José Ramón Castaño tuvo un acercamiento natural al arte. Desde su época como escolar, la capacidad que tenía para crear dibujos y pinturas fue ampliamente reconocida por sus pares: “me dejaban hacer lo que quería en clases de arte”, recuerda Castaño. En ese entonces, dividía su tiempo entre la creación de obras y la práctica deportiva.
A los 27 años, ya con un camino establecido en el mundo empresarial, decidió cumplir un viejo anhelo. Tomó clases de pintura con Maruja Pinedo, quien le enseñó diversas técnicas compositivas. Tres años después continuó el aprendizaje de la mano de Sergio Stitchkin, “un muy buen profesor, muy técnico y académico; un artista atípico”, asegura el pintor. Finalmente llegó hasta Arturo Santana, a quien Castaño considera su verdadero maestro. Con él profundizó en el retrato, un campo que marcó el estilo realista que más tarde llegó a dominar; “fue ahí cuando aprendí a mirar”, recuerda.
El pintor dejó de tomar clases cuando se dio cuenta que ya podía identificar y corregir sus propios errores. Para él, ser un buen artista no se basa en la infalibilidad, sino en saber encontrar las equivocaciones cuando se cometen. De esta manera, Castaño encontró su propio lenguaje visual, y de pronto se vio jubilado y sin obligaciones por delante: “Me encontré a los 49 años con las ganas de seguir haciendo cosas y, de repente me dije ‘por qué no dedicarme a la pintura, quizás me va bien’”. Fue así como arrendó su propio taller y empezó a exponer en diversas galerías.
Escenas realistas
La temática en la obra de Castaño radica en un mensaje estético más que político, “no pretendo mandar ningún mensaje ni político, ni religioso, ni nada; yo solo pretendo hacer algo bonito”, explica, y agrega “yo, siendo realista, hago cambios pensando en el valor plástico de la obra. Hay que resaltar lo bueno y minimizar lo malo”. El gusto que siente por la naturaleza se ve plasmado en su trabajo; retratos de animales –principalmente aves– y de paisajes ubicados a lo largo de Chile.
Realizar una fotografía del sujeto marca el comienzo del proceso creativo. Una casona abandonada en una salitrera, un ave que reposa en la cumbre de una Araucaria o un paisaje de la naturaleza, son algunos de los motivos capturados por Castaño. Una vez en el estudio, con lápiz grafito y a mano alzada, inicia el trazado del modelo. Una pintura puede demorar hasta dos meses en terminarse. “Pinto lento, es un trabajo de mucha paciencia y mucha observación”, dice el pintor.
”Cuando un hiperrealista te hace el retrato de una persona, te va a pintar pelo por pelo. En el caso mío yo voy a pintar luces y sombras. A la mente la engañas con muy poco. Yo he aprendido que el realismo es eso, la realidad pero no pasarte de largo”, argumenta el artista, para quien el principal factor que separa su estilo del hiperrealismo es el énfasis que pone en el detalle. Para él, más allá de la fidelidad de lo representado, lo esencial es el control del tono, esto es, la cantidad de luz que muestra cada color en la composición.
Los proyectos a futuro del artista se vinculan a la representación de las salitreras del norte y las aves autóctonas del rincón más austral de Chile, en lo que serán meses de trabajo en el taller donde espera seguir explorando las posibilidades del realismo.