Marlov Barrios es un artista cuya obras captan elementos de la identidad guatemalteca entre la herencia maya y la contemporaneidad. Su trabajo dinámico y colorido es una observación mestiza de Guatemala, en la que expone a través de símbolos la cuestión de ser guatemalteco en un mundo más conectado.
Marlov Barrios nació y creció en un mundo a dibujar en Ciudad de Guatemala, conocida por ser una ciudad muy violenta. Marlov, gracias a la educación de sus padres, tuvo la oportunidad de entender de una manera crítica y distante este entorno urbano y agresivo, y encontró a través del dibujo, la literatura o la música herramientas para expresarse.
Comenzó sus estudios universitarios en arquitectura en la Universidad de San Carlos, una alternativa a una formación limitada e insuficiente de Bellas Artes de Guatemala. En aquellos años se comprometió con una producción personal más reflexionada.
Actualmente, Marlov se define como «un artista de la observación», un antropólogo. Trabaja desde su entorno, lo que ve pero también lo que le preocupa. A través de diversas técnicas como la pintura, el dibujo, el muralismo, escultura y el grabado, expone su visión de la «cultura popular guatemalteca», con sus códigos visuales diarios en un encuentro entre un tiempo y un espacio esquizofrénicos. De esta forma, el artista se dirige a una redefinición de la pintura tradicional. Como él mismo lo dice: «Yo no tomo en serio el peso del pasado» y así yuxtapone técnicas, generando la construcción de una idea y desarrollando en sus obras un discurso versátil de un contexto social urbano de Guatemala.
Este efecto de acumulación ofrece una energía posmoderna que no estamos acostumbrados a ver con las técnicas convencionales como la pintura o el grabado. El trabajo de Marlov está lleno de estereotipos, de energía, de tonos vibrantes. En resumen, no se puede permanecer indiferente ante tal desarrollo artístico.
En sus diversas series, Marlov explora los vínculos entre dos mundos que tienen dificultades para entenderse, pero que a la vez son inseparables. A través de los íconos de las tradiciones populares, de los símbolos mayas, él ilustra un mundo invisible penetrando en la contemporaneidad de un mundo tecnológico en lo cual el caos urbano mezcla personajes, animales y cosas, protagonistas de su imaginación.
Se influencia del mundo prehispánico y de la época barroca con su excentricidad y su abundancia de detalles. Su trabajo tiene una dimensión directa y emocional, por ejemplo, su mural La gloria obscura, fue pintado en tinta acrílica: resultado de un acto de gran alcance e intuitivo, Marlov coloniza una pared con varios diseños en un diálogo atemporal manifestando la cuestión de la identidad latinoamericana.
Por otro lado, la serie Turbo (2008-2011), compuesta por esculturas de madera, construye una nueva forma de ver los objetos. Dogmas de nuestra sociedad de consumo, que Marlov hace convivir con símbolos mayas: las espinas, símbolo de la Ceiba, el árbol sagrado de los mayas pero también de la violencia. Esta «arqueología de la tecnología», como él lo define, confronta el pasado y el mundo de hoy. Su escultura, representando la base del templo número 4 de Tikal y el Empire State Building, dos íconos de su civilización respectiva, confronta el sentimiento de potencia. Marlov ofrece en cada objeto una nueva identidad a través del dolor.
De esta forma el artista explota los emblemas de la comunidad urbana marginal, encerrada en la violencia y en la pobreza. En la serie Emblemática, habla de hechos anónimos con stickers de colores para crear una nueva interpretación de la experiencia humana. Un concepto expuesto en la obra del filósofo francés Gilles Deleuze.
La obra de Marlov es un acto político silencioso de la insurrección de la humanidad. Las formas y los colores se conectan con un equilibro de delirios. Su trabajo nos empuja a un debate social examinando nuestras responsabilidades como sociedad, no tratando de teorizar. Su único propósito es hacer preguntas. Barrios absorbe, contempla, vuelve a dibujar el razonamiento de nuestros antepasados mediante su infiltración en nuestro presente. Al menos que sea lo contrario.