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Alemania | Escultura | Anke Eilergerhard

By 16 de noviembre de 2015septiembre 12th, 2024No Comments

{:es}En el país de las maravillas

Como una reversión de Lewis Carroll, las obras de esta artista convierten la estética naif del feminismo culinario en un juego conceptual surrealista. Anke revisa la imaginería femenina, para transformarla en un cuento un poco más lejano al de las hadas. Su propuesta desafía el clasicismo romántico, para jugar con una visualidad que mixtura porcelana y silicona en un diálogo de deformidades y texturas.

Adentrarse en las fantasías visuales de Anke significa un permiso a la imaginación crítica, al simbolismo representativo del arte y sus mensajes. Como merengues infinitos y palpables, las esculturas de esta artista amplifican la percepción natural del ojo humano, para brindarle una extensión mayor a la mirada cómoda sobre el universo femenino. Y, aunque la moda actual anti romántica parece nacida en los últimos años, sus primeras obras en esta búsqueda comienzan en los ’90.

Parecen tortas, pero no son. Parecen tiernos montajes, pero tampoco están cerca de serlo. Sin dudas, el trabajo realizado por esta artista alemana, representa una caracterización diferente de la sutileza de lo femenino. Sus esculturas apuntan a dialogar con el estereotipo clásico de la mujer cálida y dulce, para desarmarlo y narrar una nueva historia a través del arte.

La trayectoria de Anke se transforma así en un pequeño dogma, en un aporte social al marketing de lo femenino, a la contemplación de la delicadez desde un lugar más potente y desarrollando nuevas caracterizaciones de la materialidad. Desde el 2004, se encuentra trabajando con silicona, y sus obras pueden tomar varios meses en estar listos, porque como ella misma dice: “La escultura no funciona sin planificarla, al menos no en mi caso. Con los materiales que uso no hay espacio para el ensayo y error”. En gran formato y con un equilibrio desarmado pero con ejes poderosos, sus esculturas forman torres que parecen alfiles en un juego de poder.

Cuando se observan de lejos, las torres parecen duras, extrañas y puntiagudas. Pero al acercarse logran cierta textura esponjosa que tientan a cualquier espectador. Tortas, tortas y más tortas, decorados estrafalarios y exagerados asumen su rol impresionante. Mientras tanto, las instalaciones realizadas con vajilla se cruzan con cuentos infantiles en su narración. Una mezcla entre “La Bella y La Bestia” de Disney y “Alicia en el País de las Maravillas”, aparecen para deslumbrar con su alternancia, su juego de personajes y un relato que no tiene mucho que ver con esas historias.

La porcelana de las tazas se combinan con la tradicional y pomposa decoración de pasteles de cumpleaños, pero sus construcciones se elevan en una ondulante y firme forma. Quien vea sólo tazas apiladas, deberá agudizar y rodear la obra para comprender su totalidad. Rostros y cuerpos se conjugan entre las manijas, las bases y los platos de cada objeto. Como si las tazas se desnudaran, el concepto de la obra atraviesa la materialidad para sacarla hacia en un cuerpo que se puede romper de una caída, pero que manifiesta una seguridad inquebrantable en su recepción directa. Algunas de sus esculturas llevan nombres de mujer, y se hace casi imposible no recordar a las señoras del 1900 tomando té, riéndose a carcajadas, hundidas en los vestidos pomposos de aquella época.

De los cuerpos a la cocina

Los trabajos que Anke realiza fueron expuestos en diversas galerías del mundo. La creatividad de esta artista, que nació en Wuppertal y ahora vive en Berlín, es infinita. No sólo desde la imaginación abocada en sus obras, sino también desde la conceptualización y simbolismo que las atraviesa. Anke quiere comunicar un mensaje más allá de la estética y lo realiza desde el juego absoluto. Ella misma inventó el término kitchenplastics para referirse a las creaciones de sus tortas en silicona y, de esa manera, es como traza una ambivalencia terminológica que desarma los sentidos simples para volver a conectarlos en un nuevo mensaje.

