{:es}La artista chilena presentará una serie de performance entre el 8 de octubre y el 12 de noviembre, en las cuales profundizará sobre diversos problemas que afectan al mundo actual y que llamaron su atención al volver a Chile, tras 14 años de vivir y proyectar su carrera en el extranjero.
Imágenes cortesía de la artista.
Janet Toro (1963) es una artista con una vasta experiencia en performance que, tras 13 años de carrera en Alemania, en 2014 volvió a instalarse en Chile, país donde estudió y realizó importantes trabajos como La Sangre, el Río y el Cuerpo (1990) y El Cuerpo de la Memoria (1999).
El pasado jueves la artista dio inicio al ciclo de performance llamada In Situ que cada jueves, hasta el 12 de noviembre en el Museo de la Memoria y los Derechos Humanos, explorarán diversas temáticas referidas a la ausencia de la cultura Mapuche, la alteridad inmigrante, el rito funerario, el espacio que habitamos y la deuda crediticia.
Aunque su obra abarca distintas problemáticas contemporáneas, la artista reconoce especial sensibilidad por los Derechos Humanos producto de la detención y desaparición de su tío, y el autoexilio político de su padre en tiempos de la dictadura militar, época en la cual estudió arte y comenzó su carrera de artista.
¿Cómo se abordaba la performance cuando eras estudiante de Arte?
Estudié Licenciatura en Artes Plásticas en la Universidad de Chile, pero en aquella época la performance y la instalación no tenían ningún espacio, ni en el mundo académico ni en el institucional. Tal vez existían algunos ejemplos muy excepcionales, como el grupo CADA, pero en general no existía. Hasta el día de hoy la presencia de la performance en el mundo académico es carente, no se le considera una rama más de las artes.
Entonces, ¿cómo conociste la performance?
Siempre había escuchado cosas. Estuve en la Agrupación de Plásticos Jóvenes (APJ) y había un par de artistas e intelectuales que hablaban de trabajos que alguien hizo, por ejemplo de Elías Adasme, cuando se colgó del cartel del Metro; o de Diamela Eltit, que habría leído poemas en un prostíbulo y se habría cortado los brazos. Eran solo cosas que yo escuchaba, hasta que en 1987 más o menos, Francisco Brugnoli me mostró un libro de Joseph Beuys. Esa fue la primera vez en mi vida que yo veía un libro de performance, y este alemán se convirtió en uno de mis principales referentes. Me impactó ver el trabajo de este hombre, ese concepto ampliado del arte que él tiene y que es maravilloso, antropológico, ecológico, político, social… me sobrecogió. Creo que él es uno de mis maestros.
¿Cuántos años llevas practicando performance?
Llevo 30 años haciendo trabajo visual. Mi primera performance se llama Dos Preguntas y la realicé en el marco de la APJ en 1986, en el Paseo Ahumada. Para eso invité a participar conmigo a Claudia Winter, una estudiante de Arte de la Católica. La acción consistía en dos cuestionamientos, yo llevaba un cartel que decía “¿por qué estás triste?”, y ella “¿por qué sonríes?”. Esto causó un revuelo impresionante, incluso llegó la policía.
¿Cómo es la respuesta de la sociedad chilena en comparación a la de la sociedad alemana?
Yo creo que la sociedad alemana es mucho más diplomática, cerrada y más temerosa en cuanto a sus reacciones. Los chilenos son más expresivos y emocionales en cuanto a sus reacciones. Y me pasó por ejemplo con toda la serie de El Cuerpo de la Memoria, en el Museo y en la calle, que la gente expresaba lo que pensaba, se acercaba a mí y me abrazaba, aplaudía. Yo creo que el público aquí es mucho más abierto.
¿Cómo contribuye el arte a los cambios en una sociedad?
Yo creo que las performances y el arte en sí transforman la sociedad, aunque sea por un segundo. También creo que el arte crea realidad, el arte crea poesía y ésta nos redime y nos transforma. Hay un gran aporte que a veces no se entiende en un primer momento pero, con los años, se empieza a entender esa influencia del arte en la transformación de una sociedad.
De acuerdo a tu experiencia, ¿dónde radica la fuerza de la performance para transmitir sus ideas?
