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Una mirada crítica desde la curaduría a The Game en la XVII Bienal de Cuenca

En el marco de la XVII Bienal de Cuenca y su edición conmemorativa The Game, el curador Ezequiel Taveras propone una aproximación crítica al concepto central. Su enfoque no parte del juego como una dinámica inocente o recreativa, sino como una metáfora que revela el funcionamiento de los sistemas contemporáneos de poder. “The Game no alude a una actividad inocente ni a una estructura lúdica desprovista de consecuencias. El poder más eficaz es aquel que se disfraza de juego”, señala.

Desde esa perspectiva, su propuesta se presenta como un espacio de confrontación psicológica, más que como una exposición tradicional. Las obras que la componen no ilustran literalmente el concepto curatorial, sino que lo tensionan desde dentro, visibilizando mecanismos de vigilancia, control emocional y simulación de participación.

Taveras sitúa su propuesta en diálogo con las escenas artísticas de América Latina y el Caribe, no desde lo decorativo ni desde lo identitario, sino a partir de estructuras compartidas como la precarización, la burocracia y la promesa de bienestar entendida como forma de domesticación. “Las estrategias de control que asociamos con el primer mundo también están presentes en nuestra región, aunque adopten formas distintas”, apunta.

La curaduría se construyó a partir del diálogo con los artistas, sin imponer un marco cerrado. “Me interesa el arte que no se acomoda, que interrumpe, que obliga a escuchar desde otro lugar”, afirma, destacando que esta escucha es central para comprender The Game como una pregunta abierta.

Reconocido por trabajar desde procesos colaborativos, Taveras subraya que la colaboración no se basa en el consenso, sino en la confrontación lúcida entre cuerpos, lenguajes y modos de pensar.

“No me sitúo por encima del proceso, sino dentro de él. La curaduría es una construcción colectiva donde idea y forma se interpelan mutuamente”.

Desde esa lógica, la mediación no busca traducir ni simplificar las obras, sino generar condiciones para que el público entre en fricción con ellas. “Me interesa la mediación que disuelve la jerarquía entre lo observado y el observador”, sostiene, haciendo referencia a la experiencia perceptiva como parte activa de la obra.

En su propuesta, el concepto de juego se aborda como un lenguaje del poder. Para Taveras, las dinámicas de control más efectivas son aquellas que simulan libertad. “Nos invitan a jugar en un sistema que parece abierto y democrático, pero cuyas reglas están diseñadas para perpetuar formas complejas de vigilancia”, explica. Las redes sociales, la burocracia y los sistemas de recompensa afectiva forman parte de ese escenario.

Así, The Game o el Poder como Juego plantea un espacio donde las obras no entregan certezas, sino interrogantes. “No fue una selección pensada para agradar, sino para abrir un campo de cuestionamiento”, aclara. Más que respuestas, la curaduría propone fisuras que invitan a una mirada crítica y activa.

Las piezas se articulan con el contexto urbano y simbólico de Cuenca. Algunas habitan el espacio expositivo, otras intervienen lo cotidiano o se proyectan hacia el espacio público. “No es metáfora. Es acción. Es ocupación crítica del espacio público”, afirma el curador, para quien incluso en ciudades con apariencia de orden y belleza existen dispositivos que suavizan o neutralizan el conflicto.

Taveras espera que la experiencia del público no sea lineal ni tranquilizadora. “Las obras no explican ni enseñan; proponen una experiencia afectiva y crítica. Porque salir del juego tal vez no sea posible, pero sí lo es aprender a jugar de otro modo”.