia 1955), quien retoma el hilo conductor original, viendo a su gente y haciendo propias las palabras de Albert Camus: “Debemos servir al mismo tiempo al dolor y la belleza”. Rescatando el hechizo que desencadenan personas y lugares surgidos de las entrañas de esta ciudad indómita que Favier no intenta morigerar, sino que potencia a partir de un enfoque donde cada protagonista habla por sí mismo, reforzando la naturalidad de un puerto genuino, sin fuegos ni artificios y afín a un mundo que se equilibra en el desequilibrio.
Problemática que comparte el español Juan Manuel Castro Prieto (España 1958), Premio Nacional de Fotografía en España 2015, con un periplo absolutamente introspectivo basado en habitaciones que hablan por sus ocupantes y con historias que fundan su correlato visual, en un imaginario que te murmura secretos al oído. Donde tanto la luz como la penumbra juegan un rol preponderante, convirtiendo al fotógrafo en ese captor que se apropia de estos sitios, pero a su vez en un liberador que da visibilidad a ese retraído universo que se respira puertas adentro, componente esencial de una visión escenográfica que el artista dispone de manera tal que uno palpa ese carácter sombrío, pero inmensamente íntimo que calza a la perfección con lo expresado por Isabel Allende: “Las fotografías engañan al tiempo, suspendiéndolo en un trozo de cartón donde el alma queda bocabajo”.
Sin duda una visión diversa de Valparaíso, que como FIFV 2016 contempla además la visita de Ana Casas Broda (España), Dario Coletti (Italia), Itala Schmelz (México) y Juan Valbuena (España), quienes junto con dictar talleres, conversaron sobre su obra en los Diálogos Fotográficos desde El Internado.
Actividades que suman y siguen con más de 50 expositores, conferencias, lanzamientos de libros y remozadas salas como la peluquería y galería de arte La Boheme, con Aviso de destino de Vicente González Mímica, una serie tomada en Magallanes, que acentúa el uso del flash; y Casaplan, con Predio (Marconi), un edificio de 13 pisos ocupado en Sao Paulo, Brasil, donde viven casi 400 personas esperando una solución habitacional digna, de Javier Álvarez, y Construcción de obra, muestra de cuatro jóvenes fotógrafos con Rosario Montero, Cecilia Reynoso, Álvaro Rojas Sastre y Emiliano Valenzuela, que han participado antes en el festival y que exhiben sus trabajos mediante proyecciones.
Eso sin contar las exposiciones que recorren la Plaza Victoria donde se ve la muestra Horizonte, de las Brigadas Fotográficas, colectivos de dos o cuatro fotógrafos que crean una propuesta en torno a la contaminación y los problemas del borde costero; así como la exposición colectiva de los Workshops FIFV 2016, donde 20 fotógrafos seleccionados trabajaron junto a un tutor extranjero desarrollando diversas temáticas ligadas al puerto. Hecho que culmina en Muelle Prat, con dos conteiner con un proyecto de intercambio de los fotógrafos de Images Singulières de Sète y la muestra La France vue d’ici (Francia vista desde aquí), una panorámica de la sociedad francesa desde el 2014 hasta hoy.