Yo creo que radica en gran parte en el inconsciente. La performance trabaja en la mayoría de los casos con arquetipos, con fuerzas e imágenes, con informaciones arcaicas que están en el inconsciente colectivo, y eso la lleva a promover una gran reflexión en el público o espectadores.
¿Qué elementos en común caracterizan tu trabajo?
Trabajo con elementos mínimos y con espacios muy limpios, con una noción del espacio global y con el silencio. Pero, a la vez, con elementos que lo hacen muy controvertido. Por ejemplo, el trabajo de La Sangre, el Río y el Cuerpo: un lienzo blanco con sangre de animal del Matadero que extiendo en ese islote del río Mapocho. Ese lienzo fue fragmentado hasta desaparecer en El Cuerpo de la Memoria.
Ahí vas viendo cómo pequeños elementos tienen una fuerza tan grande cuando los sabes poner en el lugar y en el momento justo. Yo nunca he repetido una acción. Puede haber acciones que tengan algo similar, pero son todas distintas.
¿Todas tus performance buscan el extremo?
Sí, ya sea a un extremo corporal o temporal, siempre es una búsqueda del extremo. Sin embargo, debo decir que es de una manera refinada, no brutal, lo que me separa de algunos performistas del Accionismo Vienés, Marina Abramovic, o cosas de Regina José Galindo, a quien conozco y quiero mucho. Una cosa es transgredir de una manera explícita o literal, y otra manera es hacerlo de una forma sutil. Mi trabajo va por ahí.
¿Cómo ha afectado en tu vida personal la búsqueda del extremo?
La búsqueda del extremo ha cambiado mi visión de las cosas, de mi misma y de la realidad. Creo que en ese sentido para mí ha sido una especie de viaje iniciático. Lo acerco mucho a los rituales de los indígenas, donde tienes que transgredir ciertos límites propios para acceder a otro nivel de conciencia y eso es lo que ha pasado en mis performance. Porque en realidad, por mi naturaleza más bien introvertida, creo que jamás me hubiese atrevido, pero yo sentía un llamado, una urgencia, una desesperación –dadas las circunstancias políticas– de salir afuera y expresarme de esa manera.
In Situ incluye cinco temáticas completamente diferentes. ¿Cómo surge este proyecto?
Surgió en el lanzamiento del libro recopilatorio El Cuerpo de la Memoria en el Museo de la Memoria y los Derechos Humanos que presentamos en marzo del año pasado. El libro fue presentado por Ricardo Loebell, que también es el curador de este ciclo de performance. En esa ocasión el director y varias personas del museo gustaron de mi trabajo porque además hice una performance que se llama Exhumar la Memoria, que tiene relación con mi tío detenido desaparecido. A ellos les impactó mucho y me invitaron a trabajar en un proyecto con ellos. Yo justo venía preparando varias performances, pero finalmente me decidí por estas cinco, porque creo que son temas fundamentales que me importan en este momento.
¿Qué buscas provocar con estos trabajos?
Fundamentalmente yo deseo producir una reflexión en el público. Me gustaría mucho producir un rayo en la mente de las personas, quizás un pequeño temblor en las retinas y ojalá una brisa en el corazón. Poéticamente hablando.{:}{:en}The Chilean artist will presents a series of performance between October 8 and November 12. It will deepen on various issues that affect the world today. Those issues called her attention to return to Chile, after 14 years of living and projecting her career abroad.
By Lía Alvear / Chile
Images courtesy by the artist.
Janet Toro (1963) is an artist with extensive experience in performance. After 13 years of career in Germany in 2014, she returned to settle in Chile, where she studied and performed important works such as La Sangre, el Río y el Cuerpo (1990) and El Cuerpo de la Memoria (1999).
Last Thursday the artist began the performance cycle called In Situ that every Thursday until 12 November at the Museum of Memory and Human Rights, it will explore various topics related to the absence of the Mapuche culture, the immigrant otherness, funeral rites, the space we inhabit, and the credit debt.
Although her work encompasses various contemporary issues, the artist recognizes special sensitivity for Human Rights resulted by the detention and disappearance of her uncle, and political self-imposed exile from her father in times of military dictatorship, at which time she studied art and began her career as an artist.
How performance is addressed when you were a student of Art?