El desarrollo estético por el que pasó la mujer a lo largo de la historia, permitió un análisis de su imagen  y su indumentaria, a tal punto que llegó a revolucionar el juicio sobre los cuerpos. En algunas épocas era bien vista la delgadez extrema, en otras las caderas voluptuosas. Pero en todas existió la moda y el esfuerzo por alcanzar los niveles de belleza que se consideraban en cada momento. Kitchenplastics expresa, de forma casi subliminal, la idea de la plasticidad en la mujer, la asociación inevitable entre el cuerpo y la silicona, entre lo natural y lo artificial y el ambiente más recurrente y estereotipado: la cocina. Desde la terminología hasta la plástica, Anke transforma palabras en guiños y crea una declaración de principios nuevos invitados a tomar el té. La mujer actual de esta artista se ríe de la historia y renace en la sátira para reanudar su camino.

La obra de Anke puede ser confusa si la observamos rápidamente, sin adentrarnos en la profundidad del análisis, pero genera una propuesta innovadora que complace a los espectadores desde una mirada sutil y lúdica. Aun así, se encarga de mover las estructuras uniformes de la pomposidad religiosa del barroco. Sus creaciones simulan una plasticidad a través de la silicona y, entre gotas de dulzura empalagosa, invitan al espectador a desear tocar o saborear la obra como si fuera un verdadero pastel. Y así como juega con una dulce acidez, también modela figuras escabrosas que, en colores no usuales en la vajilla tradicional como el rojo o el negro, impactan de una manera diferente.

Como dos polos intocables, los materiales que utiliza esta artista comportan materialidades opuestas. Pero tanto la silicona como la porcelana, se descubren dialogando a través de una nueva mirada sobre lo femenino, y de reciclar el concepto de belleza para salir a buscar un nuevo desafío estético. Las obras de Anke viajan en diferentes caminos pero llevan una misma esencia. La composición culinaria irregular de sus esculturas, invitan a reinterpretar la observación sobre la delicadeza y el rol del estereotipo social de la cocina. Las tortas y diseños que realiza parecen desorbitantes y emulan el pastel de una boda como representación de aquellos momentos particularmente asignados a la mujer. La asignación sobre qué es lo femenino o qué es lo masculino va mutando de cultura en cultura y a través de los años, pero la información sedimentada en nuestros recuerdos parece inamovible. Es allí donde estas obras cobran sentido y se corren del eje tradicional.

Plástica y estética, cada pieza de las expresiones de Anke Eilergerhard relata un viaje laberíntico, y pasar de una obra a otra es transitar un camino ondulante de novedosas dimensiones y sensaciones. El trabajo de esta artista alemana es, sin lugar a dudas, un nuevo enfoque sobre la materialidad, el tacto, la sensibilidad y el relato histórico que recurre al lugar asignado a la mujer, sobre sus gustos y deseos, sobre sus anhelos y posibilidades. Es una invitación a descontracturar las creencias conservadoras y abrir el juego hacia la flexibilidad sobre los estereotipos.{:}{:en}In Wonderland

Like a reversion of Lewis Carroll, the work of this artist turns the aesthetic naïve art of culinary feminism into a surreal conceptual game. Anke examines feminine imagery in order to transform it into a tale that goes a bit further than fairytales. Her proposal challenges romantic classicism in order to play with the visuality that mixes porcelain and silicone in a discourse on deformities and textures.

Getting lost in Anke’s visual fantasies means succumbing to critical imagination as well as symbolism characteristic of art and its messages. Like an infinite and palpable meringue, this artist’s sculptures enlarge the human eye’s natural perception in order to expand the non-critical view of the female universe. And even through the current anti-romantic style seems to have emerged in the last few years, the first pieces in this quest emerged in the ‘90s.

They look like cakes, but they aren’t. They seem like sweet constructions, but they are far from it. Undoubtedly, the work by this German artist represents a portrayal that differs from the subtleties of femininity. Her sculptures aim to discuss the classic stereotype of the warm and sweet woman, in order to break it apart and narrate a new story through art.

