Nacida en Maracaibo, Venezuela, Sara Viloria es una artista visual viviendo en Chile cuya obra se encuentra orientada a la exploración de la ansiedad a través de ejercicios mayormente bidimensionales en papel. A través de la acuarela y la implementación de la transparencia, profundiza en la mancha y el retrato, delimitando en rostros, posturas y personajes del imaginario, miradas que registran y permiten reconstruir secuencialmente una imagen de varias sensaciones, reducidas a la expresión.
Tiene 24 años y el año pasado se licenció en Artes, con grado Cum laude en la Universidad Centroccidental Lisandro Alvarado, en Venezuela. Ha expuesto 14 veces hasta la fecha en distintos países como Argentina, Venezuela y Costa Rica. También realizó una pasantía en el Museo de Artes Visuales de Santiago de Chile, y diferentes trabajos en Estados Unidos y Venezuela. Asistente en pintura mural y restauración, su trabajo recurre constantemente a la evocación del pasado y a la perpetuación de la memoria iconográfica, vinculándose a la ilustración y estableciendo discursos sugerentes desde lo narrativo en el resto de su obra.
¿Qué momentos especiales y recuerdos marcaron tu camino hacia el auto descubrimiento en el arte?
Siempre parto de un punto referencial en mi hogar, mi padre trabajaba con escultura y cerámica raku y mi madre es arquitecto especializada en restauración. Desde niña mi entorno estuvo muy ligado a las artes y la poesía. Creo que comprender que lleva a una a ser artista es un proceso, incluso cuando hubo puntos clave que determinaron tal decisión, en un momento te das cuenta de que más que ser artista, hacer arte, es algo que viene con las vivencias y con la necesidad de ir sacando y reflejando. Hay algo muy biográfico en mí que a veces me hace ruido y a veces me acompaña. Cuando tenía trece años sufrí un grave accidente, una caída de 12 metros de altura, y permanecí muchos meses en cama con los huesos rotos tal cual Frida, pintar durante esa etapa fue terapéutico y se convirtió en una extensión de mí, mi amor por la pintura por ejemplo se afianzó en esos días, pero ahora creo que con o sin tragedia me hubiera dedicado a crear de igual forma, a estas alturas no sólo el “dolor”, alimenta mi obra, creo que tanto más abierto se vuelve mi panorama para crear, tanto más sensible me asumo.
¿Qué es lo que utilizas en tus obras, y cómo las comienzas?
Es complejo, y nuevamente partiendo de lo básico mi obra se nutre de mi ansiedad, esto es algo que descubrí con certeza hace poco menos de dos años. A veces paso períodos sin crear, en los que solo observo, leo, me dedico a reflexionar…Pero lo que utilizo generalmente es una idea que me obsesiona, y es ahí cuando se que debo comenzar. Por ejemplo últimamente estoy fascinada con los tatuajes, me intriga mucho pues a fin de cuentas es una cicatriz elegida y a color, un registro en la piel que en teoría es invariable, es una extensión de pasado que se vuelve siempre presente. Siendo una persona ansiosa, el futuro es una interrogante con demasiadas variables para mí, trabajar con el pasado me alivia, y esto lo he hecho ya desde varias ópticas, yo partí estudiando la levedad, y en general mi trabajo se trata de convertir momentos e imágenes de peso, en resultados leves. Anteriormente hice series inspiradas en el Barroco y el Rococó por ejemplo, intrigada por ese “horror al vacío”, también he estudiado el proceso de formación de los minerales y las geodas. Todo nace a partir de una línea de tiempo sobre la que quiero reflexionar, son estudios cíclicos que me ayudan a permanecer en paz, en definitiva tengo una visión muy romántica de la belleza, el tiempo y la permanencia de las cosas, tal vez eso está muy ligado a mi experiencia con la restauración, y me agrada la idea de explorarla desde varios temas y formatos.
¿Qué elemento utilizas en tu obra y cómo crees que logra diferenciarse?
Antes que nada pinto, si resulta como ilustración, pintura o técnica mixta no lo explico yo sino la obra en sí misma, creo que toca un poco de cada uno. Utilizo esencialmente la acuarela, también produzco obra en formatos no tradicionales pero disfruto sobre todo este medio y dedico mi vida a comprenderlo. La utilizo porque es delicada, leve, espontánea…Nunca se domina al agua en la superficie del papel, se trabaja con riesgos y con sorpresas, estamos en un mundo mecanizado y la acuarela se me hace una forma de resistencia. Supongo que lo distinto reside en que al ser un medio tan expresivo, no hay forma de que la obra de un artista sea realmente parecida a la de otro. Varias personas, compradores y personas que he conocido me han dicho que mis pinturas se parecen mucho a mí, no en su apariencia, sino en lo que transmiten… No sé si preocuparme jaja, pero al menos son honestas y eso no puede estar mal.
Como artista Venezolana y residente en Chile actualmente ¿Cómo ves el escenario actual, sobre todo en la compra y venta de arte?
Yo soy Venezolana, y desde hace poco comencé a hacer vida comercial con mi obra acá en Chile, sinceramente aun estoy comprendiendo el panorama. La verdad me ha ido muy bien con las ventas y creo que esto parte de dos cosas, por un lado aquí hay una reacción real ante el arte, la gente se interesa y se nutre de ello, creo que los chilenos subestiman su afinidad y sus conocimientos en el campo de las artes, que no es poco. Por otra parte y en esto hago eco de mis compradores, mi obra es muy puntual pero muy abierta, cualquiera puede apreciarla, pero también puede ser leída con muchas lecturas puesto que son retratos de lo imaginario. Todo lo que veo es positivo porque donde hay conciencia artística, hay espacio para la creatividad, y donde no la hay está el reto de sembrarla.
¿Por qué crees que es importante comprar arte?
Yo creo que es esencial invertir en lo que alimenta nuestro espíritu, más que en lo perecedero. Si se analiza desde un punto de vista meramente monetario, el arte siempre se revalúa, nunca a la inversa. Pero también si se hace conciencia de que se adquiere un producto que es finalmente una extensión del artista, algo que tiene un propósito y no como objeto de decoración en una tienda departamental, encierra una magia dada su naturaleza única e irrepetible. Adquirir arte se convierte en un placer, y luego en un hábito. Cultivar una sociedad rica en arte, es cultivar también un modelo de vida que da valor a las cosas que realmente lo merecen, la expresión, el humanismo… Es resistir a un mundo que quiere vendérnoslo todo en serie, empoderarnos y elegir piezas que serán exclusivas para quien las adquiere.