I studied Bachelor of Arts at the University of Chile, but at that time the performance and installation had no space nor in the academic world or institutions. Maybe there were some very rare examples, like the CADA group (Collective of Art Actions), but generally it didn’t exist. Until today the presence of the performance in the academic world is lacking, is not considered another branch of the arts.
Then, how did you know the performance?
I have heard things. I was part of the Agrupación de Plásticos Jóvenes (APJ) and there was a couple of artist and intellectuals who talked about works made by someone, for example Elías Adasme, when he hung up of a subway cartel, or Diamela Eltit who could have read poems at a brothel and she could have cut her arms. That were just things that I heard, until 1987 or so, Francisco Brugnoli showed me a book of Joseph Beuys. That was the first time in my life I saw a book of performance, and this German became one of my main referent. I was shocked seeing the work of this man, his broad concept of art and that is wonderful, anthropological, ecological, political, social… it overwhelmed me. I think he is one of my teachers.
How many years have you been practicing performance?
I’ve been doing visual work for 30 years. My first performance is called Dos Preguntas and I made that in APJ time frame in 1986 at Paseo Ahumada. That’s why I invited Claudia Winter to join me, an art student at the Catholic University. The action consists of two questions; I carried a sign that said «why are you sad?» And she was carrying another sign that said «why are you smiling?» This caused an impressive commotion, even the police arrived.
How is the Chilean society answer in comparison to German society?
I think that German society is much more diplomatic, closed, and fearful about their reactions. Chileans are more expressive and emotional about their reactions. And it happened for example with the entire series of El Cuerpo de la Memoria at the Museum and in the street that people expressed what they were thinking, they approached me, and they hugged me, and applauded me. I think that the public here is much more open.
How contributes the art to changes in a society?
I think that performances and the art transform the society, although it is by a for a second. I also believe that art creates reality, poetry, redeems and transform us. There is a great contribution that sometimes is not understood at first but, over the years, you begin to understand that influence of art in the transformation of a society.
According to your experience, where lies the strength of the performance to convey its ideas?
I think that lies largely in the unconscious. The performance works in most cases with archetypes, with forces and images, with archaic information that is in the collective unconscious, and that leads to promote a great reflection on public or spectators.
What elements in common characterize your work?
I work with minimal elements and very clean spaces, with a global space notion and silence. But at the same time, with elements which make very controversial. The work of La Sangre, el Río, and el Cuerpo for example: a white canvas with animal blood from the slaughterhouse which exist from in the Mapocho river islet. That canvas was fragmented until disappear in El Cuerpo de la Memoria.
There you will be seeing how small elements have a great strength when you know how to put them in the place and in the right moment. I’ve never repeated an action. It could be actions that have something similar, but all are different.
Are all your performance searching the extreme?
Yes, whether that is a corporal or temporary extreme, it is always a search for the extreme. However, I must say it is a refined way, not brutal, what separates me from some performers of Vienés Actionism, Marina Abramovic, or things of Regina José Galindo, whom I know and love very much. One thing is transgress in explicit or literal way, and other way is doing it subtly. My work is something like that.
How has it affected the search of the extreme in your personal life?
The search of the extreme has changed how I see things, about myself, and reality. I think in that sense for me it has been a kind of spiritual journey. I get too close to the rituals of the native, where you have to transgress certain inherent limits to access another level of consciousness and that’s what happened in my performance. Because in reality, for my rather introverted nature, I think I would have ever dared, but I felt a calling, an urgency, a desperation, the politic circumstances given, going out and express myself that way.
In Situ includes five completely different themes. How did this project begin?
It emerged at the release of compilation book El Cuerpo de la Memoria at the Museum of Memory and Human Rights presented in March last year. The book was presented by Ricardo Loebell, who also is the curator of this cycle of performance. This time the director of the museum and several people liked my work because I also did a performance called Exhumar la Memoria, which relates to my disappeared uncle. They were very impacted and I was invited to work on a project with them. I was preparing several performances, but finally I decided on these five, because I think are fundamental issues that matter to me at this time.
What do you want to cause with those works?
Fundamentally I wish to produce a reflection in the public. I would like a lot to produce lighting in people’s minds, maybe a little trembling in the retinas and hopefully a breeze in the heart. Poetically speaking.{:}