“Chiaroscuro” es un estilo de pintura popularizado entre los siglo XV y XVII, justo entre el apogeo del Renacimiento y el desarrollo del Barroco. La etimología de la palabra proviene del italiano y significa, literalmente “claro oscuro”: el resalte de las zonas oscuras con negro y las áreas luminosas con blanco dentro de una composición. A través del uso de sombras y luces se crea una ilusión de profundidad y volumen de los sujetos modelados en la obra.
El chiaroscuro fue muy utilizado en el arte sacro, en donde la fuente de la luz podía ser un ángel o alguna figura religiosa. La iluminación también podía provenir de objetos como una vela o candelabro, dispuestos estratégicamente en el cuadro. Su uso daba una sensación de tridimensionalidad a la obra, la que se mostraba como un reflejo de la realidad. El contraste tonal aportaba dramatismo a la escena retratada, concepto que sería usado más tarde como la base del tenebrismo en el arte Barroco.
Uno de los pintores que propagó aquel estilo fue Leonardo da Vinci (1452-1519), quien lo mezclo con el “sfumato” o esfumado, técnica que diluye los contornos y suaviza el contraste entre los colores, dando mayor realismo a la pintura.
En el paso al Barroco podemos encontrar otros maestros del chiaroscuro como el italiano Caravaggio (1571-1610). En sus obras el contraste generado entre las zonas oscuras y las luminosas enfatiza con un gran poder expresivo las situaciones pintadas.
Rembrandt (1606- 1669) basó muchos de sus trabajos en el uso de esta técnica, pero con algunas innovaciones, como la suavización de los bordes y los contrastes, lo que daba como resultado pinturas más sutiles y calmas.