A cuatro décadas de su primera edición, la Bienal de Cuenca convoca a figuras clave del arte, como el curador y crítico cubano Gerardo Mosquera, reconocido por su influencia en el desarrollo de bienales y su trayectoria en escenarios internacionales como el New Museum de Nueva York.
Su enfoque, comprometido con la experimentación curatorial y las perspectivas del Sur global, ofrece nuevas claves para leer The Game desde una mirada poética y situada.

El punto de encuentro entre experiencia e innovación
Gerardo Mosquera es una de las figuras más influyentes del arte contemporáneo latinoamericano. Con una licenciatura en Historia del Arte de la Universidad de La Habana, cofundó y dirigió las primeras Bienales de La Habana (1984 y 1989). Entre 1995 y 2009 fue curador adjunto del New Museum of Contemporary Art en Nueva York, ha trabajado y colaborado en múltiples países alrededor del mundo.
En Cuenca, Mosquera recupera su apuesta por la pluralidad y la ruptura de formatos, cruzando dinámicas globales del arte contemporáneo con los matices locales. De ese modo, The Game es una experiencia estética de profundidad, no una propuesta ligera.
Sobre la experiencia fundacional y The Game, su rol como cofundador de la Bienal de La Habana en 1984 lo consolida como un referente en el desarrollo de bienales latinoamericanas. ¿Cómo conversa esa experiencia fundacional con la propuesta The Game en Cuenca?
La segunda Bienal de La Habana en 1986 y más aún la tercera, en 1989, establecieron nuevos modelos de bienal que rompían con el esquema “veneciano” imperante. Estas propuestas abrieron las bienales hacia estructuras más libres y creativas. Tal vez The Game sea fruto de aquella apertura.
Su curaduría ha roto con los circuitos tradicionales ¿Qué recursos escénicos o narrativos emplea aquí para invitar al público a una participación activa?
Mi exposición será una muestra inmersiva donde se conjugarán pintura, sonido y literatura en un homenaje al héroe nacional cubano, el poeta y pensador José Martí, en el 130 aniversario de su muerte en combate. Será también una expresión imaginal acerca de la noche y la muerte.
¿Qué reflexiones le inspira esta edición en torno a los cambios que han atravesado las bienales en América Latina durante las últimas décadas?
Ensayar la bienal como un espacio abierto a la experimentación y a la creación de nuevos modelos propositivos para este tipo de eventos.
¿Qué aportes espera generar desde su participación, tanto en términos curatoriales como en las conversaciones que activa esta Bienal?
Sólo busco dar a conocer mejor la figura de José Martí en su doble faceta de escritor y pensador, por un lado, y de revolucionario anticolonial por el otro, y crear una experiencia estética y poética estimulante para el público.
La participación de Mosquera subraya que el legado curatorial latinoamericano permanece dinámico e innovador, abriendo nuevas formas de concebir las bienales.