El revuelo propio de un llamado de atención intencional. Un desnudo desprevenido, que más que por desnudo se divulga por provocativo. Un intento, una prueba de audacia para y con el espectador.
Esto decidió, entre otras personas que le acompañaban, Deborah De Robertis, la artista que causó revuelo toda esta semana por cruzarse en un altercado con el Museo de d’Orsay, luego de desnudarse en él, a modo de performance.
Ella desnuda. Frente a Olympia de Édouard Manet. Sin ropa, expuesta. Como pieza de arte en exhibición, pero más viva que nunca, queriendo interpretar la modelo de la obra de Manet pero en la contemporaneidad, causando la sorpresa, positiva o negativa, de los espectadores del día. Entonces la detienen. La ponen a disposición de la justicia.
Hoy, la artista denuncia al museo de hipócrita y explica luego de ser detenida: “El museo no tiene ningún problema en usar la desnudez para animar a la gente a ir a una exposición en la que incluso hay películas pornográficas, pero cuando se trata de una actuación artística contemporánea como la mía, no la reconocen como arte y la censuran».
Pero De Robertis gusta de crear controversia. Y tal como dicen que no hay primera sin segunda, la artista oriunda de Luxemburgo, ya había hecho una intervención en el mismo museo, exhibiendo su sexo femenino, sentada de piernas abiertas frente al legendario trabajo de Gustave Courbet El origen del mundo de 1866, cuya imagen exhibe también el sexo de una mujer en primer plano. Para entonces ocurrió lo mismo, sin embargo, hubo grabaciones de la performance.
Entonces la duda que queda a la justicia decidir, y a usted como lector y amante del arte, es cómo tildar esta performance, si efectivamente “escandalosa” o “parte de una crítica reflexiva”. Hay para todo.