En el marco de la edición conmemorativa por los 40 años de la Bienal de Cuenca, el curador y gestor cultural argentino Fernando Farina presenta una propuesta que dialoga de manera directa con el concepto curatorial The Game, y establece un vínculo estratégico con la historia y el pasado institucional del evento.
Con más de varias décadas de trayectoria en el ámbito del arte contemporáneo, Farina ha llevado adelante proyectos que reflexionan críticamente sobre los sistemas de representación y poder, articulando lo lúdico y lo político como herramientas conscientes para cuestionar lo instituido.
En su diálogo con la Bienal, enfatiza que la selección de obras efectivamente se centra en prácticas profundamente arraigadas en su contexto, cargadas de memoria; destaca el uso de materiales humildes y una diversidad de lenguajes expresivos, como el teatro de títeres y las instalaciones hechas de objetos encontrados.
Sobre el concepto The Game, Farina aclara que no lo concibe meramente como un gesto lúdico: lo interpreta como una metáfora crítica sobre los dispositivos de verdad que operan en el arte, proponiendo al público una invitación reflexiva para mirar, narrar y repensar desde nuevas perspectivas.
Las obras seleccionadas incluyen el trabajo del colectivo ecuatoriano Criollo Bejarano y López Carrillo, la artista Ana Fernández y el creador Carlos Herrera. Cada propuesta encarna un gesto de resistencia, ficción y transformación, trazando puentes sensibles con la ciudad de Cuenca y su memoria colectiva.
Respecto a la experiencia esperada para el público, Farina propone un recorrido que privilegia la atención lenta y sensible, con un montaje que fluye desde lo íntimo a lo colectivo, sin una narración lineal, invitando al visitante a construir su propio mapa de sentidos.
La exposición cobra una dimensión especial al instalarse en la Alcaldía de Cuenca, un escenario emblemático que no solo multiplica el alcance hacia públicos diversos, sino que también reafirma el carácter público, inclusivo y social que la Bienal ha cultivado durante cuatro décadas. Este emplazamiento simboliza la voluntad de conectar el arte con la ciudadanía desde lugares de encuentro inesperados, invitando a redescubrir lo cotidiano con una mirada curatorial transformadora.