Through this, Anke’s career has transformed into a small dogma, into a social contribution towards the marketing of femininity, towards contemplating fragility from a more powerful place and developing new ways to portray the materials. She is working with silicone since 2004, and her artworks can take several months to be ready, because as she said: “Sculpture doesn´t really work without planning, at least not in my case. With the materials I use there is not room for trial and mistakes”. Her sculptures are large-scale and have a dismantled balance but they also possess a powerful axis of symmetry. They form towers that resemble bishops in a game of power.

When they are seen from a distance, the towers seem hard, strange and pointed. However, upon getting closer they take on a certain spongy texture that entices all viewers. Cakes, cakes and more cakes, extravagantly and lavishly decorated take on an impressive role. At the same time, installations made with silverware are combined with children’s tales in their narration. A mix between Disney’s “The Beauty and the Beast” and “Alice in Wonderland” appears to dazzle us with its alternation, characters and story which has little to do with either of the two storylines.

The porcelain of the teacups is combined with traditional and luxurious birthday cake decorations, but instead the constructions rise in a wavy and solid shape. If you only see piled up teacups, you must focus and walk around the piece to understand it entirely. Faces and bodies are melded between the handles, bottoms and plates of each object. As if the cups were stripped down, the piece’s concept pierces through the material in order to bring it out into a body that could break if it fell, but that shows an unbreakable certainty in its direct reception. Some of her sculptures are named after women, which makes it almost impossible to not think of ladies from the 1900s drinking tea, laughing aloud, enveloped in the opulent dresses from that time.

From the bodies to the kitchen

The work that Anke makes has been shown in different galleries around the world. The creativity of this artist, who born in Wuppertal and now is living in Berlin, is infinite. This is not only based on the imagination looming in her work, but also based on the conceptualization and symbolism within it. Anke wants to communicate a message beyond what is aesthetical and she does this through a perfect balance. She came up with the term kitchenplastics herself to refer to the creation of her silicone cakes. The term is like establishing a terminological ambivalence that dismantles simple feelings to reconnect them in a new message.

The aesthetic development that women have undergone throughout history, allowed us to analyze their image and their attire so much that it revolutionized the way we think about their bodies. During some times, extreme thinness was highly regarded, in other times it was voluptuous hips. However, fashion has existed in all eras, as well as the effort to reach the levels of beauty that were esteemed during each time. Kitchenplastics expresses, almost subliminally, the idea of plasticity in women, the inevitable association between the body and silicone, between what’s natural and what’s artificial and the most recurring and stereotyped environment: the kitchen. From the terminology to the art, Anke transforms words into scripts and creates a declaration of new principles that are invited to have tea. This artist’s contemporary woman laughs at history and is reborn in satire in order to continue her path.

Anke’s work can be confusing if we skim over it without thoroughly studying the depth of its analysis, but it generates an innovative proposal that pleases viewers through a subtle and playful gaze. Even so, it is responsible for moving the uniform structures from the religious pompousness of the Baroque era. Her creations simulate plasticity through the silicone and, between drips of sugar-laden sweetness, beg the viewer to touch and taste the work as if it were a real cake. And just like she plays with this sweet acidity, she also sculpts risqué figures in colors that aren’t normally found in traditional silverware like red or black, which have a different effect.

Like two distant poles, the materials that this artist uses involve opposing materials. However, both silicone and porcelain are discovered by talking about a new stance on femininity, and about rehashing the concept of beauty in order to go out and find a new aesthetic challenge. Anke’s work travels along different paths but they all lead to the same essence. The irregular culinary composition of her sculptures invites us to reinterpret how we see delicacy, and the role of the social stereotype regarding the kitchen. Cakes and designs that she makes seem excessive and emulate wedding cakes like depictions of those moments particularly attributed to women. How we define what is feminine and what is masculine shifts from culture to culture and over time, but the information accumulated in our memories seems set in stone. It is there where these works make sense and move away from their traditional concept.

Plastic and aesthetics, each piece by Anke Eilergerhard describes a maze-like journey, and going from one piece to another is to travel a winding path of new dimensions and feelings. This German artist’s work is, no doubt, a new approach to materiality, touch, feeling, and the historical narrative that is recurrent in matters that are attributed to women. It is a new approach to the likes and desires of women as well as their aspirations and potential. It is an invitation to deconstruct the o conservative beliefs and open up the path towards freedom regarding stereotypes.{:}