El valor. No como algo monetario, sino como creador de sentido. El valor como adicional invitado loable, como agregado de seda, creador de repercusiones.
Ese solo, y aparentemente limitado, concepto es el que distingue el pender de una obra de arte de una muralla lisa, de una reproducción decorativa, motivo de iteración colectiva.
Nada tiene de malo lo segundo. Por el contrario, la contribución de los objetos decorativos han conseguido con su rol acercar el sentido de la estética y la preocupación por la belleza al poderoso cuerpo de la ciudadanía. Sin embargo, innatamente al hacer la comparación surgen aspectos de distancia, que no necesariamente dicen relación directa con la calidad del producto que adquieren, sino de su condición misma de «producto» o «manifestación desinteresada».
Son las artes decorativas el aliciente perfecto para engendrar en los individuos el bichito del sentido figurado, la impresión de artículos de carácter de gusto personal y reproducciones personalizadas que cuelgan de las paredes, siendo ellas una en un centenar de otras iguales.
Convengamos que la expresión misma del arte visual y las condiciones en las que se ha creado, con las motivaciones que sean, le hacen único e irrepetible por el solo hecho de ser obra de la mano de un hombre y no de una máquina. Además de tener por objeto la expresión auténtica del ser y no una seriación de contenido que cumple con el fin de adornar cual ornato un espacio vacío, el arte se reproduce único y auténtico en su nacimiento y conecta directamente, por la nobleza de sus materiales y la intención del artista, con las áreas más sensibles que al ser humano le fuesen dadas.
¿Por qué gastar más en arte si hay arte decorativo ?
En estricto rigor por el trabajo de autoría personal y manufactura exclusiva. La iteración infinita de patrones que reproducen sobre una base un producto del mercado, alejan a las obras de arte de su esencia.
La autenticidad, la posibilidad que brinda la empatía de sentir conexión y un vínculo entre los afectos del artista al tiempo que crea un trabajo exclusivo, fruto de un momento irrepetible que poseerá espacio en la tierra una sola vez, es lo que replicará indefinidamente la pieza final en los afectos del comprador de obras de arte. Es una conexión que no dice relación con lo meramente estético, sino con el sentido directamente y la forma de interpretarlo, de posicionar una visión personal a través de los ojos de otro que supo interpelar las reflexiones y llevarlas a lo material una sola vez.
¿ Una inversión ?
Puede serlo, claro que sí. Quizá para un coleccionista, o para todos. Sin embargo, lo que distingue a la obra de arte del «arte decorativo» no tiene que ver con algo monetario que pueda manifestarse por añadidura, sino por la capacidad y la manera que tienen las formas de expresión para conectar a los seres humanos, quizá que no se conocen entre sí y puedan entenderse.
Aquello que conmueve es tuyo. Teclea las piezas correctamente para hacer sentir, provocar. El arte decorativo deleita, el arte crea sentido.
Si quieres crear sentido eres bienvenido de hacerlo, como mucho hoy en día lo están haciendo fomentando el trabajo de artistas nacionales o latinoamericanos. Con comprar arte no se alude a la acción capitalista de adquirir, sino de acariciar la formas de expresión.
Te invito a revisar la Galería Online y a unirte a la campaña #YoComproArteAAL para que se consiga una difusión más profunda y sentida de los mecanismos de expresión que le quedan al ser humano para hacer uso de sus herramientas y transmitir.