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En pleno siglo XXI, lo vulgar y lo obsceno se las han ingeniado para ser tema diario y no salir de la discusión docta, popular y regular del acontecer mundial. Parece que mientras el tiempo pasa para algunas cosas, en otras se resguarda de avanzar más de la cuenta y detiene su curso de cuando en cuando para poner puntos sobre íes controversiales y ambiguas que exacerban algunos ánimos e incitan otros.
No es noticia el que se posterguen exhibiciones, se veten algunas imágenes y menos, que se restrinjan algunas obras, sino la frecuencia con la que sucede, el clamor que suscita y la forma en que la discusión se da en todas partes, excepto donde debiese darse: la normativa oficial.
La Fiscalía de Japón exigió hoy una multa de 800.000 yenes (6.600 dólares) a la pintora y escultora Megumi Igarashi, quien, revelada contra el sistema ha estudiado y guiado su carrera en torno al concepto, estética y argumento de la vagina.
Sus objetos, denominados desde su vereda, arte, han sido motivo de más de alguna discusión y hoy involucran multas de por medio. La artista tiene 43 años y se le acusa de distribuir datos personales e íntimos, replicados en 3D de su vagina a través de la red.
La artista arguye que forma parte del material artístico que ella promueve y resultado de su profesión y, sin embargo, la fiscalía arguye que las imágenes son reproducciones literales de información confidencial a través de la cual ella además intercambia por dinero.
Esta no es la primera vez que la artista nipona está metida en asuntos de este tipo y por su postura parece que no será la última. Mientras continúa la polémica, ¿cuál será la solución formal de una diferencia de pensamiento tan abiertamente expuesta?
{:}{:en}In the twentieth century, vulgarity and obscenity has managed to be a daily topic without leaving aside well versed, popular, and regular discussions worldwide. While time continues indifferently for certain things, it seems that it stops from time to time to punctuate controversial and ambiguous I’s that exacerbate moods and provoke others.
Exhibition postponements, image censorships, and work restrictions are not odd. The odd things are the frequency of these problems, the resulting groan, and the way the discussion happens worldwide except on those places it should happen – official rules for example.
Japan’s district attorney sued sculptor and painter Megumi Igarashi for 800,000 yen (6,600 dollars). She, being against the system, studied concept, aesthetic and theme of vagina.
Her objects, considered art on her field, are controversial and today these involve sues.
The 43-year-old artist was indicted for hand out via internet personal and private information: 3D copies of her vagina.
The artist said that these are part of her artistic material, which she herself supports and are the result of her profession.
However, the district attorney replies that those images are exact copies of confidential information, which are sold in Internet.
This is not the first time the Japanese artist is involved in these kinds of problems and, judging by her posture, this will not be the last time. While the argument continues, what will be the formal solution of this highly exposed thinking differentiation?
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