En el marco de la XVII Bienal de Cuenca y su edición conmemorativa The Game, la propuesta curatorial convierte la metáfora del juego en un dispositivo crítico para reflexionar sobre el presente y activar rutas hacia el porvenir. Lejos de lo lúdico en sentido inocente, la muestra entiende el juego como un tablero de alto riesgo: el público es jugador, las reglas están dadas y las consecuencias son reales.
“Game over — game on se convierte en una invitación a pasar de un juego estancado —la negación y la inacción— a un juego intencional y colaborativo, basado en la reparación y la adaptación”, señala Martha.
Con experiencia tanto en la práctica artística como en la curaduría anclada en el conceptualismo, la propuesta refleja una preocupación central por la condición de la sociedad contemporánea y los desafíos que plantea la crisis global.
Lejos de la mera ilustración del tema de la Bienal, las obras elegidas ofrecen múltiples interpretaciones y recorridos, siempre orientados a abrir posibilidades. “No se trata de negar las condiciones actuales, sino de comprender las complejas opciones que debemos enfrentar para avanzar hacia lo desconocido con la esperanza de nuevos descubrimientos”, explica la curadora.

La exposición se despliega en la Casa de la Lira como un tablero de fin de juego. La pantalla anuncia Game Over, mientras mares se elevan, bosques guardan silencio y los territorios muestran las huellas de crisis climáticas, ambientales y políticas. Sin embargo, el colapso se convierte en invitación: la próxima jugada está en manos del público. Como Josué Romero que en la penumbra sonora de su obra se escuchan las islas Galápagos desaparecer. Paisajes acústicos de aves, corrientes, hojas y voces, recogidos con hidrófonos y micrófonos de contacto, registran la pérdida y, al mismo tiempo, siembran resistencia.
Así mismo con Gabriela Burneo que lo ve desde el territorio aromático de la horchata lojana, activa la memoria ancestral de la sanación. Infusiones, pigmentos y fibras se transforman en un gesto de rechazo al agotamiento y afirmación de la vida, y Maro Pebo que presenta un códice vivo en papel amate con espirulina, frijoles y amaranto, donde se entrelazan arte, arqueología y biotecnología. Sus narrativas mesoamericanas se ofrecen como manual de supervivencia en tiempos de crisis.

La muestra ofrece múltiples posibilidades: sonidos, aromas, texturas y formas se cruzan para generar experiencias que nacen y se transforman con cada visitante. El Game Over deja de ser un final para convertirse en la primera jugada hacia futuros aún posibles.
“El Juego no se cierra en un relato lineal, sino que convoca a cada persona a jugar, a elegir y a imaginar. La negación ya no es una opción: lo que está en juego es la vida misma”, concluye Martha.