En el marco de la celebración de las cuatro décadas de la Bienal de Cuenca, los curadores Francis Naranjo y Eduardo Caballero presentan La Capilla de la Medicina, una propuesta que desborda los límites de la exposición convencional y convierte el espacio en un territorio ritual, donde convergen medicina, misticismo, cuerpo y memoria.
La muestra se inscribe dentro del concepto general de la bienal: The Game. Para Naranjo y Caballero, el juego no es mero entretenimiento, sino una estrategia existencial. Asumen el juego como una potencia filosófica: una forma de habitar el mundo abiertos al error, al azar y a la transformación de los lenguajes. En La Capilla de la Medicina, ese juego se torna denso, táctil y casi místico: un tránsito entre sombras, cuerpos y presencias que tensionan.
“Nos enfrentamos a nuestros propios límites. Tuvimos que desaprender formas, ceder el control y confiar en la inestabilidad”
La instalación transforma el antiguo recinto en una cámara de tiempo dislocado, donde se desarticula la linealidad cronológica. A través de una cuidada atmósfera en penumbras, las obras emergen no solo como objetos fijos, sino como acontecimientos. La luz no revela, sino que interrumpe, aparece y desaparece, generando una experiencia sensorial que obliga a deambular, intuir y escuchar.
Las obras no se disponen bajo una lógica museográfica tradicional. Se articulan como una deriva ritual, donde la disposición responde a afinidades poéticas, materiales y simbólicas. Se activa una curaduría hauntológica, que no busca representar el pasado, sino convocar sus espectros: traumas históricos, memorias silenciadas y voces que usualmente no encuentran lugar.
Entre las piezas destacadas se encuentran los Aforismos de luz de Eduardo Caballero: frases que emergen y desaparecen al paso del visitante, como susurros que transforman el suelo en una superficie ritual. Liliana Zapata, en La isla inconmensurable, propone una arqueología emocional y fragmentaria: la cerámica rota, el temblor de la cámara, el aliento que filma, todo deviene lenguaje de lo inestable.
Francis Naranjo
Francis Naranjo presenta Nadie es más igual que otro nadie, un montaje que subvierte el dispositivo médico mediante la ficción y el lenguaje de los videojuegos. Cortinas, camas y pantallas simulan una clínica, pero exponen el aparato médico como un teatro del poder, donde el paciente es jugador; y el cuerpo, interfaz. Su propuesta instala un hospital simbólico que interroga el control institucional desde la sensibilidad.
Mónica López, en Corpus, trabaja con cobre como material simbólico. Su obra evidencia cómo el cuerpo es atravesado por flujos económicos, mineros y tecnológicos. El cobre es aquí conductor, tóxico, curativo y residual: metáfora de un cuerpo intervenido por múltiples saberes y fuerzas.
La Capilla de la Medicina no sólo instala obras, sino que las activa como campos de resonancia simbólica. La curaduría se plantea como un ritual de invocación, una práctica que desarma los dispositivos normativos de la medicina y la religión para exponer el cuerpo como campo de disputa y transformación.
“La curaduría aquí no fue administrativa ni decorativa —afirman los curadores—. Fue una práctica espiritual, estética y política. Nos enfrentamos a nuestros propios límites. Tuvimos que desaprender formas, ceder el control y confiar en la inestabilidad”.
Eduardo Caballero
Este gesto también implicó abrirse a lo imprevisto: sombras que se desplazaban, ecos arquitectónicos, inquietudes de los visitantes al ingresar en penumbra. Todo se volvió parte de la liturgia curatorial.
La Capilla de la Medicina recuerda que curar también puede ser cuidar: de los cuerpos, del espacio, de los fantasmas que nos acompañan. En su propuesta, lo curatorial se presenta como una experiencia de escucha profunda y atención radical. No se trata de explicar, sino de convocar. No de controlar, sino de dejar aparecer.
Con esta apuesta, Francis Naranjo y Eduardo Caballero reafirman el rol de la curaduría como una práctica crítica y sensible, capaz de generar espacios de transformación donde arte, historia y afecto se entrelazan.