La curadora argentina Virginia Roy participa en la Bienal de Cuenca con una propuesta que aborda el juego desde su dimensión política y crítica, vinculandolo con su interés en la literatura visual. Para Roy, lo lúdico se convierte en un espacio de autonomía y negociación, un margen que permite habitar otras posibilidades.
En sus palabras, el juego debe entenderse “como un contra dispositivo que opera en la sociedad capitalista que vivimos, y que permite cuestionar las estructuras de poder y lecturas hegemónicas”.
Bajo esta mirada, su propuesta curatorial se centra en pensar el territorio como un espacio complejo, una caja de resonancia que amplifica acuerdos y disidencias, y donde las prácticas artísticas dialogan con lo social, lo histórico y lo cultural.
Uno de los referentes presentes en su reflexión es Children’s Games, el proyecto que Francis Alÿs desarrolla desde hace más de veinte años, documentando juegos infantiles en países como República Democrática del Congo, Iraq, Venezuela, Bélgica, Hong Kong, México, Ecuador, Francia y Afganistán. Para Roy, esta iniciativa muestra “la universalidad de la mayoría de los juegos, y, a la vez, la especificidad de las sociedades y culturas donde se inscriben”, constituyéndose en un archivo antropológico de un patrimonio cultural en riesgo de desaparecer debido a la pérdida del espacio público, la inseguridad y el avance de lo digital en la infancia.
En el marco de Cuenca, su propuesta se interesa por lo colectivo y lo participativo, al explorar las tensiones entre la autonomía lúdica y el contexto específico de la ciudad. A la vez, subraya la riqueza de la polifonía curatorial que caracteriza a esta Bienal, en la que convergen voces de Argentina, Brasil, España, Chile, Colombia, Cuba, Estados Unidos, Paraguay, Perú y República Dominicana, entre otras geografías. Esta conjunción, explica, configura una amalgama artística y política que abre conversaciones transnacionales sobre las maneras de habitar el mundo.
La selección de obras que integra su recorrido curatorial reúne tres piezas:
- Laberinto (2025), del ecuatoriano Darwin Guerrero, concebida especialmente para esta edición. Se trata de una construcción espacial con cangrejos de plástico motorizados, que remite al imaginario local y propone lecturas sobre la funcionalidad y extrañeza de los objetos.
- Estrellas (2022), de Francis Alÿs, parte de su serie Children’s Games, filmada en Selva Alegre (Ecuador) y presentada por primera vez en el país.
- Dibujos textuales (2025), de la argentina Ana Gallardo, donde sobre dibujos de carbón negro se bordan en plata frases de niños que han vivido la violencia de la guerra. La instalación convierte el espacio en un lienzo que enlaza memoria, dolor y duelo compartido.
El recorrido está concebido como un despliegue afectivo: inicia en la frescura del juego y se adentra en experiencias más densas, que revelan también la violencia y el drama que atraviesan la infancia en contextos de conflicto. “El espectador, intruso inicialmente, acaba convirtiéndose en un jugador más que, desde la sombra, se asocia con lo que ve y siente”, explica Virginia.
En su mirada, la Bienal de Cuenca se configura como un espacio donde múltiples voces y geografías se entrelazan, generando una amalgama artística y política que expande las formas de diálogo entre territorios. Para Roy, esa diversidad de perspectivas no solo enriquece la experiencia curatorial, sino que también abre preguntas sobre cómo habitamos el mundo y qué acuerdos construimos colectivamente.
“El juego reproduce la capacidad de ponerse de acuerdo y devela la potencia de la creatividad y de la invención. En un momento oscuro donde la hegemonía neoliberal está acechando al mundo y limitando los espacios de negociación y de creación, el arte puede —y tiene— un papel fundamental”, afirma Virginia.