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La mejor selección entre 82.951 fotografías, realizadas por 5.775 reporteros gráficos de 128 países, llega a Chile y a Espacio Telefónica con la muestra World Press Photo 16, la exposición de fotoperiodismo más importante del mundo.

Desde las cavernas rupestres decoradas con pictogramas de caza, a un fotógrafo que envía imágenes satelitales de un refugiado sirio intentando pasar a su bebé por una alambrada fronteriza, no sólo hay una inconmensurable línea de tiempo, también está la necesidad de contener la volatilidad de los acontecimientos y, a su vez, oponerse a la trivialización del dolor expuesto en los noticieros dedicados a los hechos que, inconscientemente, van horadando la capacidad de asombro de quienes impávidos e indolentes solo ven una pantalla.

© Anuar Patjane Floriuk

© Anuar Patjane Floriuk

Lidiar con el paradigma de la indiferencia es la gran labor de los fotógrafos de la World Press Photo, quienes pese a los embates escenifican y hacer patente eso que otros pretenden ocultar o lisa y llanamente toman distancia. Hecho sintomático que sin duda nos lleva a reflexionar acerca del rol del reportero, quien –sin caer en el preciosismo retórico– ilustra un mundo que a pesar de estar nuestra memoria colectiva, muchas veces no vemos o negamos como mecanismo de defensa, ya que encarar la realidad es más apabullante que banalizarla.

Por ello la fundación World Press Photo, creada en 1955 con sede en Amsterdam, distingue el trabajo de reporteros gráficos con el objeto de evidenciar situaciones donde el hombre es objeto del hombre, pero también otros en que la belleza aplaca los vaivenes existenciales, quizás no alterando el curso de la historia, pero sí enseñándonos a valorar a una ballena jorobada y su ballenato recién nacido nadando cerca de Roca Partida (la isla más diminuta del archipiélago de Revillagigeo), en la costa mexicana captados por Anuar Patjane Floriuk; fotografía que, indirectamente, hace un paralelo al equipo de nado sincronizado de Estocolmo, que ejecuta la posición de velero registrada por Jonas Lindkvist. Además, logramos reflejarnos en un grupo de orangutanes huérfanos paseando en carretilla en las devastadas selvas de Borneo, vistas por el lente de Tim Laman; y de paso entender que pese a las diferencias evolutivas, todos tenemos derecho a vivir y a expresarnos, como lo hizo Lamon Reccord al desafiar a un policía durante una marcha contra la violencia racial en Illinois, y que fue registrado por John J. Kim, quien simplemente guardó silencio; al igual que Kevin Fraser, al retratar a unos ancianos empujando sus triciclos, mientras las chimeneas de carbón en Datong no paran de contaminar, aun sabiendo que el 17% de las muertes de China se producen por emisiones de CO2.

Una tarea que a ratos parece estéril, sin embargo como dice Pascal: “Es peligroso mostrar al hombre cuán semejante es a las bestias, sin mostrarle a la vez su propia grandeza”. Algo que conlleva una óptica tan vasta como compleja, pues no es sólo retratar la autoflagelación del mundo, ni la devastación de la naturaleza o la sangre fuera de lugar, sino develar instantes de vida. Formas que se aprecian en obras como la de una niña de trece años, Raheleh, ciega de nacimiento, quien fue vista por Zohreh Saberi cuando se instaló en la ventana de su casa en Irán, para poder sentir los rayos del sol. Un hecho trivial que de por sí libera imaginariamente a esta mariposa de su crisálida. Mientras encontramos obras escalofriantes, como la de esa niña siria que, desde en un hospital de campaña en Damasco, mira con impotencia hacia la cámara de Abd Doumany, clamando por ser auxiliada. Interpelación que retoma Adriane Ohanesian a través de Adam Abdel, de siete años, quien exhibe las huellas de las quemaduras sufridas tras el bombardeo de su casa en Dafur Central, Sudan.

«Sacar fotografías no es llegar y obturar a distancia»

Aun cuando muchas fotografías remecen, perturban e incomodan por su crudeza, siempre hay una contrapartida. Rohan Kelly, nos sorprende con una toma de Bondi Beach, Australia, donde una colosal nube se precipita amenazante mientras imperturbables bañistas se toman una selfie, demostrando como la apatía forma parte de la vida diaria, al punto de desentenderse de su propio entorno. Cuestión que puede ser replicable al sufrimiento ajeno, ya que la no pertenencia pareciera ir de la mano del desapego, del desligarse, cosa que en ningún caso pudo hacer Nancy Borowick, al registrar a sus padres quienes murieron con sólo un año de diferencia como víctimas de un cáncer fulminante, dejando en claro que sacar fotografías no es llegar y obturar a distancia.

Por eso, la función de la World Press Photo es tan relevante, ya que pone en entredicho a quienes creen que la fotografía sólo se limita a buenas selecciones o enfoques, desestimando el rol del fotoperiodista, quien sin titubeos desenfunda su cámara. Así como hizo Warren Richardson, quien aprovechando la luz de la luna logró la imagen ganadora de la versión 59ª del concurso World Press Foto 2016, en la frontera de Serbia y Hungría, donde fue imposible usar flash, puesto que alertaba a la policía, poniendo en peligro la vida de 200 refugiados parapetados tras las alambradas.

© Warren Richardson

© Warren Richardson

Acto de denuncia y registro que en última instancia es visto con resistencia por muchos, pero que muy pocos se atreven a desarrollar como parte de un compromiso ético asumido a través de la crónica visual, que incluso desafía lo dicho por Elizabeth Edwards en el libro Anthropology and Photography: “El poder de la fotografía como documento portador de verdad, implica al mismo tiempo una contradicción, puesto que la fotografía es siempre una selección de lo que se va a mostrar al receptor como verdad o realidad”. Suceso que en esta exposición no implica parcialidad o subordinación, sino ante todo un testimonio indesmentible de cuánto aqueja al mundo y que se complementa con lo dicho por Giorgio Agamben: “Ser contemporáneo implica mantener fija la mirada en la época”, en este caso, resumido en 145 notables fotografías que recorren tantas categorías como realidades deben enfrentar.