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Imágenes cortesia del artista.

El quehacer artístico resulta ser una unión indestructible entre el artista y la realidad. No hay arte sin realidad y tampoco hay artista. Mucho hay de técnica, de oficio, pero lo esencial está en el interior de quien lo ejecuta, y su postura frente al mundo.

«La fotografía reconstruye arqueológicamente el instante simulando una espontaneidad y un flujo que solo es posible en la ilusión de la mímesis»

Así es como Manuel entiende el arte en su vida. “Para mí el arte es una decisión respecto a cómo vemos el mundo. Entiendo el arte como una forma de acceder a la realidad y al conocimiento desde una posición sensible y analítica que interpela lo que sucede alrededor y lo transforma en una producción que pone en evidencia algo que uno vio, y de la manera en que lo vio”, explica.

Así es como el artista chileno cambió la abogacía por la pintura, pues luego de terminar su carrera de derecho, decidió dedicar su vida al arte, la cual siempre vio como un lenguaje afín a su manera de ver la vida y el mundo. Desde temprana edad participó de la Academia de Sergio Stitchkin y Sergio Montero, donde como él dice, “aprendí el oficio”. Siempre atento a las texturas, los colores, las formas de todo lo que sus sentidos captan, el artista ha buscado plasmar esas experiencias en sus lienzos destacados por la riqueza cromática y movilidad.

Luego de incursionar en diversas técnicas decidió trabajar con el óleo. Lo eligió por su amplio rango de color, profundidad y movilidad. La mancha, el gesto, la libertad detrás del mismo se convierte entonces en su lenguaje natural.

© Manuel Ugarte

© Manuel Ugarte

Actualmente, está trabajando sobre un estanque de peces Koi, que llaman especial atención por los colores y lo que sucede con las variaciones de sus imágenes reflejadas en el agua. La obra trata del color alterado por la luz y el movimiento. De acuerdo a distintos formas aparecen luces, colores intensos y brillantes que luego se opacan, se mueven y mutan. Funcionan como una fragmentación de luz. Prueba, experimenta, entrelaza imágenes, en un constante ir y venir de opuestos: luz, sombra, equilibrio, desequilibrio, quietud.

Para esto se apoya en la fotografía, importante herramienta en su trabajo, en el que de apoco aparecen los croquis, que llenados de la particularidad del modelo elegido, comienza a resolver lo que será plasmado en el lienzo. Así es como las variaciones, que por efecto del movimiento, la luz y el agua suceden en los estanques, se concretan a través del uso del color, en su próxima obra.

La fotografía es la encargada de captar las imágenes tal cual son, de acuerdo a sus experincias, sin filtros ni conceptos preconcebidos. No se trata de llegar a un parecido exacto del modelo real, porque entiende que detrás de cada pincelada, hay una identidad, un concepto propio de la misma. La esencia de lo que ve se aparece a sus ojos solo como un referente, una idea, un modelo, que luego será interpretado de forma perfecta y exclusiva, bajo su propia mirada y filtro, sintetizando lo más profundo de la realidad que representa.

© Manuel Ugarte

© Manuel Ugarte

La habilidad para conjugar dos disciplinas como la fotografía y la pintura, le dan una indiscutible riqueza a su trabajo, principalmente porque ambas tienen tiempos de ejecución muy distintos. Es con la fotografía que logra captar la rapidez del movimiento que existe constantemente en el estanque, que es rápido, simple, espontáneo, para luego inmortalizarlo en el lienzo y regalárselo al espectador. “La fotografía reconstruye arqueológicamente el instante simulando una espontaneidad y un flujo que solo es posible en la ilusión de la mímesis, pero que se revela como artificio en los detalles minuciosos de la ejecución”, nos explica.